La historia entre una niñera, una joven funcionaria que era la mano derecha del presidente Gustavo Petro y su antiguo escudero en campaña, Armando Benedetti, ha sido comparada con series como Juego de Tronos o House of Cards. Esta novela de la realidad política de Colombia tiene al país en vilo y parece que no deja tiempo para un análisis profundo. En este artículo analizamos los sucesos y el efecto que tiene en uno de los jugadores más relevantes del vecindario latinoamericano.
Entre escándalos y fuego amigo
Cada día ha traído un capítulo más escandaloso que el anterior. Como contexto de la crisis sobresale una tensa y dilatada discusión pública entre Petro y el fiscal general Francisco Barbosa.
Si hacemos un resumen apretado, el megaescándalo que ha puesto en jaque al Gobierno inició con las denuncias de una prueba de polígrafo a Marelbys Meza en los sótanos de la Casa de Nariño, sede de la Presidencia. Meza era la niñera de Laura Sarabia, jefa del gabinete de Petro. Meza fue acusada de robar dinero en efectivo de un maletín propiedad de Sarabia. De este dinero se desconoce su procedencia y destaca el abuso de usar recursos especiales como el polígrafo en una acción irregular. Posteriormente, se descubrió que el celular de la niñera había sido interceptado. A estos hechos quedó vinculado Armando Benedetti, exembajador en Venezuela, quien fue jefe de campaña de Petro. El Niñeragate llevó a que el Presidente decidiera la desvinculación de sus cargos a Sarabia y a Benedetti.
Sin embargo, la historia tomó más relevancia cuando Benedetti, en dos entrevistas y unos audios revelados por la revista Semana, amenazó con sacar a la luz los trapos sucios de la financiación de la campaña de Petro: «Nos hundimos todos o nos vamos presos», decía mientras hablaba de 15.000 millones de pesos que asegura haber conseguido para apoyar la candidatura del actual presidente. El exembajador intentó bajar el tono en Twitter: «He sido parte fundamental del actual proyecto político del presidente Petro. Sin embargo, no satisfecho con lo que me correspondió políticamente, en un acto de debilidad y tristeza me dejé llevar por la rabia y el trago».
Denuncias y acusaciones
Configurados estos eventos, el daño a la credibilidad del Gobierno estaba hecho. Y aunque el presidente Petro ha intentado bajarle el tono, se han realizado tres denuncias penales en su contra ante la Comisión de Acusación del Congreso por el supuesto ingreso ilícito de 15.000 millones de pesos durante la época electoral. Adicionalmente, la Fiscalía y el Consejo Nacional Electoral también adelantan investigaciones.
En un intento de transformar la implosión de su Gobierno en una oportunidad, el presidente ha buscado instalar una narrativa de «golpe blando» en su contra. En esta línea se han apuntado organizaciones internacionales como la Internacional Progresista, que expresan su solidaridad pero se desentienden de los hechos. No obstante, con esta cantidad de informaciones, es necesario leer el detrás de cámaras de los capítulos de esta historia. Más allá del escándalo, se puede observar un gobierno que ha perdido legitimidad y capacidad de maniobra para llegar al cambio que prometió.
Cuando el escándalo parecía opacarse con nuevas noticias, como el cese al fuego pactado por seis meses con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y el hallazgo de cuatro niños indígenas perdidos en la selva, se presentó un hecho de sangre. Se trata de la muerte del teniente coronel Óscar Dávila, quien coordinaba labores de inteligencia para la Casa de Nariño y había sido salpicado en la interceptación del celular de la niñera de Sarabia. Gustavo Petro insistió de inmediato que se trataba de un suicidio. Sin embargo, a la fecha el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses no ha publicado el informe de las causas de la muerte del oficial.
¿Qué tan golpeado está el gobierno Petro?
Esta es la tormenta más grave que enfrenta la administración del Pacto Histórico desde que inició hace menos de un año, pero no ha sido la única. En marzo, la Fiscalía abrió una investigación contra Nicolás Petro, hijo del presidente, para verificar las denuncias de la exesposa de este, Day Vásquez, acerca de la entrega de dineros de personas vinculadas al narcotráfico para la campaña presidencial.
Tanto Nicolás Petro como Benedetti manejaron la campaña presidencial en la Costa Atlántica de Colombia, donde aparece la sombra de estos recursos. En abril, Petro tuvo un remezón de su gabinete, al pedirle la renuncia a siete de sus ministros, que se sumaban a la salida de otros tres ministros en febrero por problemas internos relacionados con su agenda de reformas, especialmente la del sistema de salud. De tal manera que, de la amplia base con la que llegó a la Casa de Nariño, apenas quedan pocos.
Ahora bien, este nuevo escándalo pone en riesgo la agenda de cambio prometida por el progresismo, pues los debates parlamentarios han sido aplazados, pese a la insistencia del mandatario. Como explicó la politóloga Silvia Otero en un análisis de BBC Mundo: «Lo que viene es control de daños: el Gobierno, dedicado a controlar las consecuencias de estas declaraciones de Benedetti; y eso, por supuesto, le quita maniobrabilidad». Algo que recuerda su paso por la alcaldía de Bogotá o la presidencia de Ernesto Samper con el proceso 8.000. Es que el Petro de ahora se aleja cada vez más del Petro conciliador de sus primeros meses y se parece más al de la Alcaldía de Bogotá.
Desgaste
Para el profesor Yann Basset, de la Universidad del Rosario, aunque lo ocurrido no acaba con la gobernabilidad de Petro de por sí, lo afectará. «Su gobernabilidad viene con problemas de antes y tiene que ver con la estrategia del Gobierno. No ha podido consolidar una coalición o encontrar una forma de sacar adelante su agenda en el Congreso. No tiene mayorías y ese escenario de negociar congresista por congresista lo desgasta».
En junio termina el periodo legislativo en Colombia y en los próximos meses los congresistas estarán más enfocados en hacer campaña para alcaldes y gobernadores de cara a las elecciones territoriales de octubre. El panorama no es claro para el Pacto Histórico, pues con su coalición rota y una falta de liderazgos regionales, puede llegar al 2024 más debilitado.
La imagen del presidente ha ido cayendo. La última encuesta Invamer mostró que la aprobación pasó del 50 % en noviembre de 2022, al 33,8 % en mayo de este año. Pero hay unas cifras aún más preocupantes y es que la imagen del presidente y la vicepresidenta está también cayendo en favorabilidad para los jóvenes, según los resultados del estudio «¿Qué piensan, sienten y quieren los jóvenes en Colombia?».
Alejandro Cheyne, rector de la Universidad del Rosario, explicó en la presentación del informe que el 61 % de los jóvenes encuestados creen que el Gobierno no está cumpliendo con las promesas que realizó en la campaña electoral.

¿Todo bien en el vecindario?
El 6 de agosto de 2022, un día antes de la posesión presidencial, el periódico El País de España publicaba el artículo «Gustavo Petro marca la senda de la nueva izquierda latinoamericana». Aseguraba que «el mandatario de Colombia, y su vicepresidenta, Francia Márquez, abanderan un progresismo que incorpora la agenda ambiental».
Paradójicamente, el 5 de junio pasado, Día del Ambiente, Petro no habló de este tema en su Twitter. Sus tuits de los últimos días se han enfocado en defenderse, criticar medios de comunicación, enunciar los logros de su Gobierno y citar a movilizaciones en favor de sus reformas. Las detonaciones internas del Gobierno han erosionado su activismo internacional.
Si en la política interna la inestabilidad del Gobierno Petro ha afectado su imagen y agenda reformistas, el escándalo también lo ha alejado de la idea de convertirse en el gran líder de esta marea roja 2.0. Desde la falta de rumbo de la llamada paz total y la agenda de negociación con el ELN en Caracas, hasta la incertidumbre del futuro de sus reformas, disminuyen la relevancia de Colombia como actor regional.
Para Guillermo Tell Aveledo, decano de estudios jurídicos y políticos de la Universidad Metropolitana de Caracas, a Petro se le juntaron sus problemas internos pero también el hecho de que ese lugar de líder de las izquierdas de América Latina se lo está disputando Lula da Silva.
Fue precisamente durante su viaje a Brasil, en el llamado retiro de presidentes sudamericanos, cuando estallaron las denuncias del Niñeragate. Quizá el escándalo, que se cocinaba a fuego alto en Colombia, quitó fuerza a la participación de Petro en la cumbre. Opacado por Lula, no brilló como líder de la izquierda del vecindario.
¿Un líder incómodo?
Gustavo Petro se había convertido en un activista en la región con sus intervenciones públicas, especialmente en Twitter, criticando la salida de Pedro Castillo en Perú o en peleas con el presidente salvadoreño Nayib Bukele.
Aveledo explica que el papel de Petro en lo relacionado con Venezuela sigue poniéndolo en el juego internacional, pues para Estados Unidos es importante el papel de mediador de Petro en las negociaciones venezolanas. Empero, en este punto hay otra nota que nos regresa al caso de las declaraciones de Benedetti sobre el financiamiento de su campaña. En algunos medios ha surgido una hipótesis de que los millones a los que se refiere el antiguo socio de Petro provinieron del chavismo, una narrativa de la que aún no hay pruebas, pero que puede poner en riesgo las relaciones con el Gobierno de Estados Unidos.
Además, otra escena de lo ocurrido en Brasil evidencia que en materia internacional Petro también está perdiendo juego. Los asistentes firmaron el Consenso de Brasilia, a diferencia de la conferencia de Bogotá en abril pasado, que terminó con una solitaria declaración del canciller Álvaro Leyva, como relató La Silla Vacía.
Los escándalos le pasan factura al gobierno del cambio, que llegó al poder anclado en la promesa de lo nuevo, pero con viejas y denostadas prácticas.
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