Uno de los atributos positivos que destaca buena parte del electorado argentino sobre Javier Milei, incluso quienes no lo votaron, es está haciendo lo que dijo que haría en campaña. Esto es, aplicar la “motosierra” al gasto público, desregular todo lo posible, abrir la economía y normalizar la macroeconomía.
Eso, sumado a su carácter vehemente y disruptivo, convence a muchos de que es un personaje genuino y auténtico. Lo ven como alguien que busca diferenciarse de los “políticos tradicionales” que dicen una cosa en campaña y después hacen otra. Como se dice en inglés, what you see is what you get (lo que ves, es lo que obtendrás). En la era de las redes sociales, ser y parecer es cada vez más valorado por el electorado contemporáneo. Cada uno a su estilo, lo mismo tratan de expresar Donald Trump, Nayib Bukele y Daniel Noboa.
Siguiendo este razonamiento, se podría decir entonces que el Milei candidato es prácticamente igual al Milei presidente. Su estilo, su energía, su ofensiva permanente, su manera de comportarse frente a las formalidades y su lenguaje soez no se han visto limitados por lo protocolar o las reglas que imponen determinados ámbitos. Al menos, en la mayor parte de los casos. Sin embargo, cada norma tiene sus excepciones y es interesante marcarlas para comprender el fenómeno político.
Aprendizajes de Milei
Entre el Milei de campaña y el presidente hubo una transformación en la praxis política. El libertario comenzó con un traspié legislativo al pretender aprobar la Ley Ómnibus, un mega proyecto que incluía un amplio paquete de reformas económicas y estatales. Ese intento fracasó a los 60 días de asumir el cargo. Esto dio paso a un aprendizaje pragmático en distintos aspectos y, así, llegó a concluir su primer año de gestión con un balance positivo. De este modo, Milei ganó tiempo para encarar con éxito la elección legislativa de medio término de fine de octubre. Siempre debe recordarse que este es el gobierno más débil desde el retorno a la democracia en 1983, con pocos legisladores y ningún gobernador en un sistema federal.
Con ese aprendizaje pragmático logró aprobar una versión más modesta de la Ley Ómnibus, que se transformó en la Ley Bases. El equipo político del gobierno se relacionó de otra manera con gobernadores y legisladores dialoguistas. Recurriendo al natural “toma y daca” que tanto repudiaba el presidente, se aprobó el primer gran examen en el Congreso. Ese realismo político le permitió concretar otras reformas relevantes. Por ejemplo, la suspensión de las primarias abiertas y el cambio de la papeleta de votación por la boleta única de papel. Además, evitó que le tumbaran dos vetos presidenciales. Hace pocos días blindó legalmente su decreto de necesidad y urgencia respecto al acuerdo con el FMI.
Milei también tuvo prudencia cuando se enfrentó a temas que contradecían a su propio público, como el debate sobre el presupuesto de las universidades públicas. En este y otros casos, se retiró de la discusión para no generar costos políticos innecesarios.

Del dogmatismo al pragmatismo
Más allá de que el presidente Milei a veces se empeña en lo que él llama “batallas culturales”, también hizo giros sobre cuestiones tan importantes como su visión de China. Pasó de concebirla como una dictadura comunista a verla como personas que quieren invertir. O, su posición frente a la invasión rusa a Ucrania, tratando de sintonizar con las políticas internacionales de Trump.
Dicho abandono del dogmatismo por el pragmatismo no le produjo costos políticos en la mayoría de la opinión pública, que alaba sus resultados económicos. Sin los mismos, su apego filosófico no le serviría de nada. Debe tenerse en cuenta que el grueso de la sociedad no mutó ideológicamente, sino más bien hizo una apuesta de riesgos por alguien que no tenía experiencia política, ni de gestión estatal.
Milei tuvo desde fines de enero una serie de traspiés políticos con base en errores no forzados. Desde el discurso de Davos de este año, polémico incluso en el ámbito de referencia, atravesó sucesos que lo llevaron a estar a la defensiva. Por ejemplo, el Cryptogate, la polémica de su consultor de cabecera con un diputado opositor y el nombramiento en comisión de dos jueces de la Corte Suprema. Siempre se dice que a un líder se lo conoce en situación de crisis, no en período de bonanza. Pues esta situación de corto plazo es novedosa para este gobierno y abre una serie de interrogantes acerca de cómo procesará y reaccionará el mandatario ante la adversidad.
Por ahora conocemos a un Milei dogmático que ha ido mutando en uno pragmático, siguiendo las grandes líneas de su filosofía económica, en el marco de un balance positivo. Ahora, resta ver cómo será el personaje que deba navegar con viento en contra.