¿Qué significa ser conservador hoy?

La polarización política en América Latina y la confusión en torno al conservadurismo. Un análisis de los candidatos carismáticos antisistema.

Por: Jonathan Neu2 May, 2024
Lectura: 6 min.
¿Qué significa ser conservador hoy?
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La polarización del campo político a lo largo de un eje izquierda-derecha continúa dominando los discursos políticos en América Latina. En el contexto de las tentaciones autoritarias en muchos países latinoamericanos, esta equivocada polarización dificulta la visión de lo que es esencial.

En respuesta a los recientes éxitos electorales y al alto potencial de movilización de candidatos carismáticos antisistema como Jair Bolsonaro en Brasil, Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador, se ha generado una lucha sobre la interpretación política de este fenómeno. Especialmente desde la izquierda, estos candidatos antisistema están vinculados de manera difusa a la derecha o apresuradamente al conservadurismo. El debate sobre la naturaleza del conservadurismo ha ganado nueva prominencia en los editoriales y en el debate político del continente.

Telón de fondo

Justamente en la izquierda, poner la etiqueta de «conservador» al competidor político promete generar un importante potencial de movilización política. Cuando el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador advierte sobre los «gobiernos de derecha, gobiernos conservadores» demuestra la mezcla intencional de los términos «derechista» y «conservador». En la imprecisión creada deliberadamente, se agrupan en un bloque supuestamente monolítico diferentes personas y posiciones, como José Antonio Kast en Chile o Javier Milei en Argentina, la candidata de la oposición democrática en Venezuela, María Corina Machado, y el expresidente de centroderecha de Argentina, Mauricio Macri.

Esta vaguedad intencionada sólo distingue entre «progresistas» o «de izquierda» por un lado y «conservadores», «de derechas» y «reaccionarios» por el otro. Con esto, no sólo polariza aún más a las sociedades. Sobre todo les nubla la vista frente a la crucial distinción entre posiciones democráticas y autoritarias. Entonces parece que vale la pena recurrir a herramientas más precisas para analizar el concepto y la esencia del conservadurismo.

Conservadurismo

La disputa sobre su naturaleza acompaña al conservadurismo desde su surgimiento a principios del siglo XIX. Las otras dos grandes corrientes políticas de la modernidad, el liberalismo y el socialismo, han formado un extenso cuerpo teórico. Sin embargo, determinar y definir el conservadurismo es mucho más difícil. Por un lado, el conservadurismo se ha definido principalmente a través de su demarcación de un movimiento que se percibe como progresista. Esta característica le ha convertido a menudo en un blanco fácil para sus críticos.

Por esto, para la izquierda el conservadurismo desempeña el papel de fondo negativo para sus propias ideas. Conceptos como progreso, emancipación, internacionalismo, antiimperialismo e igualdad se contraponen con los de nacionalismo, racismo, imperialismo y capitalismo. La oposición al conservadurismo para la autodefinición de muchos izquierdistas en América Latina es central. Esto queda en evidencia al mirar las páginas web del Grupo de Puebla, el Foro de São Paulo o la Internacional Progresista.

¿Político conservador? Fuente: Disidentia.

Si bien para los propios conservadores la contraposición también es central para su propia imagen, a menudo se esfuerzan por enfatizar el carácter atemporal del conservadurismo y por definir su propio contenido en forma positiva. Se entiende por conservadurismo un conjunto de ideas universalmente válidas como orden, Estado, familia o normas como la moderación o la prudencia. Así es que el Partido Conservador colombiano, uno de los pocos grandes partidos latinoamericanos que lleva la palabra conservador en su nombre, escribe: «El conservatismo no es dogmático, lo que ofrece es un pensamiento coherente y lógico sobre la vida, acerca del cosmos, sobre Dios, sobre el hombre y la sociedad». El conservadurismo se convierte entonces como tal sólo en un fenómeno antropológico de comportamiento que reconoce estas normas como verdaderas y las adopta y defiende.

Sistema de alerta temprana

Sin embargo, las diferentes formas que adoptó el conservadurismo en la historia muestran por sí solas que es difícil reducirlo a valores fundamentales atemporales. Existió un conservadurismo democrático y otro antidemocrático, uno favorable y otro escéptico respecto al mercado, uno liberal y otro antiliberal. Por lo tanto, lo que es conservador sigue siendo, incluso más que en otros corrientes políticos, resultado de un proceso de negociación constante. La pregunta: «¿Qué significa ser conservador hoy?» conduce directamente al corazón del conservadurismo. Si es posible identificar una constante, ésta es la relación desacelerada y relativizadora respecto al cambio. El conservadurismo confía en la evolución en lugar de la revolución. En este contexto, es absurdo clasificar de conservadores a figuras carismáticas antisistema que prometen un cambio radical y quieren romper con todo lo que ha existido, como lo representa en forma ejemplar el nuevo presidente argentino, Javier Milei.

Más que otros movimientos políticos el conservadurismo dispone de una aguda sensibilidad respecto a los cambios. De esta forma, el conservadurismo se consolida particularmente cuando el consenso político y social se debilita en las sociedades. Este entendimiento considera al conservadurismo emergente como un sistema de alerta temprana. Es también un indicador de crisis para procesos de cambio político y social percibidos como amenazadores.

La brújula correcta

Ya no es necesario un sistema de alerta temprana para percibir los profundos y, para muchas personas, insatisfactorios acontecimientos sociales y políticos en América Latina durante los últimos años. La aprobación de la democracia se ha visto afectada desde hace algún tiempo en muchos países latinoamericanos. Esto lo documenta, el indice de democracia de The Economist. En este contexto, queda claro cuán ineficaz son el reduccionismo y la falsa polarización entre la derecha y la izquierda política en la situación política actual. Este falso dualismo facilita que regímenes autoritarios como los de Venezuela o Cuba, que se consideran de izquierda, se sitúen como parte del «bloque progresista» y, a la inversa, identifiquen a sus rivales políticos como figuras «reaccionarios».

Por lo tanto, la tarea de un conservadurismo que se considere democrático debe ser alinear su brújula más estrechamente con la distinción entre ideas y actores democráticos y autoritarios. Con esto se deja en evidencia la duplicidad de la izquierda. Ya que actores como el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva no temen el contacto con sus compañeros autocráticos en Venezuela, Cuba o Nicaragua. Por otro lado, esa brújula ayuda a diferenciarse claramente de actores autoritarios como Jair Bolsonaro y Nayib Bukele, que se han consolidado del lado derecho como ganadores de la polarización. La respuesta de los conservadores a la pregunta de su naturaleza debería ser preservar la democracia y la libertad.

Jonathan Neu

Jonathan Neu

Representante Adjunto del Programa Regional Partidos Políticos y Democracia en América Latina, con sede en Montevideo de la Fundación Konrad Adenauer en Uruguay. Estudió matemáticas e historia en las universidades de Leipzig y Salamanca. Se especializó en historia de las ideas.

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