Dentro del conservadurismo, la referencia a Dios y, con ello, a una confesión religiosa es fundamental para la propia identidad. Esto es particularmente evidente en los partidos demócrata cristianos, que ya llevan la referencia al cristianismo en su nombre. Ejemplo típico de esto es la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU). También en el continente latinoamericano existen partidos de este tipo. Algunos lo explicitan en su nombre, como el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) en Costa Rica y el Partido Demócrata Cristiano (PDC) en Chile. Otros, como el Partido Acción Nacional (PAN) en México, podrían ser asignados programáticamente al democristiano.
En el siglo XXI de la posmodernidad, este tipo de partido demócrata cristiano parece estar bajo presión de dos lados. Por un lado, se proclama la era secular (Charles Taylor), especialmente para el “Occidente” de predominancia cristiana. Por otro lado, la composición religiosa en América Latina está cambiando significativamente debido al individualismo, la migración y el auge de movimientos evangélicos. El apoyo de grandes sectores de los evangélicos a Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales brasileñas ilustró de manera impresionante la nueva relevancia del todavía joven y creciente movimiento evangélico como factor de poder en la política latinoamericana. En este contexto, surge la pregunta obvia: ¿Qué relevancia pueden tener todavía los partidos demócrata cristianos en el siglo XXI y qué los caracteriza?
Visión cristiana del ser humano
El punto inicial y de orientación de la política democristiana es la visión cristiana de la humanidad. Por un lado, se entiende al ser humano como un creado por Dios a su propia imagen. De esta semejanza con Dios se puede justificar y derivar su unicidad y dignidad, independientemente de su origen, color de piel y género. Esto no se podría justificar de la misma forma en un contexto puramente secular. Así, el ser humano no es solo un exponente de su clase o raza, como lo fue en las ideologías totalitarias del siglo XX, sino que es un individuo único.
La dignidad inviolable del individuo no justifica un individualismo ilimitado. Por el contrario, la visión cristiana de la humanidad enfatiza la naturaleza dual del ser humano. Como individuo con derechos inalienables y como ser social, que solo se hace evidente cuando convive con otros individuos. Al mismo tiempo, por ser imagen de Dios, el ser humano es entendido como sujeto responsable y con obligaciones, dotado de conciencia y poder de juicio.
Sin embargo, esa visión cristiana de la humanidad siempre reconoce la falibilidad de las personas y entiende a los humanos como seres con defectos. De aquí, la política democristiana deriva no solo los derechos humanos, sino también la necesidad de instituciones rectoras y estabilizadoras como el Estado, la familia, las normas y el derecho. Así es como la idea demócrata cristiana de las personas difiere de la visión mucho más constructivista y optimista de la humanidad que tiene la izquierda política.
Factor aglutinante
De esa visión cristiana de la humanidad pueden derivarse los valores básicos de libertad, justicia y solidaridad, determinantes para los democristianos. Estos valores básicos reflejan la síntesis típica para los partidos democristianos, que combina ideas liberales y conservadoras, así como la enseñanza social cristiana. En el ámbito político, se encuentra la influencia liberal en los valores positivos de libertad como la libertad de creencias y confesión, la libertad de expresión, el derecho de prensa y de reunión, así como en el Estado constitucional liberal. La enseñanza socialcristiana, por otra parte, refleja las ideas de justicia de la política democristiana.
A diferencia de la idea de igualdad proclamada por el socialismo, la democracia cristiana no apunta a una redistribución radical de la propiedad. Quiere, en cambio, crear igualdad de oportunidades a través de condiciones marco justas, sin que esto implique necesariamente resultados iguales. En política económica, esto es particularmente tangible en la síntesis de la economía social de mercado. Aquí se combinaba la idea liberal de una economía de libre mercado y la creación de condiciones justas por parte del Estado, por un lado, con la igualdad social, por el otro.
El fino sentido para la transformación, el escepticismo ante las utopías futuras y el conocimiento de la falibilidad humana comprendido en la visión cristiana de la humanidad, reflejan los elementos conservadores de la democracia cristiana. La referencia al cristianismo sirve, por tanto, como soporte para unir bajo un mismo techo ideas y tendencias conservadoras, liberales y sociales. Esto significa que los partidos demócratas cristianos pueden ubicarse en la centroderecha, pero no son partidos genuinamente conservadores.
Dos frentes
En América Latina, particularmente, los partidos de inspiración demócratas cristianos se encuentran constantemente bajo presión entre dos frentes. En el pasado, la derecha los declaró a menudo opositores del régimen y los vilipendió como “socialcristianismos”. Hoy, en cambio, tienen que distanciarse de líderes autoritarios como el expresidente brasileño Javier Bolsonaro o del presidente de El Salvador Nayib Bukele. Por otro lado, desde la izquierda, en el pasado se han expresado a menudo acusaciones de ser un pilar del sistema de poder en favor de élites no democráticas. Actualmente, se les ubica deliberadamente en el rincón de la derecha.
Fuerza integradora
Aunque en las sociedades multirreligiosas del siglo XXI el calificativo de cristiano para los no cristianos suena excluyente, el éxito de los partidos democristianos por mucho tiempo se debió justamente a su fuerte efecto integrador. La política democristiana en Europa fue también un proyecto para superar las fronteras denominacionales entre protestantes y católicos y así establecer un contrapunto a los partidos confesionales que existían en Europa. El fuerte crecimiento de las iglesias evangélicas en América Latina las ha convertido en nuevos actores políticos importantes en un continente anteriormente casi exclusivamente católico. La expansión del cristianismo evangélico es sin duda el mayor cambio sociológico en América Latina.
En consecuencia, casi todos los partidos tratan ahora de atraer estas voces evangélicas y atender los temas recurrentes en sus discursos que van desde pro vida, pro familia, educación hasta el debate de género. Las elecciones se pueden volver a ganar con la Biblia en la mano. Estos cristianos evangélicos profundamente religiosos, que a menudo aparecen como guerreros culturales, no pudieron ser asignados claramente a un movimiento político en el pasado. Pero la elección de Jair Bolsonaro, que logró unir votos para su presidencia, pone de relieve la vulnerabilidad de los evangélicos ante líderes autoritarios.
Los partidos demócratas cristianos clásicos podrían hacer de manera creíble una oferta política más liberal e integradora a estos evangélicos, precisamente debido a su referencia explícita al cristianismo. Aún está por verse si esta oferta de integración tiene éxito. Sin embargo, todavía se puede concluir que los programas democristianos también tendrán demanda en el siglo XXI.