¿Te imaginas un día sin tomar un vaso de agua? Imposible. ¿Un mes sin darte un baño o sin tomar una taza de café? Improbable. Muchas personas aún caminan kilómetros para poder acceder al agua o, en grandes urbes como la Ciudad de México, reciben el recurso vital una vez por semana o tienen que esperar y hacer fila durante horas para que un carrotanque les dé un suministro mínimo.
Sin lugar a duda, el valor del agua va mucho más allá de un precio: el agua tiene un valor enorme y complejo, que abarca prácticamente todo lo que hacemos y consumimos, desde lo más básico: salud, higiene y alimentación. Pero también es fundamental para la vida en los entornos naturales, para la generación de productos e incluso para la recreación.
Este año, la celebración del Día Mundial del Agua nos invita a reflexionar sobre ese valor intangible del agua, no como recurso económico sino como fuerza vital. Con el objetivo de que la manejemos, protejamos y compartamos mejor.
Gestión del agua
Desafortunadamente, el agua se sigue gestionando de forma inadecuada y en muchos casos se desperdicia, desde las casas, comercios e industrias, hasta el nivel macro de ciudades y países. Desde mediados del siglo XX, el agua se ha considerado como un recurso para la producción y las normativas se han centrado en mantener la oferta en vez de regular la demanda. Esta situación ha provocado que se esté extrayendo más y más del recurso disponible, sobreexplotando reservas que ni siquiera están bien medidas.
Algunas urbes ya están encontrando el pozo vacío y se enfrentan a terribles problemas de desabastecimiento, como Los Ángeles o Ciudad del Cabo. En casos contados se han desarrollado programas claros que impulsan el ahorro, el uso de fuentes alternativas y evitan el derroche. Sin embargo, se está dando una tendencia global creciente para implementar prácticas, algunas milenarias, otras naturales, de obtención de fuentes alternativas de agua. Estas son:
La captación del agua de lluvia
- En gran parte de los países del mundo, la lluvia cae en los techos de casas, edificios, centros comerciales, etc., se descarga por el sistema de tuberías hacia la alcantarilla, de ahí a ríos y el mar, arrastrando basura y contaminación. Si a esta agua se le da un proceso de limpieza básico, se retiran las hojas y la tierra que arrastra, y después se almacena, puede ser aprovechada para usos básicos como: sanitarios, limpieza de suelos y vehículos o para riego. Son usos cotidianos en los cuales se puede cerrar la llave y tomar el suministro caído directamente del cielo. Incluso ya existen tecnologías a precios accesibles para potabilizarla y aprovecharla en todos los usos. Utilizar la lluvia puede significar un ahorro importante de agua y un suministro alternativo durante por lo menos medio año. Un ejemplo actual de la aplicación de la captación pluvial como política pública lo está liderando la Ciudad de México, en donde, además de un programa para apoyar e impulsar la captación en casas, existe una normativa de Sistema Alternativo de Agua, que exige instalar en las nuevas edificaciones sistemas para aprovechar el recurso pluvial.
Recuperación de aguas residuales por medio naturales
- En un principio, a nadie le gustaría tomar agua residual tratada, por más ósmosis inversa que se utilice. Sin embargo, día tras día se descubren sistemas como los humedales artificiales, en donde diversos componentes de la naturaleza (plantas, bacterias, invertebrados) conviven y se implican para la remoción de contaminantes que pueden ir desde metales pesados hasta fármacos. Si se logra construir un ecosistema rico y diverso, por lo general se obtienen aguas tratadas de muy buena calidad, con condiciones muy similares a las naturales. Este recurso puede ser aprovechado para regar o para su reutilización en usos no potables.
Regeneración de ecosistemas
- Se trata de nueva visión para conservar y aumentar la disponibilidad de agua. El 54 % de la población mundial vive actualmente en ciudades. Este desarrollo urbano desmedido exige mayor extracción de fuentes de agua y mayor descarga de aguas sanitarias. La degradación ambiental está afectando la disponibilidad y calidad del agua. Si consideramos las descargas contaminantes sin control ni tratamiento de aguas industriales, agrícolas y hoteleras, nos encontramos con la realidad de la mayoría de los ríos y lagos del mundo: aguas muertas, con altos niveles de toxicidad que ya se están transformando en graves problemas de salud pública.
La mayoría de las naciones latinoamericanas, muy ricas en el panorama hídrico mundial (Brasil y Colombia, por ejemplo), no han tenido el valor de cuidar y proteger sus cuerpos de agua. El caso de México podría considerarse incluso desastroso: según información de Greenpeace, 70 % de los cuerpos de agua se encuentran contaminados y durante más de 30 años la regulación de las descargas a aguas superficiales ha sido muy laxa, lo que se traduce actualmente en problemas de salud pública como el caso del Río Santiago (cercano a Guadalajara), en donde las incidencias de cáncer e insuficiencia renal son dramáticas.

Se trata de un problema mundial, aunque países europeos como Alemania o Francia llevan varias décadas buscando revertir el deterioro de sus reservas de agua superficiales y subterráneas. Los países escandinavos, el Reino Unido y Canadá también se han esforzado en cuidar sus reservas hídricas superficiales. En Estados Unidos, el Clean Water Act llevó a que se recuperaran muchos de los cuerpos de agua que estaban perdidos, aunque con la permisibilidad hacia la extracción de gas y petróleo por medio del fracking se dieron enormes pasos hacia atrás. Sin embargo, ante el deterioro ambiental ha habido un proceso global de desarrollo de normativas y directrices para conservar y recuperar las fuentes de agua.
Claves para mejor gestión
1. Leyes y normativas estrictas para revertir y prevenir la contaminación. El primer paso es reducir o eliminar las descargas contaminantes a los cuerpos de agua, por medio de sanciones y multas. Así como los primeros programas en donde se exige y se incentiva el aprovechamiento de aguas pluviales y tratadas. Un caso emblemático es Singapur.
2. Promover el desarrollo sostenible y de bajo impacto. Con el objetivo de mitigar, en la medida de lo posible, los efectos de la urbanización y recuperar el ciclo hidrológico, mediante metodologías como Low Impact Development o través de los créditos que promueven la construcción sostenible como LEED (Leadership in Energy & Environmental Design) se ha logrado generar, en algunos casos, entornos más amigables con el medio ambiente y los recursos naturales. Sin embargo, se trata de casos aislados —en muchas ocasiones de altas inversiones—, que no han sido suficientes para revertir el desarrollo insostenible en las urbes.
3. Políticas públicas para promover un desarrollo urbano basado en la naturaleza. El principal objetivo de esta tendencia, que toma cada vez más fuerza en el mundo, es desarrollar una serie de medidas y estrategias para recuperar los ecosistemas que han sido impactados por el desarrollo urbano. Mediante programas públicos para promover la aplicación de tecnologías basadas en la naturaleza, se ha logrado restaurar procesos naturales para transformar el ambiente de las ciudades haciéndolas más resilientes y, entre otros beneficios, regenerar las fuentes y aumentar la disponibilidad de agua. En casos puntuales se han convertido en programas de gobierno de largo plazo, como en el caso de Ciudades Sensibles al Agua, en Australia, que les permitió hacer frente a una sequía de más de diez años; o el caso de Ciudades Esponja, en China, que les ha permitido una recuperación emblemática de entornos urbanos totalmente perdidos.
Ciclos virtuosos
Es el momento de empezar a recuperar los ciclos virtuosos naturales del agua, desde el ciclo hidrológico a nivel urbano. Esto nos permitirá comprender su gestión de una forma más integral y evitar el modelo actual de extracción, distribución, uso y desecho; que es una visión obsoleta que ha transformado antiguas fuentes de agua en reservorios tóxicos que contribuyen con el derroche y la sobreexplotación. La misma constitución del agua hace que sea un recurso que se regenera si tiene las condiciones y los elementos naturales, y lleva en su flujo la esencia de reciclar y transformar nutrientes. Su valor está relacionado con la vida, la supervivencia, la resiliencia. Cada gota de agua cuenta, y no podemos darnos el lujo de desperdiciar ni contaminar este bien natural fundamental..