Uruguay ha sido un país predecible desde la restauración democrática en 1985. Tanto la estabilidad macroeconómica como el sólido sistema de partidos constituyen un activo invaluable que llevó a que el país sea reconocido como una democracia plena a nivel mundial. Sin embargo, estos logros no han sido suficientes para avanzar de manera sostenida hacia el desarrollo.
En la década que termina, la economía uruguaya creció a una tasa promedio del 1,1% anual. Muy por debajo del 5,5% registrado entre 2005 y 2015, período favorecido por condiciones externas excepcionales. Establecer las bases para un crecimiento sostenido e independiente de factores exógenos debe ser la principal prioridad de la nueva administración de Yamandú Orsi. El presidente electo del Frente Amplio (FA) asumirá este sábado 1 de marzo.
Fue electo como candidato con el respaldo explícito del expresidente José Pepe Mujica, el exguerrillero devenido en figura de referencia posmoderna. En el Parlamento, el nuevo gobierno tiene mayoría en el Senado y le faltan apenas dos votos para alcanzarla en la Cámara de Diputados, lo que sugiere una gobernabilidad sin grandes sobresaltos. Aunque los politólogos se preguntan qué alianzas podrán construirse para aprobar proyectos que tengan un impacto en las necesidades que atraviesa el país.
Crisis demográfica, el problema ignorado
Paralelamente, el nuevo gobierno deberá atender el descenso sostenido de la población, un fenómeno con profundas implicancias en el futuro del país. Según el censo de 2023, Uruguay tiene apenas 3.499.451 de habitantes. La tasa de fecundidad continúa en declive, situándose en 1,24 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo generacional.
El crecimiento poblacional de los últimos doce años ha sido prácticamente nulo, con una tasa anual de apenas 0,2 %. Mientras tanto, la expectativa de vida alcanza los 78,3 años, lo que, sumado a la baja natalidad, acelera el envejecimiento de la población. Esta tendencia afecta la estructura del mercado laboral, el sistema previsional y las perspectivas de crecimiento económico.
Uruguay parece seguir la senda de los países desarrollados con poblaciones envejecidas, pero sin los niveles de productividad o innovación que compensen la falta de crecimiento demográfico. Aunque la inmigración ha cambiado su composición —con un flujo cada vez mayor desde Sudamérica y el Caribe—, es insuficiente para revertir la tendencia. Si el estancamiento económico ya era evidente, la dinámica demográfica lo refuerza con igual falta de vitalidad. No obstante, este problema sigue sin ocupar un lugar relevante en la agenda de prioridades del gobierno, como tampoco lo hizo en administraciones anteriores.
El desafío de manejar la interna
Uno de los principales retos de Orsi será gestionar la diversidad ideológica dentro del FA. Se trata de una coalición de izquierda fundada en 1971 que agrupa sectores con visiones muy distintas: comunistas, extupamaros, socialistas, liberales de izquierda, socialdemócratas e independientes. Además, la influencia de los movimientos sociales y del poderoso sindicato PIT-CNT, presidido por un dirigente comunista, representa un factor de presión constante.
Algunas facciones del FA mantienen una visión anclada en los 60, como si la caída del Muro de Berlín nunca hubiera ocurrido. Otras, en cambio, buscan una renovación alineada con figuras como el presidente chileno Gabriel Boric. Existen posturas divergentes sobre regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela o el modelo cubano. Aunque hay consenso en la admiración por Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y el rechazo a figuras como Donald Trump de EEUU.
En materia de política exterior, Brasil y la diplomacia de Itamaraty parecen ser el modelo a seguir por Orsi en el Mercosur y en la estrategia de apertura comercial. La atracción de inversiones y la conquista de nuevos mercados siguen siendo una deuda pendiente de Uruguay, que necesita mayor flexibilidad dentro del bloque regional sin comprometer su estabilidad. La concreción del Tratado de Libre Comercio anunciado entre Argentina y EEUU bajo la gestión de Javier Milei será un factor clave en este escenario.
Otro desafío clave para el nuevo gobierno de izquierda será contener el avance del narcotráfico y su espiral de violencia, una realidad palpable en varios barrios marginales de las principales ciudades. Los casos de Ecuador y Rosario, en Argentina, demuestran que la situación puede descontrolarse de manera abrupta. Aunque Uruguay aún no enfrenta ese escenario, la seguridad es la principal preocupación de la ciudadanía hace 15 años. Y, si bien los índices delictivos no empeoraron durante el gobierno de Lacalle Pou, la situación carcelaria y la lucha contra la violencia requieren reformas urgentes y consensos nacionales.

Presión sobre el equipo económico
Navegar entre dos gigantes —Argentina, bajo la conducción de Milei, y Brasil, liderado por Lula— supone un desafío diplomático y comercial para la Cancillería uruguaya. Será fundamental adoptar una postura pragmática y profesional, dejando de lado afinidades ideológicas que puedan comprometer la estrategia internacional del país.
En el ámbito económico, la responsabilidad recaerá en el ministro designado Gabriel Oddone, un respetado doctor en Economía con amplia trayectoria en el sector privado y una visión de izquierda liberal e independiente. Oddone entiende que Uruguay no puede soportar una mayor carga impositiva —es uno de los países más caros de la región— ni un incremento en la intervención estatal. No obstante, es consciente de la necesidad de mejorar la eficiencia del gasto público y la burocracia estatal para impulsar el crecimiento sin debilitar la tradicional función social del Estado.
Las expectativas sobre el éxito o fracaso de este gobierno recaen en gran medida sobre Oddone y su equipo económico. La tarea no será sencilla: deberá lidiar con un escenario global complejo y con un FA que aún mira con recelo muchas de sus propuestas.
La estabilidad no basta para atraer inversiones extranjeras ni para dinamizar la economía. Mucho menos para generar un clima de optimismo y oportunidades para la población joven, productiva y emprendedora.