Los partidos de los dos líderes que confrontaron la elección presidencial —Bolsonaro y Lula— han obtenido malos resultados a nivel municipal. Los partidos moderados y de centro ganaron espacio en un país altamente polarizado. ¿Qué pasó? ¿Hacia dónde va el gigante sudamericano?
Cerradas las urnas, el año 2020 deja su marca en los municipios brasileros, con la excepción de Macapá, que sufrió un apagón de energía eléctrica y celebrará su contienda en diciembre. El objeto de este artículo es anticipar qué panorama tendremos, de acuerdo con algunos resultados.
En las capitales brasileras, considerando los resultados de las dos vueltas, tenemos diez alcaldes reelectos (San Pablo, Belo Horizonte, Santa Catarina, Paraná, Mato Grosso do Sul, Mato Grosso, Sergipe, Río Grande del Norte, Rondonia y Tocantins) y cinco estados donde el grupo del alcalde en ejercicio se mantuvo en el poder (Bahía, Pernambuco, Ceará, Goiania y Roraima). En total, representan el 58% de las capitales. Si sumamos ciudades como Río de Janeiro, Porto Alegre, Joao Pessoa y Belém, en las que retornaron exalcaldes o exvices al puesto de mayor relevancia, tendremos casi tres cuartas partes de las capitales del país donde se apostó por políticos con experiencia, o por grupos que se encontraban en el gobierno. Casi al límite, podemos incluir Río Branco, ya que el vencedor gobernó otra ciudad del estado (Acrelandia). Esto a diferencia de la anterior contienda municipal, cuando se impuso la lógica de la novedad, algo nos indica que el electorado actuó con mayor firmeza que en 2020, a pesar de que algunos candidatos vencedores acarrearon consigo denuncias, procesos y una serie de problemas vinculados a la justicia. El cuadro se completa con Vitória, Maceió, Teresina, San Luis y Manaos, donde la victoria correspondió a parlamentarios o figuras sin experiencia de gobierno, restando saber qué ocurrirá en esos sitios.
Otro aspecto a destacar es que finalmente fue posible presenciar una contienda en que, en la mayoría de los lugares, los discursos de derecha más radicales no fueron exitosos. En el Palacio del Planalto —muy cercano en sus discursos y posiciones a posturas poco republicanas— se encienden luces amarillas. La familia Bolsonaro no cosechó resultados significativos en las mayores circunscripciones electorales del país. Russomanno en San Pablo y Crivella en Río de Janeiro, a pesar de contar con el apoyo directo —aunque a veces tímido y discreto— del presidente, obtuvieron malos resultados. Ni siquiera Carlos Bolsonaro obtuvo una votación contundente para su reelección al parlamento de Río de Janeiro. Resultó el segundo más votado en la ciudad, aunque con un 30 % menos de votos que en 2016, por detrás de una candidatura del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), al que considera su adversario visceral. El hijo número dos del presidente no consiguió que su madre resultase electa para la cámara, al obtener poco más de dos mil votos. A pesar de ser temprano para anticipar si el presidente enfrentará dificultades en 2022 a partir de estos resultados, este movimiento del electorado hacia un centroderecha menos radical podría servirle de alerta. El ímpetu verborrágico de 2018 no fue igual de exitoso en las urnas en 2020.
También la izquierda experimentó una nueva derrota del Partido de los Trabajadores (PT), que salió de las urnas con menos ciudades que en 2016, cuando tuvo dificultades inmensas para obtener alcaldes. El partido no tendrá el gobierno en ninguna capital; algo inédito desde los años ochenta, y que ya se anunciaba en 2016, cuando apenas consiguió triunfar en Río Branco, y donde el entonces alcalde reelecto dejó su cargo en 2018 a su vice del Partido Socialista Brasilero (PSB) para disputar el gobierno estadual, que finalmente perdió. En segunda vuelta, el PT venció apenas en Contagem y Juiz de Fora, en Minas Gerais, y en Diadema y Mauá, en San Pablo. Estas dos últimas ciudades pertenecen al área metropolitana, donde el partido tuvo tradicionalmente un amplio dominio, y donde hoy busca sobrevivir. Con la importante votación de Boulos en San Pablo y de Manuela D’Ávila en Porto Alegre, sumados al total de alcaldías conquistadas por el Partido Democrático Trabalhista (PDT) y el PSB, se presagia un interesante y relevante desafío de articulación para la izquierda. El PT tendrá que desistir de sus liderazgos nacionales, ya que se encuentra lejos de tener el poder de otrora. Incluso el PDT, con Ciro Gomes, tendrá que buscar formas de diálogo con el Partido Comunista de Brasil (PC do B), que cuenta con el maranhense Flávio Dino, y la gaúcha Manuela D’Ávila, con el PSOL que tiene a Guilherme Boulos, y con un PSB que exhibió fortaleza en Recife, lugar donde desde 2012 la grieta con el PT dificulta el diálogo en ese espacio ideológico.
En el ámbito del Movimiento Democrático Brasilero (MDB), tal vez como reflejo de la caída pronunciada en el total de diputados federales de 2018, el partido no repitió en alcaldías lo realizado entre los años ochenta y 2016. Habitualmente, con más de mil ciudades bajo su mando, esta vez obtuvo menos de 800. Aún así, es un partido relevante y con buenos vasos comunicantes —es el que más gobiernos locales posee— pero se encuentra demasiado descentralizado. Va a ser la sigla con más capitales del país: cinco, pero el Partido de la Social Democracia Brasilera (PSDB) y Demócratas (DEM) con cuatro, lo siguen muy de cerca. Aquí hay que hacer una salvedad, ya que en Macapá los cuatro candidatos más fuertes son de DEM, Cidadanía, Podemos y PSB, por lo que Demócratas podría empatar al MDB.
Tomando en cuenta no solo las capitales, sino también las 57 ciudades que tuvieron segunda vuelta, el MDB quedó nuevamente por delante. En total fueron diez ciudades, mientras que el PSDB obtuvo ocho, Podemos seis, y el Partido Social Democrático (PSD) y DEM cinco cada uno. Esto mantiene la lógica de la primera vuelta, donde las siglas de centro y centroderecha tuvieron fuerte apoyo. El desafío planteado en este caso es comprender en qué medida esas agrupaciones consiguen —si en definitiva les interesa— converger para acordar algún nombre fuerte para 2022. Aquí el PSDB cumple un rol similar al que cumpliera el PT en la izquierda. Si intentase —una vez más— organizar un bloque, deberá ceder demasiado en los estados y correrá nuevamente el riesgo de ser traicionado por sus aliados en el ámbito nacional como en 2018 y años anteriores, cuando fue derrotado en la contienda presidencial por el PT. ¿Será el PSDB el que lidere el centro?
Como complemento, más allá del hecho de que Novo alcanzó su primera alcaldía en Joinville, la mayor ciudad de Santa Catarina, y que el PSOL conquistó una capital con la candidatura de un exalcalde del PT (Belén), otro fenómeno merece ser destacado. En 10 de las 57 ciudades donde hubo segunda vuelta el total de voto en blanco fue superior a la votación del ganador. Esto para nada deslegitima el proceso, porque es un resultado previsto dentro de las reglas, pero esta reacción constituye una mezcla de temor a la pandemia y muestra el alejamiento de los electores. ¿En qué medida debemos estar atentos a esa realidad? Tal fenómeno sucedió en Río de Janeiro, con un volumen que superó el 1,7 millón de votos, y también en Porto Velho, Campinas, Franca, Piracicaba, Ribeirão Preto, Sao Gonçalo, Petrópolis, Governador Valladares y Goiania. En esta última, cuyo vencedor se encuentra con covid-19 en una unidad de terapia intensiva en un hospital de San Pablo, las abstenciones fueron casi un 30 % superiores a su votación.
En otras 23 ciudades las abstenciones fueron superiores al número de votos obtenido por el candidato ubicado en segundo lugar, y no por tratarse de circunscripciones donde el segundo tuviese pocos votos. En contrapartida, son 24 las ciudades donde los candidatos a la segunda vuelta superaron las abstenciones. Algo curioso sucedió en el Nordeste: con excepción de Maceió y Aracajú, donde el postulante que quedó en segundo lugar alcanzó menos votos que las ausencias, en las restantes nueve disputas la tasa de comparecencia fue más alta en relación al fenómeno señalado. En Bahía, Feira de Santana y Vitória da Conquista hubo sólidas adhesiones del electorado, quedando por saber si eso ocurre por motivaciones republicanas o por una elevada dependencia del electorado hacia la alcaldía en términos económicos, lo que hace que la elección no sea el apogeo de la contienda republicana.
Finalmente, es importante destacar dos fenómenos relevantes. En primer lugar, un acentuado nivel de violencia: más de cien asesinatos de candidatos o delegados partidarios ocurrieron este año. Además, el presidente cargó las tintas contra la seguridad de la urna electrónica (la misma con la que se eligen autoridades desde la década de los noventa). Sumado a los ataques virtuales de hackers, el discurso se tornó peligroso, poniendo en alerta al Tribunal Superior Electoral. El comportamiento de Bolsonaro parece anticipar eventuales dificultades para la reelección, en una actitud similar a aquella de 2018 cuando declaró que no aceptaría la derrota, o como la de 2020 cuando afirmó, sin presentar prueba alguna, que había ganado la elección presidencial en primera vuelta. La política, a quien el electorado señaló que puede ser más blanda, puede deparar sorpresas y emociones en las palabras y actitudes del primer mandatario del país.
Traducción: Federico Irazabal
Este texto fue publicado originalmente en Brasil em foco – Newsletter de la KAS Brasil
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