La izquierda autoritaria latinoamericana representada por el Grupo de Puebla y el Foro de São Paulo tiene en el Partido Comunista chino (PCCh) a un nuevo aliado. China apuntala así su influencia en América Latina. En apenas 25 años, se ha convertido en un jugador principal en la región gracias a sus inversiones, al volumen de comercio, a la concesión de préstamos y a la construcción de infraestructuras. Este poderío económico le concede ya un peso considerable.
Suma una estrategia de poder blando en la que invierte ingentes recursos financieros y humanos para difundir una imagen positiva de China, legitimar internacionalmente al PCCh, impulsar sus objetivos de política exterior y tener una red de aliados influyentes en la región.
Detrás de la melodía de seducción lo que hay es dinero. Proyectos académicos, alianzas con medios y partidos políticos, becas, capacitaciones y viajes a China con gastos pagados. El objetivo no es otro que exponer a personas influyentes y a potenciales aliados a la propaganda del régimen. Una parte de estos esfuerzos son legítimos. Otros, como monopolizar el discurso sobre China, silenciar las críticas o censurar voces disidentes, incorporan la nocividad de su sistema autoritario.
Esfuerzo coral
Este despliegue de recursos implica un esfuerzo coral. Participan el PCCh, distintos órganos del Estado e instituciones y entidades más periféricas en la estructura del Partido-Estado. Muchas veces son percibidas por sus interlocutores latinoamericanos como parte de la sociedad civil china. Think tanks, universidades, empresas, asociaciones de amistad, medios de comunicación.
No sería exacto catalogarlas como núcleo del régimen, pero obviamente no son independientes. No existe en China nada parecido a una sociedad civil como se entiende en el mundo libre. Esta interlocución acontece en medio de un desconocimiento general de las élites sobre China. Élites, en especial las políticas, que no solo se vinculan con Pekín por incentivo económico sino muchas veces también por afinidad ideológica con el PCCh y por su sentimiento antiestadounidense.
Aparte de lo anterior, desde hace dos décadas el PCCh practica en la región una diplomacia silenciosa con partidos políticos de toda ideología. Celebra encuentros habituales a puerta cerrada y establece vínculos estrechos sin transparencia ninguna. Más recientemente, el PCCh tiene nuevos aliados: el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla. Los partidos y mandatarios de la izquierda autoritaria y populista latinoamericana que promueven el socialismo del siglo XXI y la consolidación de una hegemonía izquierdista en la región.
Galaxia rosa
La naturaleza autoritaria de ambas plataformas, que incorporan también a actores del ámbito jurídico y académico, se describe a la perfección en La Galaxia Rosa: Cómo el Foro de São Paulo, el Grupo de Puebla y sus aliados internacionales socavan la democracia en América Latina, el nuevo libro de Sebastian Grundberger, director para América Latina del programa de partidos políticos de la Fundación Konrad Adenauer. “Detrás de su fachada progresista, la galaxia rosa socava los principios de la democracia liberal”, explica.
Esta alianza llega en mal momento porque es un peligro evidente para la democracia en medio de los datos que arrojó el Latinobarómetro de 2023. Solo el 48% de los latinoamericanos apoya la democracia, 15 puntos menos que en 2010. Un 28% considera que da igual vivir bajo un sistema democrático o autoritario y, más preocupante, el 54% cree que no importa que sea no democrático “si resuelve los problemas”.
Enemigo común
En este contexto, camaradas de alto rango del PCCh han participado desde 2020 en los encuentros de la galaxia. Pekín da su beneplácito como interlocutores a dos plataformas hermanas en las que abundan los exmandatarios salpicados por la corrupción. Además tienen deudas pendientes con la justicia y abogan por la toma de las instituciones del Estado con la falsa legitimidad de las urnas. Son los mismos que blanquean a las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua mientras censuran a las democracias.
En realidad, esta alianza se fragua con el propósito principal de combatir y poner en jaque al enemigo común: Estados Unidos. Lo dijo uno de los ideólogos del movimiento, que incorpora a otras autocracias como Rusia. El expresidente español Rodríguez Zapatero expresó que hay que poner a Estados Unidos “en una situación imposible”.
China aplaude. Enfrascada en un pulso ideológico y geopolítico contra Occidente, con pandemia, la crisis de Hong Kong, la guerra comercial y el incierto futuro de Taiwán como telón de fondo, su vínculo con un movimiento político que en 2019 tenía el poder en una mayoría de países de América Latina se antoja como un gran paso adelante en su objetivo de ampliar su influencia en la región y arrastrar a su órbita a los aliados del sur global que no quieren un mundo basado en reglas.