El tiempo de la fe ciega en la prensa ha llegado al ocaso. La desconfianza avivada desde la política y los ciudadanos volcados a las redes no tienen límites cuando se trata de criticar y también desinformar. Los medios y los periodistas están cometiendo errores y muchos. Pero también están tratando de mantener viva la esencia del oficio y no es fácil.
La ética en el periodismo no está en debate ni es una elección. Los desafíos son diarios y no tienen salidas únicas. Hay necesidad de reflexión. Seguir el sensacionalismo de la noticia con réditos inmediatos o contribuir a la construcción de sociedades y democracias más estables, no pareciera una dualidad razonable, aunque hay muchos matices en la cotidianidad del oficio. La colombiana Yolanda Ruiz, maestra del periodismo, columnista y responsable del Consultorio Ético de la Fundación Gabo sabe muy bien de esto.
Era digital
¿El periodismo de hoy vive una crisis ética?
—Pasa como en todos los gremios, hay trabajo muy bien hecho y hay trabajo muy mal hecho. La era digital nos abrió una oportunidad inmensa para que miles de periodistas puedan tener sus propios medios y canales. Pero, al mismo tiempo, ha puesto en evidencia y de manera muy grande los errores que se cometen y los problemas éticos. Es un terreno abonado para lo bueno y lo malo porque exacerba las emociones y el periodismo se tiene que hacer con razones y argumentos.
En la era de la inteligencia artificial, ¿los periodistas se apoyan más en la tecnología que en sus propios criterios o principios para ejercer el oficio?
—Las herramientas son muy buenas y están permitiendo muchas cosas, pero tienen los riesgos evidentes de que se privilegia la forma sobre el fondo. El trabajo del periodista, hay que decirlo, siempre ha estado mucho en la superficie en la medida en que hablamos de todo y no sabemos de nada. Pero nuestro trabajo es investigar cada tema, buscar distintas opiniones, contexto, datos, estadísticas. Este trabajo digital de hoy, en el que los periodistas, además, se han convertido en influencers, termina jalando un poco hacia esos escenarios en los que se está buscando más clics, más me gusta. Eso se convierte en un incentivo perverso, porque el periodista tiene que hacer lo que tiene que hacer, aunque a la gente no le guste.
Y tiene que hacer y decir lo que a la gente no le gusta y ahí viene también el escenario del matoneo hacia los periodistas con críticas demasiado fuertes a la falta de ética, pero también de manera injustificada. Las redes generan una polarización que hace que la gente busque aquello que le confirma su prejuicio; que le diga lo que quiere oír y no necesariamente la verdad. Es un escenario muy difícil porque todo está hecho para que retroalimente la emocionalidad. Ese también es un elemento para la crisis de la democracia.
Política y buen periodismo
En un contexto de polarización, ambientes electorales cada vez más violentos y un ruido mediático ensordecedor, ¿en qué se debe apoyar el periodista cuando hay más presiones del poder?
—Yo siempre digo que ante la duda, periodismo. Es una frase que he aprendido de un colega. Hay que aplicar los criterios tradicionales y el rigor del periodismo aunque se trabaje en el universo digital. No mentir deliberadamente es elemental. Si tienes dudas no la publiques hasta que estés plenamente segura.
Y actualizarse permanentemente. Tengo cuentas en todas las redes y trato de hacer periodismo en ellas, intento hacer lo que el periodismo enseña: confirmar, dar contexto, decantar. Y si te enfrentas a la política, el periodismo te invita a ser responsable a la hora de informar, a ser equilibrado. No es lo mismo ser objetivo porque la objetividad no existe. Uno de los grandes problemas del periodismo de hoy es sacar de contexto los hechos. Justamente, ese pedacito de vídeo que publicas es algo que se volvió viral y se convierte en una noticia sin saber qué pasó antes o después. El contexto lo es todo y lo hemos perdido.
¿Qué límite se debe poner entre el periodismo y la política?
—Hay una línea muy delgada entre cumplir los estándares éticos dentro de un línea editorial y pasar a hacer política o propaganda política. Tú haces periodismo desde tu sesgo, puede ser de centro, de derecha, liberal, conservador, confesional, ateo, en fin. El periodista reconoce que hay otras miradas, opiniones, interpretaciones de los hechos y las registra. El que cruza la línea comienza a tergiversar la realidad dejando que sea su prejuicio el que prime. En los medios se ve hacer apología política, por decir algo, aunque muchas veces con buenas intenciones, los periodistas dicen: ‘Es terrible lo que está pasando con este gobierno, con este candidato, con esta situación y yo tengo que salvar la democracia’. Y en el camino terminamos perdiendo una de las esencias de la democracia que es el ejercicio del buen periodismo.

Coberturas polémicas
Un tema desafiante para abordar es el narcotráfico. Hay presiones por conseguir más rating, más audiencia, pero también una responsabilidad al dar cabida a fuentes tan controversiales. ¿Cómo encarar este tipo de entrevistas o coberturas?
—Al narcotráfico, como todo fenómeno de violencia, hay que asumirlo con suma responsabilidad por el impacto que tiene en la sociedad. Yo creo que no hay fuentes vedadas, de hecho yo entrevisté a Pablo Escobar hace muchos años. Lo que sí debe tener claro el periodista es para qué habla con una fuente que está en la ilegalidad. No necesariamente narcotraficantes, pueden ser personas acusadas o con procesos de corrupción. Son decisiones editoriales que, en principio, se deben discutir al interior de los medios de comunicación: qué ‘pacto’ —entre comillas— o no pacto con la fuente.
Lo que no se puede hacer es pactar con la fuente la edición o el enfoque de una entrevista. Hay colegas que lo hacen. Pero, a mi juicio, no puedes pactar lo que tú vas a decir porque en ese punto puedes ayudar a lavar la imagen de un delincuente o convertirte en un propagandista de la delincuencia. Debes pensar con qué otras fuentes vas a confirmar, de qué manera vas a contrastar. Que no te metan los dedos en la boca y no te utilicen porque es lo que puede pasar con cualquier fuente, pero sobre todo con las que están en la ilegalidad. Debemos plantearnos esas preguntas, saber cómo responderlas y entender que no hay una respuesta única.
Criterio personal
Cada caso tiene su complejidad, ¿cómo se asumen estas decisiones difíciles?
—Creo que no hay fuente vedada, pero yo misma en mi fuero interno he aplicado vetos a fuentes con las que no sería capaz de hablar. Aquí (Colombia) tuvimos un asesino y violador de niños, y a veces conversando con colegas digo nunca entrevistaría a (Luis Alfredo) Garavito. No me sentiría en la capacidad de abrir el micrófono para respetar lo que él tenga que decir o tratar de entender porque no quiero entender. Hay unas decisiones muy personales, pero la sociedad ni el periodismo pueden cerrar las puertas a ninguna fuente, ya lo que viene después es cómo lo haces. El trabajo del periodista es un servicio a la sociedad y en ese camino nos podemos equivocar o acertar.
Desafíos para la democracia
¿Cómo impacta la falta de ética en la democracia?
—El periodismo responsable y libre es uno de los pilares que sostiene la democracia. Esta era nos está abriendo muchas oportunidades para la proliferación de medios. Obviamente, si la ética falla es un problema inmenso para la democracia. Si se pierde la confianza en la prensa como en la justicia o en los organismos de poder, la sociedad misma puede colapsar. Hoy no sabemos qué es verdad y qué es mentira, por lo que circula en redes, por los algoritmos, por la inteligencia artificial. No sabemos si esto que estamos viendo es real o no es real, no sabemos si la prensa miente o no. Antes, de alguna manera, la gente decía ‘lo vi en la prensa, lo oí en la radio’, y era como un sello de fiabilidad y calidad. Eso, por supuesto, ayuda a minar la confianza que se tiene en la democracia y es tremendamente grave.