Una vez superada la pandemia, uno de los retos que afrontan los Estados es el de mejorar la situación precaria en que quedaron las mujeres. Ellas son más del 50 % de la población mundial, y en Latinoamérica especialmente, los desafíos de camino hacia la igualdad, son muchos.
Quizás una de las lecciones más importantes para el diseño de políticas públicas es la necesidad de pensar desde una visión incluyente, que tome en cuenta las necesidades de las mujeres. Es decir, pensar en clave femenina también.
Las más afectadas
En la región latinoamericana, en los últimos años ha crecido aceleradamente el porcentaje de mujeres cabezas de hogar. Las familias monoparentales están conformadas en su mayoría por mujeres y sus hijos. Ellas, además, por lo general no siempre tienen el apoyo de sus exparejas, con lo cual el peso de una supervivencia digna para sus hogares recae básicamente sobre sus hombros.
En las poblaciones rurales, el covid-19 afectó mucho más a las mujeres, porque allí la pobreza constituye un factor adicional que hace más difícil su situación económica. Los contextos de desigualdad, crisis laboral, inseguridad y abuso en donde se desenvuelven, se profundizaron en este tiempo.
Mujeres y pérdida de empleo
En esa línea, la pérdida de empleo fue el problema más importante producido por la pandemia. Dejó un impacto fuerte en la economía doméstica y ha provocado que, en tiempos de pospandemia, se levanten alarmas sobre la necesidad de generar sistemas en varios niveles para ayudar a las mujeres a recuperar su equilibrio económico.
Según Naciones Unidas, un 59 % de las mujeres en la Latinoamérica y el Caribe tienen un empleo informal. Con el covid-19, el cierre temporal de las escuelas y el distanciamiento social, aumentó la carga de trabajo doméstico. Esto les provocó una dificultad enorme para mantener un trabajo remunerado y sostener un trabajo informal que les permitiera afrontar apropiadamente las necesidades del hogar.
En el Ecuador, por ejemplo, la situación no fue diferente. Las cifras que se levantaron en estudios serios como el de la Corporación de Estudios para el Desarrollo sobre empleo femenino, imponen enormes retos para los gestores de políticas públicas, para que en el corto plazo puedan plantar medidas de inclusión laboral y económica.
Se agravó la violencia
Por otro lado el encierro también incrementó el índice de violencia doméstica hacia ellas. El estar encerradas con sus agresores provocó el aumento de casos de agresiones, al igual que los feminicidios. Ciertamente, la pandemia desnudó el agravamiento de la violencia en la sociedad y la ausencia de sistemas de protección que brinden, desde el Estado, asistencia a las mujeres, niños y niñas víctimas de violencia.
Las cifras a continuación ejemplifican el impacto de la pandemia sobre el empleo femenino en el Ecuador.

Ecuador: desempleo y pobreza en mujeres
Tomando en cuenta que ya antes del 2020 en el Ecuador las mujeres vivían una realidad de brechas sociales y económicas con los hombres, es claro que la pandemia agravó la situación. Las micro y pequeñas empresas fueron las más golpeadas en 2020, y este es el sector principal en el que se desenvuelven las mujeres ecuatorianas. Igualmente, las mujeres perdieron más empleos en las áreas de servicios de restaurantes y enseñanza de primaria y secundaria.

Durante la pandemia, se perdió un 61% del empleo femenino. Las provincias de Pichincha, Guayas y Azuay, cuyas ciudades capitales son las más grandes del país (Quito, Guayaquil y Cuenca), sufrieron la mayor parte de esa pérdida.

En Ecuador, las mujeres son mitad de la población y quienes tienen la menor tasa de empleo adecuado. No hay duda de que la pandemia significó la precarización de las mujeres en general y esto provocó una profundización de la situación de aquellas en estado de vulnerabilidad. Una triste consecuencia de esto fue el aumento de la pobreza en términos generales en el país, y, particularmente, en los casos individuales, ya que menos mujeres aportaron económicamente a sus hogares. Aquellas que afrontaban solas las responsabilidades del hogar vieron empeorada su situación, de por sí frágil.
Políticas inclusivas
De todo esto, quizás la lección aprendida más importante es la necesidad de que la economía de los países se construya con más políticas inclusivas, que promuevan el trabajo femenino y el emprendimiento laboral especialmente para ellas. Además, es necesario que se impulse de forma seria la construcción de sociedades más justas, con estructuras menos estereotipadas, que puedan promover más a las mujeres por fuera de sus roles y mejorar su calidad de vida, impulsándolas a alcanzar objetivos profesionales y empresariales.
Bajar la informalidad y mejorar los números del empleo adecuado son desafíos difíciles de lograr, tanto para hombres como para mujeres, especialmente en contextos como los de la región. No obstante, queda claro que, si queremos mejorar la economía de los países, debemos poner a las mujeres en la primera fila de las oportunidades, porque a mayor equidad para ellas, mayor progreso para todos.
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