La pandemia del coronavirus ha trastocado las agendas gubernamentales de los Estados, tanto de los nacionales como de los subnacionales, más allá de las ideologías políticas de sus gobernantes de turno o del desarrollo económico y social de cada uno de los países. Consecuentemente, se han cuestionado los marcos teóricos y los modelos metodológicos para el diseño y la gestión de políticas públicas. Atento a ello, es necesario que redefinamos el rol del Estado en relación con dichos procesos, para salir de la pandemia y, sobre todo, para la pospandemia.
En Latinoamérica, la pandemia ha demostrado que excesos neoliberales son parte del problema y que el Estado populista no es parte de la solución. El neoliberalismo promueve un Estado ausente que ajusta sin eficiencia, mientras que el populismo propicia un Estado omnipresente que reparte sin eficacia. Ambos fracasaron. Desde una política humanista, hay que rescatar el rol del Estado como responsable principal de las políticas públicas. Para recuperar la confianza perdida por la ausencia o la omnipresencia estatal, tenemos que innovar su rol. Al respecto, me permito cuatro conjuntos de innovaciones.
1. Gobierno y administración
Es fundamental el cumplimiento de las funciones específicas del gobierno y de la administración del Estado, siempre al servicio de la sociedad y no de los gobernantes o administradores de turno. Un Estado responsable implica que los gobernantes decidan y que los administradores accionen en el marco de sus competencias legales. Hace falta un trabajo en equipo entre unos y otros, atentos a sus responsabilidades como servidores públicos. Hace falta que se consulten, para que las políticas públicas puedan lograr sus objetivos y resultados en términos de satisfacción social y aceptación ciudadana.
2. Gobernabilidad y gobernanza
Es primordial la gobernabilidad del gobierno y la gobernanza en el proceso de gobernar, sin apriorismos ideológicos. Un Estado responsable implica un gobierno representativo y rendidor de cuentas y, sobre esa base, un proceso de gobernar receptivo y legítimo. Hace falta que los representantes sean fieles a los representados, para que haya gobernabilidad, y que los gobernantes sean servidores de los gobernados, para que haya gobernanza. Hace falta que la gobernabilidad del gobierno sea la base de la gobernanza en el proceso de gobernar y que, por lo tanto, esta sea el punto de partida de aquella.
3. Integración y descentralización
Es indispensable que los Estados nacionales se integren y, asimismo, descentralicen sus competencias y recursos. Un Estado responsable implica que no se aíslen de la región del mundo a la que pertenecen por su geografía y su historia, por encima de los partidos o las ideologías. Hace falta que los gobiernos y las administraciones públicas no decidan ni accionen lejos de sus destinatarios. Hace falta que la integración no se detenga frente a los extremos del librecambismo ni del proteccionismo y que la descentralización supere los límites del ajuste y del derroche.
4. Subsidiariedad
Es imprescindible que el Estado intervenga cuando los actores sociales no puedan satisfacer sus necesidades y, en cambio, se abstenga cuando dichos actores pueden hacerlo, siempre para fortalecer y nunca para debilitar a la sociedad. Hace falta un Estado que decida y accione subsidiariamente, a favor de la participación de los actores privados y ciudadanos. Un Estado que no se desentienda de las necesidades sociales ni abandone a los ciudadanos en nombre de la iniciativa individual y, a la vez, no se adueñe de las necesidades sociales ni someta a los ciudadanos en nombre del destino colectivo.
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