El milagro antártico

El milagro antártico

Existe un lugar en el mundo que no tiene fronteras. Un lugar en el que la cooperación internacional, la investigación

Por: Franco Delle Donne22 Sep, 2020
Lectura: 7 min.
El milagro antártico
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Existe un lugar en el mundo que no tiene fronteras. Un lugar en el que la cooperación internacional, la investigación científica y la política del consenso son lo más importante. Se trata de un continente entero, aunque su población no supera las 5000 personas: la Antártida. Allí las relaciones internacionales funcionan de manera particular. El consenso, el multilateralismo, el diálogo son valores prioritarios. ¿Se trata de un milagro irrepetible o de un ejemplo a seguir?

Tierra de ciencia y recursos

En los 14 millones de kilómetros cuadrados de la Antártida la actividad más importante es la investigación científica. Investigaciones sobre meteorología y climatología son las más numerosas. Sin embargo, también se desarrollan proyectos en otras áreas. Por ejemplo, la biología, la astronomía o la astrofísica. Para cada uno de ellos la Antártida ofrece un ambiente propicio. La ciencia es una de las pocas cosas que florece en ese territorio.

Si se explora la cuestión antártica a fondo es inevitable abordar la geopolítica. El tema de la soberanía, la ocupación efectiva, la actividad militar son solo alguno de los puntos relevantes. A ellos se le agrega uno de gran importancia actualmente: la explotación de recursos. Carbón, plomo, hierro, cobre, oro, uranio son algunos de los minerales que posee la Antártida. Pero este continente tiene otro recurso invaluable: el agua. De hecho, se calcula que el 70 % del agua dulce del planeta está allí. ¿Cómo puede ser, entonces, que la Antártida no se haya convertido en una lucha encarnizada por sus recursos y su territorio? ¿Qué ha impedido que se desate un conflicto armado?

¿Libre de conflictos?

El 1 de diciembre de 1959, en Washington DC, Estados Unidos, doce países firmaron el Tratado Antártico. Junto a otros acuerdos complementarios, el Sistema del Tratado Antártico rige las relaciones internacionales sobre la Antártida desde hace más de 60 años. Su fecha de expiración es indefinida y sus resultados son contundentes: fin de los incidentes o conflictos bélicos en todo el territorio.

Su artículo 1 reza: “Uso exclusivo de la Antártida para fines pacíficos, prohibición de toda medida de carácter militar, excepto para colaborar en investigaciones científicas. Se prohíben los ensayos de cualquier clase de armas”. Este primer artículo del tratado encierra el espíritu del acuerdo y de la voluntad política de las naciones intervinientes. Una voluntad que se mantuvo inquebrantable incluso pese a conflictos internacionales en otras partes del globo o a los cambios de gobierno en los distintos países.

El Dr. Mariano Memolli es el presidente de la Fundación ProAntártida. Fue durante 27 años director nacional del Instituto Antártico Argentino (1989-2016) y ha dedicado prácticamente toda su vida a la Antártida. Memolli encuentra razones para entender la exitosa gestión de conflictos en el ámbito antártico: «Una cosa es el pensar una política a largo plazo y otra cosa es la enemistad a muerte. La Antártida hace que estas cosas no pasen. Que no seamos enemigos. Que tengamos diferencias, que cada cual vaya por lo suyo. Pero que se trabaje en el consenso».

Pese a todo, nada de esto significa que la Antártida esté libre de disputas. Al contrario, las superposiciones de reclamos sectoriales son una muestra de ello. Lo novedoso, entonces, no es la ausencia de conflicto. Por el contrario, lo interesante es la capacidad de las partes de manejarlos de manera pacífica, buscando el consenso general. Y justamente esa es la palabra clave en la política antártica.

 

 

La importancia de construir el consenso

Son 54 los países que firmaron el Tratado Antártico hasta ahora. Veintinueve de ellos son miembros consultivos, es decir, tienen voz y voto cuando hay que tomar decisiones. Representantes de estos países y de los entes observadores, es decir, el Comité Científico para la Investigación en la Antártida, la Convención para la Conservación de Recursos Vivos Marinos Antárticos y el Consejo de Administradores de los programas antárticos nacionales se reúnen desde 1961 regularmente. De hecho, desde 1991 se han celebrado reuniones anualmente (con excepción de 1993 y 2000). En estas reuniones consultivas se discuten temas diversos y las medidas que logran unanimidad son implementadas y jurídicamente vinculantes.

Se trata de una coordinación política internacional envidiable. Para Memolli, es un modelo digno de ejemplo: «En el caso de nuestra fundación tenemos muy claro que la Antártida puede ser mucho más que un laboratorio de descubrimientos científicos. Nosotros queremos que la Antártida sea un laboratorio de políticas a futuro». Según él, el sistema político que administra este continente puede convertirse en modelo para «una nueva forma de encarar las relaciones internacionales».

Memolli reconoce que el trabajo por consenso no es fácil. «Algunos nos critican porque este es un proceso lento. Y es cierto. Pero esa lentitud hace que las decisiones sean sólidas. Esto es clave para entender por qué los distintos gobiernos nunca han podido retroceder». Con base en el consenso que describe Memolli se puede explicar que, pese a todo, nunca se ha desatado un extractivismo voraz en la Antártida.

 

Base argentina en la Antártida | Foto: Pixabay

Base argentina en la Antártida | Foto: Pixabay

La conservación del ambiente como objetivo

La tentación para aquellos intereses extractivos es grande. Sin embargo, pese a las presiones, el sistema político antártico se mantiene firme y sostiene su línea de protección ambiental del continente blanco. La necesidad de unanimidad para la toma de decisiones, es decir, el concepto multilateral en el que se basa toda la estructura, es vital para que esto sea posible. No importa el tamaño, la influencia ni el dinero. Para ningún lobby o empresa multinacional es sencillo negociar con treinta países al mismo tiempo. Esto impide que se impongan intereses concentrados y, a la vez, refuerza indirectamente el interés de los países de sostener este sistema político.

La concientización de la opinión pública es otro elemento fundamental. A través del conocimiento y difusión de lo que significa la Antártida es posible crear una conciencia colectiva para protegerla. A ello se le suma el trabajo científico activo y regular y el aspecto político, que prevé la inclusión de la cuestión antártica en la agenda de los partidos políticos de los países implicados.

«Estas políticas actuales me dejan tranquilo pero sería muy ingenuo si creyera si esta es la solución para el futuro y esto se va a mantener siempre. No. Me parece que todos los días hay que reinventar políticas para seguir manejando las cuestiones ambientales», explica el Dr. Memolli. Y lo ilustra con un concepto que escuchó en la conferencia organizada por la oficina argentina de la Fundación Konrad Adenauer sobre los sesenta años del Tratado Antártico: «Le voy a robar las palabras a un galés que disertó con nosotros. Él hablaba de la geopoética. La geopoética se refiere a cómo las personas percibimos el territorio en el cual habitamos. Si nosotros podemos hacer entender que la Antártida es un territorio que nos beneficia a todos, estaríamos aceptando que el objetivo debe ser la preservación ambiental. No solo de la Antártida sino de todos los ecosistemas asociados, aquellos que pueden ir de Polo Norte a Polo Sur, y de Polo Sur a Polo Norte».

El aporte de la Antártida va mucho más allá del trabajo científico. Se trata de un sistema político ejemplar que pone al consenso y al multilateralismo por encima de las lógicas nacionales. Y que, a la vez, lucha por la conservación del ambiente en todas sus dimensiones.

La convivencia, la coordinación y el diálogo multilateral entre decenas de países no es un milagro. Estos países tienen intereses encontrados pero han sabido manejarlos de forma pacífica durante más de seis décadas. Y nada indica que esto vaya a cambiar. Lo que se ha logrado en la Antártida es terrenal. Es fruto de la voluntad política, del esfuerzo de cientos de personas que luchan por procesos pacíficos, de consenso. Que pueden ser lentos, sí, pero que a la larga favorecen a todos.

Franco Delle Donne

Franco Delle Donne

Doctor en Comunicación Política por la Freie Universität Berlin. Especialista en política alemana. Creador de «eleccionesenalemania.com», único blog de análisis político en español sobre Alemania. Conductor del pódcast «Bajo la Lupa».

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