Threads, más ruido en la conversación pública

Una aplicación rival de Twitter que viene a reforzar la desinformación en la plaza pública democrática.

Por: Gabriel Pastor19 Jul, 2023
Lectura: 6 min.
Threads, más ruido en la conversación pública
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La conversación pública en torno a la irrupción de Threads como competencia de Twitter estuvo dominada por la rivalidad entre los magnates de los dos grandes emporios tecnológicos mundiales, Mark Zuckerberg y Elon Musk, respectivamente.

Durante semanas, la conversación pública ha girado en torno a la rivalidad entre ambos, al exitoso lanzamiento de Threads el pasado 5 de julio, en la historia de las aplicaciones tecnológicas y la interfaz casi idénticas de las dos redes sociales.

Incluso la disposición de estos emperadores digitales de protagonizar un combate enjaulado en el Coliseo Romano, al estilo de los espectáculos de artes marciales mixtas, es una idea que podría parecer ridícula, pero nunca se sabe cuando los negocios se mueven al ritmo de los clics.

Quizás debido a la capacidad humana de adaptarse a situaciones adversas, es posible que en el surgimiento de Threads haya pasado desapercibido el grave problema contemporáneo que golpea al debate público en democracia, como significa el «calentamiento global» de la plaza pública debido justamente a las redes sociales.

Era una ocasión oportuna para introducir en el debate el papel de aplicaciones como Threads en la comunicación —en el sentido de instrumento para poner en común algo— y en la verdad de la información, como lo expone con sencillez Guadalupe Nogués: «Hay un mundo real ahí afuera que parece comportarse con reglas propias y en el que ocurren cosas. Eso que ocurre son hechos, hechos reales. No existen los hechos alternativos». Pero, en estas semanas, casi nada de ello fue motivo de interés.

Y era una ocasión oportuna también para reafirmar que Google, Facebook, Twitter y, ahora Threads, son empresas publicitarias, un carácter muy legítimo, por supuesto, pero una condición que impide que sean un instrumento a cabalidad de información y de comunicación en la vida social.

Primer round para Zuckerberg

Si la pelea de fondo fuera la competencia de hoy entre Thereads y Twitter, podría decirse que la red social de Zuckerberg, el director ejecutivo de Meta, uno de los conglomerados de tecnología y redes sociales más relevantes del mundo, va ganando la competencia, aunque está lejos de levantar el trofeo.

La novel red social ganó en términos de marketing; las buenas expectativas del negocio que dejan las más de 10 millones de suscripciones en las primeras siete horas de vida o 100 millones en cinco días, reflejan el entusiasmo del estreno, una buena cosecha por la irritación que provoca la gestión errática de Musk en Twitter, que se amplifica en las voces de la corrección política.

Se trata de un número sorprendente de seguidores si se considera que todavía no aterrizó en los países de la Unión Europea por las leyes reguladoras del bloque que chochan con la estrategia empresarial de Zuckerberg en múltiples aspectos.

Irrupción y desafío

El momento de la irrupción de Threads coincide con malas proyecciones de Twitter: baja de usuarios activos, caída de anunciantes y pérdida de valor de la compañía. Además, medidas controvertidas como la introducción de un muro de pago que limita la cantidad de publicaciones que se pueden leer en las cuentas no verificadas.

En un momento desafiante para Twitter, surge un competidor de envergadura. Meta pergeñó la nueva red social desde su aplicación Instagram, que la alimentará y le permitirá potenciar su torta publicitaria. Y aprovechará la sinergia del conglomerado, que incluye, además, a Facebook y WhatsApp, para capturar a cada vez más usuarios.

El buen arranque de Zuckerberg no debería obnubilar otros aspectos a considerar en los próximos rounds. Por ejemplo, el efecto que puede tener el hecho de que Threads es una mera imitación de Twitter y no ofrece a los usuarios ninguna experiencia de comunicación nueva, como en su momento lo hizo TikTok con los videos cortos y en formato vertical.

La periodista Lidia Polgreen, integrante del equipo de opinión de The New York Times, en un reciente episodio de un pódcast de su diario, hizo hincapié en un aspecto de las redes sociales —por lo menos de Twitter— que muchas veces se pasa por alto: la expectativa que hubo en sus inicios de que alentara una conversación pública virtuosa, una posibilidad que el transcurso del tiempo convirtió en una ilusión.

La distracción tecnológica

La colega Polgreen, como tantos usuarios idealistas sobre las redes sociales, ignoraron que las «máquinas maravillosas» que las sustentan, «en lugar de secundar» las intenciones de los navegantes digitales, «se dedican a captar y monopolizar nuestra atención».

El perspicaz análisis de James Williams revela la esencia de plataformas digitales como Threads, que siguen mostrando despiadadamente el enfoque de las redes sociales como instrumentos de persuasión, dirigidos más hacia consumidores que hacia ciudadanos.

Ello significa que están diseñadas específicamente para manipular el comportamiento de los usuarios con el propósito de captar la atención y servirse de ella.

En la economía de la atención que rige en el negocio virtual, los anuncios no son una excepción, sino la regla o, por lo menos, se hace difusa la separación entre la información y el mensaje publicitario.

William, estratega de Google durante diez años y que renunció desencantado, advierte en su libro Clics contra la humanidad. Libertad y resistencia en la era de la distracción tecnológica sobre dos peligros latentes: a corto plazo, la disminución de «la capacidad de hacer lo que queremos hacer»; a largo plazo, impedimentos para «vivir las vidas que queremos vivir».

Se pierde cierto sentido de la libertad si se navega en internet en busca de determinada información u opinión y el internauta se desvía enredado en un laberinto de hilos, en foros muy alejados de su foco de atención inmediata.

Es un error creer que la actitud de dejarse llevar por las ventanas que se abren en las redes sociales es resultante del uso de la libertad humana, pues son aberturas de la pantalla que, como el flautista de Hamelín, buscan hipnotizar nuestra atención.

¿Conversación saludable?

Nada de esto supone demonizar a los inventores de las redes sociales. Creer que se trata de mentes maquiavélicas con el objetivo de hacer el mal, solo sirve para banalizar el problema.

Pero, es evidente que aplicaciones como Threads no animan una conversación saludable para la convivencia democrática, pues producen un ruido ensordecedor que no permite escucharse con atención.

Una plaza pública genuina para un medioambiente democrático saludable exige un respeto por la atención verdadera del usuario, alejada de la cultura del clickbait y con vocación por la verdad como la define Nogués.

Las redes sociales pudieron haber sido una hermosa herramienta democrática, una gran autopista para la construcción de una ciudadanía a la altura de un mundo interconectado y globalizado. A la vez que necesita las raíces que ofrece la nación, para hacer efectiva la autonomía humana, se requieren deberes más allá de las fronteras.

Parecería que ni Zuckerberg ni Musk están interesados en involucrarse en estas cuestiones.

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Gabriel Pastor

Gabriel Pastor

Miembro del Consejo de Redacción de Diálogo Político. Investigador y analista en el think tank CERES. Profesor de periodismo en la Universidad de Montevideo.

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