El sueño de la inmortalidad acompaña al ser humano desde que es consciente de sus limitaciones. Sin embargo, la manipulación tecnológica y el transhumanismo choca con principios éticos. ¿Todo lo posible es deseable?
Primeras reflexiones
El transhumanismo es un movimiento filosófico y cultural que promueve el uso libre de la tecnología para el mejoramiento del ser humano a través de la ingeniería genética y le inteligencia artificial, en sus capacidades físicas y mentales y en la prolongación de la vida, con el objetivo de vencer al envejecimiento y la muerte, así como muchas limitaciones de nuestra naturaleza. Es la utopía del momento, que pretende cumplir los sueños de inmortalidad y calidad de vida, en la que es central el culto a la técnica. Muchas de sus ideas ya están presentes hace décadas en la ciencia ficción, pero sus impulsores buscan hacerlas realidad. Sus críticos ven en el transhumanismo una distopía preocupante y sus defensores encuentran en estos proyectos la respuestas a las esperanzas de una vida feliz. Al igual que muchas utopías y especialmente en su promesa de vencer a la muerte, sus programas se sitúan en una difusa frontera entre lo real y la ficción, entre lo posible y lo imposible.
Hay muchas corrientes dentro del transhumanismo y algunas postulan mejorar tanto al ser humano que ya no pertenezca a la especie humana, dando un nuevo salto en la evolución gracias a las nuevas biotecnologías. Son los llamados poshumanistas, cuyo objetivo final es la creación de una especie radicalmente superior: el poshumano.
Corrientes
Las corrientes transhumanistas proponen profundos cambios estructurales en nuestra concepción de lo humano y entre sus propuestas encontramos proyectos de manipulación cerebral, a través de fármacos, interfaces cerebro-máquina e implantes, que no solo se proponen para tratamientos de enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer o la epilepsia, sino que se presentan como formas de crear seres superinteligentes, con un mayor control de los cerebros, incluso de programación emocional y moral de los individuos. Esto ha dado lugar al nacimiento de la neuroética, debido al desarrollo de las neurociencias y la inteligencia artificial, con propuestas de modificación cerebral, que deben ser discutidas.
Las cuestiones que plantea el transhumanismo no son fundamentalmente científicas, sino éticas y políticas: ¿Todo lo posible es deseable? ¿Cómo cambiarían nuestras sociedades y qué nuevos problemas se generarían por este tipo de proyectos? Este es un debate que ya ha entrado en el ámbito político; de hecho, ya hay partidos políticos transhumanistas en varios países.
El debate ético y político
El problema fundamental en los debates actuales sobre transhumanismo es que se hace necesario un profundo análisis y discernimiento ético y político, ya que lo que más se divulgan son posturas monolíticas y extremas, sea de quienes defienden apasionadamente una transformación biotecnológica sin límites y sin medir consecuencias, hasta quienes por miedos y prejuicios no asumen los retos intelectuales, científicos y filosóficos que plantea el progreso actual de la ciencia. Al final de su obra De animales a dioses, el historiador israelí Yuval Noah Harari dedica algunas páginas al transhumanismo y las posibilidades de la biotecnología. Su postura es devota del transhumanismo y acompaña el imperativo del mejoramiento humano como algo inesquivable: «Es cierto que todavía no tenemos el ingenio para lograrlo, pero no parece existir ninguna barrera técnica insuperable que nos impida producir superhumanos. Los principales obstáculos son las objeciones éticas y políticas que han hecho que se afloje el paso en la investigación en humanos. Y por muy convincentes que puedan ser los argumentos éticos, es difícil ver cómo pueden detener durante mucho tiempo el siguiente paso, en especial si lo que está en juego es la posibilidad de prolongar indefinidamente la vida humana, vencer enfermedades incurables y mejorar nuestras capacidades cognitivas y mentales».
Harari tiene una postura filosófica materialista y en sus obras pasa por evidencias científicas lo que son teorías, dando a entender que sus conclusiones son evidencias científicas, cuando es su propia postura ideológica la que impone al lector como concluyente.
Críticas
Las voces más críticas surgen especialmente desde la reflexión bioética o desde la filosofía política, ya que no es ético todo lo que es posible científicamente, entendiendo que corresponde al ser humano, pensando con responsabilidad en las generaciones futuras, cuáles son las decisiones más prudentes y justas, qué es más deseable para los seres humanos y qué deberíamos evitar. Y es que no siempre ha ido acompañado el desarrollo científico-técnico de la reflexión antropológica y ética. Cuando aparece una voz crítica como la del filósofo Michael Sandel, los transhumanistas la tildan de «bioconservadora» y que hace apología de la «mediocridad humana».
Cada vez más surgen nuevas técnicas que plantean interrogantes éticos sobre su conveniencia para la persona en cuestión, para las generaciones futuras y para el medio ambiente. El desafío de tomar decisiones sobre el futuro de la humanidad no es algo para dejar solo en manos de los científicos o de los políticos, sino que requiere una reflexión colectiva y responsable, especialmente por la magnitud de sus previsibles consecuencias. En este sentido, el diálogo entre ciencias, humanidades y política es fundamental para un discernimiento que tenga en cuenta todas las dimensiones del asunto.
Orígenes, actualidad y partidos políticos
Si bien sus postulados pueden rastrearse en la literatura de ficción, el término transhumanismo fue acuñado en 1927 por un biólogo y genetista llamado Thomas H. Huxley, pero no lo utilizaba en el sentido actual de utopía biotecnológica. Pero el movimiento actual surgió en la década de los noventa. Actualmente, la organización más influyente es la WTA (World Transhumanistic Association) fundada en 1998 por los filósofos Nick Bostrom y David Pearce, aunque en 2008 cambiaron el nombre y actualmente se es conocida como “Humanity+” (H+). El sociólogo James Hughes le ha dado una orientación política muy fuerte, logrando una mayor presencia en varios países, en las redes sociales y en los medios de prensa. Ya existen partidos políticos transhumanistas en esta línea, como en Rusia, el Partido por la Longevidad fundado por María Konovalenko en 2012; en Estados Unidos, el Partido Transhumanista, fundado en 2015, que generó la fundación del Partido Transhumanista Global, que tiene delegados en más de veinte países. En España existe la Alianza Futurista fundada en 2013 y también hay partidos transhumanistas en Gran Bretaña y en Alemania desde hace unos pocos años.
Los principales centros de investigación académica sobre transhumanismo están en la Universidad de Oxford, dirigidos por Nick Bostrom y Julian Savulescu, con prestigiosos investigadores transhumanistas como Anders Sandberg. Un centro pionero existe en México en la Universidad Nacional Autónoma de México dirigido por Jorge Linares y Elena Arriaga. En Granada también existe el Proyecto Mejora, dirigido por Francisco Lara y varios investigadores españoles y británicos.
Anticipar el futuro: responsabilidad política
Una de las cuestiones vinculadas a la previsión de los desafíos futuros es la velocidad de los cambios tecnológicos y la falta de reflexión crítica y discernimiento profundo sobre las decisiones políticas vinculadas a estas cuestiones hipercomplejas. Nuestra actual cultura tecnocientífica lleva a que la educación se oriente reductivamente hacia saberes tecnocientíficos sin reflexionar demasiado sobre quiénes somos y qué es lo que realmente queremos ser. La hipertrofia tecnológica está generando una atrofia antropológica y ética, dejando de lado el saber sapiencial de las humanidades, especialmente de la filosofía, que nos ayuda a comprendernos mejor y a pensar críticamente. Las humanidades nos previenen de reducir la realidad a una sola de sus dimensiones. Para poder anticiparse al futuro, descubrir las mejores estrategias para resolver problemas y prevenir consecuencias indeseables por el mal uso de la tecnología, no alcanza con un solo tipo de conocimiento que reduzca la realidad y el pensamiento a mero cálculo, sino que es fundamental un saber integral que ponga en primer lugar el bien de la humanidad.
Consecuencias
Entre las principales críticas al transhumanismo aparecen las posibles consecuencias sociales de crear humanos superiores, generando escenarios de inequidad sin precedentes. Además, los ideales transhumanistas se manifiestan fuertemente individualistas y pragmáticos, donde se busca mejorar las capacidades humanas de algunos mientras que se distrae la comunidad política de usar los recursos para problemas más graves y urgentes. A su vez, estos proyectos generan una gran incertidumbre sobre el impacto que tendrían sobre la vida humana tal como la conocemos.
Quienes tienen la responsabilidad de velar por el bien común y el futuro de nuestras sociedades tienen el complejo desafío de realizar un profundo discernimiento de todos los proyectos que bajo la magia de la palabra innovación puedan implicar graves alteraciones a la vida humana, trayendo nuevas formas de injusticia o, por el contrario, sean grandes posibilidades para hacer frente a nuevos problemas, mejorar la calidad de vida y la convivencia social. El diálogo sereno, el análisis crítico y la mutua cooperación de los distintos saberes aseguran mejores decisiones en temas que reclaman una gran responsabilidad ante el futuro.
La cuestión fundamental a plantearse ante cualquier propuesta de avance y mejora es si nos humaniza, si nos hace mejores o si es un camino deshumanizante sin retorno. No se trata de oponerse sin más a las mejoras de los seres humanos, sino de no ser ingenuos a la hora de modificar la naturaleza humana por el solo hecho de que sea posible. El debate recién comienza.
Para profundizar
Beorlegui, Carlos. (2019). Humanos: entre lo prehumano y lo pos o transhumano. Cantabria: Sal Terrae.
Coeckelbergh, Mark. (2020). Ética de la inteligencia artificial. Madrid: Cátedra.
Diéguez, Antonio. (2017). Transhumanismo. La búsqueda tecnológica del mejoramiento humano. Barcelona: Herder.
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