Latinoamérica: de qué hablan los intelectuales

Ciertamente, las izquierdas suelen ganar más voces autorizadas del mundo académico e intelectual que sus contrapartes de la derecha. Porque, […]
23 Sep, 2020

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Ciertamente, las izquierdas suelen ganar más voces autorizadas del mundo académico e intelectual que sus contrapartes de la derecha. Porque, en particular desde el siglo pasado, las izquierdas han estado más interesadas en el mundo de las ideas, de la escritura y de la cultura. No obstante, no se puede reducir la vida pública a las inclinaciones políticas de hombres y mujeres de academia, periodistas de prestigio, escritores de ficción y analistas que intervienen (escrita u oralmente) en ella.

Abundan en la televisión y en los medios impresos o digitales, con gran o mediana influencia nacional e internacional, los demócratas liberales cuyos matices oscilan entre la centroizquierda, la centrodemocracia y el liberalismo. También encontramos voces escépticas respecto a la democracia liberal.

Recordemos, por cierto, que el panorama de la intervención pública incluye videos, podcasts, blogs y revistas que dan lugar a nombres de nuevas generaciones o de cualquier edad. Esto por no hablar de figuras que construyen su influencia en calidad de tuiteros o desde YouTube. Como ya se sabe, la figura central del intelectual del siglo XX ha sido desplazada, aunque tal desplazamiento no implica necesariamente democratización o cuestionamiento a la autoridad; en ocasiones significa simple desprecio por el conocimiento. Pero, en definitiva, tanto las voces reconocidas nacional o internacionalmente como las que experimentan con las dinámicas informativas posibilitadas por la revolución digital, comparten temas y preocupaciones.

Uno de estos temas es la crisis ambiental, así sea dentro de un enfoque crítico de determinadas políticas gubernamentales al respecto o desde posturas incluso negacionistas. Los movimientos migratorios están a la orden del día, sea para aceptar sus dinámicas, sea para impugnarlas. Igualmente, la violencia de género, el acoso sexual y la equidad entre hombres y mujeres han ganado espacio, por no hablar de las reivindicaciones de las minorías por orientación sexual y de género (movimientos LGBTIQ[1]), fenómenos ambos que despiertan encarnizadas polémicas. La estrella de este año ha sido, qué duda cabe, el COVID-19, en especial los abordajes estatales de la pandemia y sus consecuencias en la economía y en la popularidad de los líderes gubernamentales, pero también se han reflejado en el debate público las respuestas de la población en cuanto a hábitos de vida y consumo.

A pesar de su protagonismo, el COVID-19 no ha restado importancia al gran tema político de la época: la crisis de la democracia liberal. Los asuntos antes mencionados no pueden discutirse fuera de este marco y del avance de los autoritarismos competitivos[2] o autoritarismo a secas. Vladimir Putin asciende a una suerte de zar de todas las Rusias cuyo reinado tal vez termine con su muerte; la China de Xi Jinping se perfila como la alternativa no democrática liberal del libre comercio. La mermada popularidad de los líderes de las democracias liberales corre pareja con el éxito de sus homólogos tiránicos en cuanto a preservar la estabilidad gubernamental. Un buen ejemplo, Nicolás Maduro. Esto por no hablar de los muy respetables índices de aceptación de gobernantes cuestionados por sus opositores, en tanto intolerantes e irrespetuosos de las instituciones, al estilo de Andrés Manuel López Obrador y Jair Bolsonaro. Semejante situación explica el generalizado interés en las elecciones estadounidenses, el que trasciende el marco de las preferencias políticas personales y de la siempre omnipresente política exterior de los Estados Unidos para ubicarse en una suerte de dilema existencial, pues se teme la conversión de este país en un autoritarismo competitivo de la mano de Donald Trump. También hay quienes prevén que la dupla Joe Biden-Kamala Harris sería incapaz de contener el ala izquierda representada por figuras como Bernie Sanders y Alexandra Ocasio-Cortez.

Los extremos del espectro político suelen navegar en las aguas de los populismos de diverso signo ideológico que han alcanzado el poder en este siglo. Si bien el pensamiento de izquierda antiliberal (posmoderna, decolonial, posmarxista) tiene la primacía en gran parte de las facultades de ciencias sociales y humanidades de América Latina, la derecha antiliberal (nacionalista, tradicionalista y proteccionista) puede que no lleve la voz cantante en las universidades y otros foros públicos consagrados pero ha ganado en relevancia electoral y se mueve a sus anchas en las redes sociales. En estos contextos, desde luego, reina el escepticismo respecto a la democracia, y palabras como fascista, comunista, estatista y neoliberal se han naturalizado en las redes, desligadas de contextos históricos y connotaciones precisas. Los liderazgos autoritarios, populistas o no, promueven estas terminologías y las redes sociales se encargan de actualizarlas y llevarlas a extremos entre grotescos y paródicos que encarnan en palabras como feminazi, progre, facha.

En este contexto, la multiplicación de las opiniones en el mundo de la posverdad amplifica los miedos y estos hacen estragos no solo en las redes sociales sino en la vida política y social. Tal vez la relevancia de aquellos y aquellas que desde la academia, el periodismo de investigación o el análisis político intervenimos en la vida pública sea el énfasis en la precisión, la información verificada y la apertura al diálogo, pero tal vez estoy aspirando a demasiado.

Notas:

[1] Siglas de lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual y queer (no definido en ninguna de las palabras anteriores).

[2] Término acuñado por el politólogo Steven Levitzki para denominar gobiernos que llegan al poder mediante elecciones, pero no respetan el Estado de derecho, es decir, la división de poderes, las garantías electorales y los derechos humanos.

Gisela Kozak Rovero

(Caracas, 1963). Escritora y profesora. Reside en Ciudad de México. Licenciada en Letras (Universidad Central de Venezuela). Magíster en Literatura Latinoamericana y Doctora en Letras (Universidad Simón Bolívar). Profesora titular de la Escuela de Letras, de la Maestría en Estudios Literarios y de la Maestría en Gestión y Políticas Culturales de la Universidad Central de Venezuela. Asesora en políticas culturales. Activista política

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