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Trump es culpable y la democracia en EEUU se tensa

El veredicto contra el expresidente pone a prueba el compromiso democrático del Partido Republicano y de los electores estadounidenses en las elecciones del próximo 5 de noviembre.

Por: Gabriel Pastor7 Jun, 2024
Lectura: 6 min.
Trump es culpable y la democracia en EEUU se tensa
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La declaración de culpabilidad contra Donald Trump tiene profundas implicaciones para el futuro de la democracia en Estados Unidos (EEUU) que trascienden las responsabilidades de las instituciones del Estado de derecho. Las organizaciones políticas, los partidos, la opinión pública en una sociedad polarizada y el electorado en esta época de la posverdad, ahora tienen en sus manos la defensa de la integridad del sistema de gobierno, especialmente de cara a las elecciones del próximo 5 de noviembre.

El papel de la justicia

Un expresidente de EEUU sentado en el banquillo de los acusados y una sucesión de testimonios escandalosos en su contra conforman un hecho sorprendente. Aún más impactante es la inédita decisión unánime del jurado en el icónico distrito neoyorquino de Manhattan. Hallan a Trump culpable de 34 cargos de falsificación de registros comerciales con el propósito de influir a su favor en las elecciones presidenciales de 2016. Esta desagradable situación, que revela conductas perversas en el quehacer político, también resalta el papel crucial de la justicia como guardián de la democracia.

Luego de dos días de deliberaciones, los 12 miembros del jurado ofrecen un poderoso mensaje sobre la igualdad de los ciudadanos ante la ley. En ausencia de tribunales verdaderamente independientes, sin favoritismos ni privilegios, las democracias plurales se convierten en meras cáscaras vacías.

En este caso, la importancia es doble. Trump, enjuiciado penalmente por hechos del pasado, también aspira alcanzar la Presidencia en las elecciones nacionales de este año. En primer lugar, honra la tradición estadounidense de la rendición de cuentas. En segundo lugar, ciudadanos activos en la justicia que desempeñan un papel fundamental al proporcionar información significativa sobre la conducta pública de un líder político.  

Ilustración. Juicio a Donald Trump.

Camino al fallo

Además, el magnate inmobiliario estuvo obligado a estar presente durante las cincos semanas en las que se extendió el caso, en medio de la campaña electoral por las primarias, en una “sala lúgubre y sin ningún glamour”, sin control sobre la situación como él está acostumbrado y teniendo que respetar estrictas normas de procedimiento.

El juez Juan Merchan programó el fallo para el próximo 11 de julio. Trump fue sentenciado —falta conocer la condena— cuatro días antes de que la Convención Republicana eligiera a su candidato. Posteriormente, el equipo legal dispone de 30 días para apelar y seis meses para completar este proceso. Es probable que extienda el procedimiento más allá del 5 de noviembre. Esto significa que Trump podría ganar la elección y luego confirmarse la sentencia, que técnicamente podría incluir una pena de prisión. Sin embargo, es poco probable que esto ocurra. El expresidente está muy cerca de cumplir 78 años y que se trata de un delincuente primario, de delitos que se ubican en el nivel más bajo de las leyes de Nueva York.

Los aliados de la democracia

La buena salud democrática requiere adecuados mecanismos de control. Derivan del andamiaje jurídico reflejado en la Constitución y en un conjunto de leyes, con el fin de evitar abuso del poder. Sin embargo, esto no es suficiente para proteger a la democracia, como advierten los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en Cómo mueren las democracias.

Las “reglas no escritas” de la política desempeñan un papel crucial en la salud del sistema. Estas normas actúan como “guardarraíles” que previenen la degradación democrática. Las decisiones en asuntos de gobierno o las conductas que validan actos de corrupción contribuyen a su deterioro. No solo se limita a delitos de carácter económico. Abarca también acciones que  erosionan la ética y buenas prácticas del ámbito político.

Ejemplos históricos ilustran que las prácticas informales han sido fundamentales para preservar a la democracia. Las élites demócratas, por ejemplo, impidieron que Henry Ford, el fundador de la compañía Ford y líder industrial de enorme popularidad en el primer cuarto del siglo XX, se convirtiera en candidato del partido. Ford: conocido por su prédica contra banqueros, judíos y bolcheviques, elogiado por el propio Hitler.  

Avance del populismo

En los tiempos que corren, es notorio el declive de los mecanismos de control a nivel de los partidos. De esta manera, se abren las puertas a liderazgos como el de Trump, advierten los politólogos que analizan el avance del populismo en los sistemas democráticos.

En este sentido, de cara a la convención partidaria del 15 al 18 de julio, al haber arrasado a sus competidores republicanos en las primarias, Trump supera con creces el umbral de 1.215 delegados que aseguran la nominación presidencial.

El partido ha perdido su condición guardiana de la democracia. Por lo menos en filas republicanas, había un gran valor procedimental. Este es un fenómeno difícil de revertir con prácticas verticalistas como las que existían en el siglo XX.

De todos modos, el final de esta historia no depende de la palabra del juez Merchan ni de la apelación de los abogados de Trump. Ni siquiera de la convención republicana, aunque cargue con una parte de responsabilidad. La llave la tiene el electorado estadounidense, igual que en las elecciones de 2016 cuando el líder republicano triunfó ante la demócrata Hillary Clinton.

Esta vez, en la eventualidad de que Trump vuelva a la Casa Blanca, el mensaje es mucho más grave debido a su actitud autoritaria como jefe de Estado. Hay múltiples muestras de su hostilidad hacia servidores públicos, que tenían la tarea de investigar asuntos que lo involucraban en casos reñidos con la ley. Además, su diatriba contra la prensa independiente o crítica.

¿Presidente?

A juzgar por la tendencia que han mostrado las encuestas, Trump aventaja levemente a su adversario, el presidente Joe Biden, de 81 años. Es improbable que haya cambios  en el núcleo duro de sus votantes. Al contrario: son los electores convencidos de que Trump es una víctima del establishment de Washington, que también se expresa en los tribunales. Incluso, es posible que los más fieles seguidores consideren sospechoso la rapidez y unanimidad del jurado.

La interrogante que perdurará en los próximos meses es el impacto del caso judicial en el electorado independiente o indeciso que preferiría no votar a Biden, cuestionado por su edad (terminaría su segundo mandato con 86 años) ¿Los convencerá Trump con su narrativa? Sostiene que no lo persiguen a él, sino al pueblo. Y que, pese a que es culpable de delitos penales por atentar contra la limpieza del proceso electoral, y que técnicamente podría enfrentar la cárcel, es el líder indicado para estar al frente de la democracia estadounidense. Es demasiado pronto para saberlo con certeza.

El 31 de mayo, a las 7:10 de la tarde, un día después de conocerse la culpabilidad del expresidente republicano, Biden escribió en la red social X: “Nadie está por encima de la ley”. La labor de la Justicia es una prueba de ello. Pero, a todas luces, es insuficiente para salvaguardar la democracia de la política del rencor y el malestar que encarna Trump, la versión más auténtica de la protesta populista del siglo XXI.

Gabriel Pastor

Gabriel Pastor

Miembro del Consejo de Redacción de Diálogo Político. Investigador y analista en el think tank CERES. Profesor de periodismo en la Universidad de Montevideo.

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