En Alemania, la cooperación entre la política y la ciencia ha funcionado muy bien durante la crisis del coronavirus. Los gobiernos federales y regionales han estado abiertos a la orientación científica. Las y los científicos se han involucrado en prestar asesoramiento en los ámbitos políticos y públicos.
La ciencia y la política han contribuido, conjuntamente, a que Alemania haya afrontado mejor, en términos sanitarios, la pandemia del SARS-CoV-2 en comparación con países similares. Las medidas políticas basadas en la ciencia, así como la confianza de la sociedad en esta, han conducido al éxito.
La expertise científica no solo es necesaria en la crisis del coronavirus, se la requiere también para superar cualquier gran desafío. Por tanto, la investigación, así como el intercambio entre la ciencia, la sociedad y la política, deben promoverse enfáticamente.
ASESORAMIENTO POLÍTICO ORIENTADO HACIA LA SALUD
« La investigación, así como el intercambio entre la ciencia, la sociedad y la política, deben promoverse enfáticamente. »
Hasta el momento, Alemania ha afrontado bien la epidemia del coronavirus. La cifra comprobada de nuevas infecciones está disminuyendo, el número básico de reproducción (R0) parece estable. Con menos de 200.000 infecciones confirmadas y 10.000 muertes, Alemania ha salido bien librada en comparación con otros países.
La trayectoria del proceso de infección, relativamente positiva, se debe a la cooperación adecuada entre los responsables políticos y los asesores científicos. La política alemana se ha comportado con acierto y sensatez. Se buscó el asesoramiento científico y se le dio seguimiento. Entre la sociedad, las recomendaciones sugeridas para implementar comportamientos preventivos fueron, a su vez, ampliamente aceptadas. Solo desde que la situación se relajó han aumentado las voces críticas: entró en juego la paradoja de la prevención.
A raíz de la propagación del sars-CoV-2, los expertos médicos se involucraron en el asesoramiento político con más intensidad que nunca: en particular virólogos, epidemiólogos, expertos en cuidados intensivos, especialistas en enfermedades infecciosas, médicos higienistas y, por otro lado, comités interdisciplinarios con un sólido enfoque en la medicina y en las ciencias biológicas y naturales.
A continuación, se resumirá el asesoramiento político durante la crisis del coronavirus. Se pondrá el foco en la propagación de la infección y las correspondientes medidas de protección. Otros ámbitos, como la situación de las empresas, familias e instituciones educativas, no serán considerados.
EL PAPEL DESTACADO DE LAS INSTITUCIONES CIENTÍFICAS
Desde el comienzo de la pandemia, las instituciones científicas, así como las y los científicos provenientes de diversos campos médico-biológicos, han ejercido tareas de asesoramiento político con mayor intensidad. Y ello no ya desde un segundo plano, como es usual entre los asesores políticos, sino a plena luz pública, con sus claroscuros incluidos.

El Instituto Robert Koch (rki, por sus siglas en alemán) con su presidente, el profesor Lothar Wieler, se erigió en la institución de asesoramiento líder, con estrechos contactos en el Gobierno federal y una fuerte presencia en los medios. Esto último, ciertamente algo inusual para un organismo federal. A pesar de las críticas particulares, el Instituto Robert Koch no solo ha logrado guiar al Ejecutivo a través de un asesoramiento adecuado, sino que también ha influido en la sociedad desde su autoridad profesional. Sus boletines anunciando los índices de la infección en curso, así como la valoración de la situación en Alemania, generaron una resonancia considerable.
También la Academia Alemana de Ciencias Leopoldina, la academia científica con la existencia ininterrumpida más antigua del mundo — más vieja que la famosa Royal Society— y desde 2008 nombrada Academia Nacional de Ciencias, asesoró a la política. Sus cuatro dictámenes interdisciplinarios específicamente orientados a la crisis del coronavirus plantearon lineamientos fundamentales (Leopoldina, 2020). En la percepción del público ello generó incomprensión y críticas, de forma injusta. La misión y los métodos de trabajo de la Leopoldina difieren de los del rki. La expectativa de recomendaciones lo más simples posibles a menudo entra en contradicción con la complejidad de los problemas.
La Iniciativa Helmholtz «Análisis sistémico-epidemiológico de la epidemia del covid-19» (Helmholtz, 2020) y el Consejo de Expertos del Gobierno regional de Renania del Norte-Westfalia (Expertenrat Corona der Landesregierung Nordrhein-Westfalen, 2020) también fungieron como asesores políticos. La Iniciativa Helmholtz se fijó tareas técnicamente más homogéneas, mientras que el Consejo de Expertos del estado federado renano actuó de manera más política que la Leopoldina. También los enfoques metodológicos difirieron de los de la Leopoldina, y las recomendaciones de ambos órganos fueron, en consecuencia, más concretas.
El Consejo Alemán de Ética también presentó recomendaciones sobre la crisis del coronavirus (Deutscher Ethikrat, 2020). Hubo una gran cantidad de análisis y recomendaciones adicionales provenientes de instituciones científicas, no solo sobre aspectos médicos y sociales (Franzen, 2020a);1 desde que Alemania sobrepasó el pico del coronavirus, también los hubo con una perspectiva económica.
PERSONALIDADES CIENTÍFICAS: LOS VIRÓLOGOS EN PRIMER PLANO
Por lo general, los científicos no ocupan un lugar prominente en la esfera pública alemana. Encuentran un espacio en las páginas que los periódicos dedican a la ciencia y en los programas científicos de la televisión, pero rara vez aparecen en las coberturas políticas o en los informativos televisivos principales. Eso cambió con la crisis del coronavirus. Tres virólogos, en particular, le pusieron voz y rostro a la ciencia: el profesor Christian Drosten, director del Instituto de Virología de la Charité; el profesor Alexander Kekulé, director del Instituto de Microbiología Médica del Hospital Universitario de Halle; y el profesor Hendrik Streeck, director del Instituto de Virología del Hospital Universitario de Bonn.
Christian Drosten y Alexander Kekulé participan regularmente en podcasts con un elevado contenido informativo (ndr, 2020; mdr, 2020). Tan intensa demanda demuestra que esta clase de información y análisis, que a menudo va más allá de su propia área de investigación (Kröning, 2020; Focus, 2020), es deseada por el público.
Christian Drosten ejemplifica la ciencia durante la crisis del coronavirus como ningún otro. Es un científico reconocido y un asesor político confiable (Spinney, 2020). Cuando se lo describe como «uno de los hombres más influyentes de Alemania» (Sieber, 2020; wdr, 2020; Franzen, 2020b; Kaddor, 2020) es, por supuesto, una exageración desmesurada, aunque con ella se lo honre. En Drosten se conjuntan la experiencia investigativa sobre el coronavirus, su habilidad para comunicar interrelaciones complejas de forma comprensible, y su disposición a participar en la, a veces difícil, discusión con la política y el público.
Durante la pandemia del coronavirus, los virólogos se han convertido en interlocutores habituales. Debe señalarse, críticamente, que las preferencias mediáticas por ciertas personalidades y áreas de especialización no hacen justicia a la diversidad de la investigación más relevante en Alemania.
¿QUÉ PUEDE LOGRAR UN ASESORAMIENTO POLÍTICO CON BASE CIENTÍFICA?
Durante la crisis del coronavirus, el asesoramiento científico de la política ha jugado un papel más importante que en épocas normales. Asimismo, ha sido más ampliamente percibido por el público (Polisphere, 2020). Aun así, ambas áreas —la política y el asesoramiento de la política— deben permanecer claramente separadas. Entre la ciencia y la política existe una división del trabajo: los científicos aconsejan, los políticos deciden. Una mezcla de las tareas durante la crisis del coronavirus no hubiese sido eficaz y habría contradicho las reglas democráticas.
La ciencia es responsable de la exactitud de los resultados de investigación que se utilizarán como base para el asesoramiento político. Asimismo es responsable de identificar y verificar los datos, de manera de asegurar la fiabilidad y solidez de las declaraciones de los responsables políticos. El asesoramiento político basado en evidencia científica debe fundar sus recomendaciones en hechos. O debe declarar, explícitamente, que no existe una base de evidencia suficiente. Durante la crisis del coronavirus muchas cuestiones relevantes han carecido de datos basados en evidencia pues, o bien las investigaciones científicas no han concluido, o bien, de cara a la complejidad del problema, no puede haber una respuesta empíricamente inequívoca. Por lo tanto, en muchos casos, el asesoramiento científico de la política se debe extrapolar: extrae conclusiones sobre el caso actual en cuestión a partir de casos comparables y, con base en ello, formula recomendaciones políticas. La evidencia sólida es reemplazada por la plausibilidad.
Incluso datos duros como las cifras de infección y reproducción o la cantidad de muertes por el coronavirus, datos proporcionados con regularidad por parte del rki o la Universidad Johns Hopkins, son menos concluyentes de lo que parecen a primera vista, pues dependen, por ejemplo, de los métodos de medición. Otros hallazgos que no se pueden medir con precisión, demandan estimaciones. A esto hay que sumar errores de medición en función del método. Por ende, no debería sorprender que las cifras publicadas se corrijan con posterioridad o se anuncien cambios metodológicos (Palmer, Kubicki y Castorf, 2020).
« El asesoramiento político basado en evidencia científica debe fundar sus recomendaciones en hechos. »
Y por último, pero no menos importante, los científicos también cometen errores (Kümmerer y Schmid-Johannsen, 2020). Estos no siempre se pueden evitar. No obstante, los involucrados deben ser conscientes de que los errores debilitan la confianza de la política y del público en la ciencia. Propensos a errores son, en particular, aquellas pruebas realizadas al calor del momento (Schumann y Lüdemann, 2020). En situaciones de suma urgencia se debe sopesar con cuidado entre la rapidez o la precisión.
Del asesoramiento científico en el ámbito político se esperarían recomendaciones científicas que fuesen más allá de lo meramente empírico y con base en las evidencias. Pronósticos sobre cómo se desarrollará la pandemia y qué medidas serán necesarias para relajar gradualmente el confinamiento sin propiciar una segunda ola, pertenecen al ámbito del conocimiento incierto. La ciencia no puede recurrir a hechos concretos. Al igual que la política, la ciencia se está moviendo en un territorio inexplorado y sin garantías. Previsiones científicas diferentes conducen a discusiones sociales. Así, durante la crisis del coronavirus también han tenido lugar controversias sobre el comportamiento correcto durante la crisis y el camino adecuado para salir de ella.
EL CONSEJO DE EXPERTOS: LA DIVERSIDAD DE PERSPECTIVAS
La tercera declaración de la Leopoldina con recomendaciones ad hoc sobre el regreso a la normalidad recibió mucha atención (Leopoldina, 2020). De ella saldría un concepto general con el cual guiar a la sociedad fuera de la crisis. Las recomendaciones formuladas por el grupo de trabajo interdisciplinario fueron recibidas con mucha expectativa por los políticos y condujeron a una intensa discusión social (Kaube, 2020).
Con sus recomendaciones políticas, la Iniciativa Helmholtz siguió un enfoque distinto al del grupo de trabajo de la Leopoldina. La Iniciativa Helmholtz no trabaja de forma interdisciplinaria, sino «desde la perspectiva de la inmunología sistémica y la epidemiología propia de la Asociación Helmholtz». Además, utiliza una metodología más rigurosa para elaborar un modelo «del curso futuro de la epidemia a partir de escenarios distintos de la relajación del confinamiento». Las y los autores de la Iniciativa Helmholtz señalan explícitamente que se deberán tomar decisiones políticas «sin poder recurrir a una base de conocimientos sólida y segura» (Helmholtz, 2020).
Casi simultáneamente, a finales de abril de 2020, se publicó el documento Estrategias para contener la pandemia del covid-19, por los presidentes de las cuatro principales organizaciones científicas alemanas: la Sociedad Max Planck, la Sociedad Fraunhofer, la Asociación Helmholtz y la Asociación Leibniz (Pfützner, 2020).
También el Consejo de Expertos del estado federado de Renania del Norte-Westfalia presentó sus recomendaciones políticas. Con base en un modelo de tres fases, las recomendaciones incluyeron futuras pautas fundamentales de actuación durante la crisis del coronavirus. El Consejo de Expertos se refirió, a su vez, a la falta de base fáctica y a la necesidad de tomar «decisiones arriesgadas en condiciones de incertidumbre» (Expertenrat Corona der Landesregierung Nordrhein-Westfalen, 2020).
Los comités mencionados son ejemplo de la variedad de consejos con base científica de los que los políticos han echado mano. Ni la polifonía de voces ni las controversias generadas por ella deberían malinterpretarse como un déficit. Para encontrar soluciones viables a problemas complejos, como los que han tenido lugar durante la crisis del coronavirus, quizás este sea el único camino correcto a seguir.
¿QUÉ TAN SUSCEPTIBLE DE ASESORAMIENTO ES LA POLÍTICA?
El asesoramiento científico de la política sólo tiene éxito si ambas partes, la ciencia y la política, funcionan adecuadamente. En situaciones de incertidumbre, una política sensata recurre a la ciencia como consejera (Krott y Böcher, 2020). Sin embargo, aquella no sigue todas las recomendaciones, sino que las evalúa y elige entre ellas. Y asume la responsabilidad.
Durante la crisis del coronavirus, los actores políticos han absorbido con éxito las recomendaciones de la ciencia, han sopesado los consejos opuestos y de dicha polifonía han extraído conclusiones dirigidas a la acción política.
Más allá de Alemania, la gran receptividad de la canciller Angela Merkel hacia la ciencia y la investigación fue objeto de consideración positiva, por ejemplo del diario británico The Guardian: «La canciller está extremadamente bien informada. Ayuda el que sea una científica y sepa manejar los números. Pero creo que, principalmente, se trata de un rasgo de su carácter: su consideración y su capacidad para reconfortar. Quizás uno de los rasgos más distintivos de un buen líder sea que no utiliza la situación presente como una oportunidad política. El líder sabe lo contraproducente que sería» (Spinney, 2020).
La canciller enfatizó la importancia de la ciencia en su actuar político (Merkel, 2020). También el ministro de salud, Jens Spahn, se mostró abierto a los consejos de los científicos (Welt, 2020). A nivel de los estados federados hubo, asimismo, una clara conciencia de la necesidad de más resultados y datos con base científica para elaborar un «plan de actuación que concilie la libertad y la salud, el bienestar económico y la protección de las personas» (ndr, 2020).
El que Alemania haya gestionado hasta el momento tan bien la epidemia se debe a una cautelosa acción política. Los científicos ofrecen buenas ideas y resultan consejeros adecuados, pero ello no los convierte en mejores políticos (Römmele y Braun, 2020). La colaboración entre la política y la ciencia para contener el proceso de infección fue tan exitosa porque se respetaron las competencias de unos y otros.
« El asesoramiento científico de la política sólo tiene éxito si ambas partes, la ciencia y la política, funcionan adecuadamente. En situaciones de incertidumbre, una política sensata recurre a la ciencia como consejera. »
EL PAPEL INTERCESOR DE LOS MEDIOS
El asesoramiento científico nunca está libre de la influencia de factores externos (Jauch, 2020). En particular, los medios juegan una función intercesora. Transmiten al público los resultados de la investigación de manera comprensible. Durante la crisis del coronavirus ello ha sucedido de forma ejemplar. Las noticias provenientes de las investigaciones en curso no solo fueron recogidas por los enclaves científicos, sino que se abrieron hueco, también, en los noticieros principales. Algunos traspiés mediáticos (Piatov, 2020; Bild, 2020) no menoscaban el efecto positivo. La crisis del coronavirus demuestra cuán importante es el buen periodismo científico. En una sociedad como la nuestra, fuertemente marcada por los desarrollos científico-tecnológicos, los enclaves científicos deben fortalecerse aún más en tiempos poscoronavirus.
Como nunca antes, los resultados de las investigaciones, así como las personalidades científicas, se han situado en el foco de la atención pública. Se han corregido las representaciones incorrectas de los científicos como cerebritos anónimos de probeta (Orzessek, 2020). Cuando, por el contrario, se los ha calificado de supermanes o cancilleres tras bambalinas, ello es completamente exagerado y conduce a malentendidos e interpretaciones erróneas (Deutschlandfunk, 2020). Con todo, dicha atención ha ayudado también a corregir un déficit perceptivo que la ciencia tenía frente al público en general y ha reconstruido la confianza del público en ella (Menhart, 2020; Wissenschaft im dialog, 2020).
Estas son buenas condiciones para un futuro en el que no seremos inmunes a las crisis globales, y la ciencia —en su vertiente investigativa y consultiva— se verá desafiada una y otra vez.
* Artículo publicado originalmente en la serie Analysen & Argumente, n.º 394, de la kas, en junio de 2020.
Traducción: Juan Carlos Gordillo
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1 El debate público ha carecido, hasta ahora, de un artículo sobre las consecuencias de la crisis del coronavirus desde un punto de vista sociológico.