Nacido en Friburgo en 1942, y con una infancia marcada por el contexto de la posguerra, la carrera de Wolfgang Schäuble fue sinónimo de un compromiso con el servicio público, inculcado por la impronta familiar y perfeccionado por la acuciosidad adquirida en sus estudios como abogado.
Orígenes modestos y ascenso sostenido
En los años sesenta, comenzó la carrera política de Schäuble cuando se unió a las filas de la Juventud de la Unión Demócrata Cristiana. Luego se afilió al partido como militante pleno. Si bien sus primeros tiempos en el Bundestag en 1972 no fueron demasiado auspiciosos, desarrollados en un contexto de predominio del Partido Socialdemócrata (SPD) y las cancillerías de Brandt y Schmidt, esto no lo amilanó. Navegó por las complejidades de la vida parlamentaria con decisión, haciendo equipo con Helmut Kohl, entonces una estrella en ascenso de la política alemana.
En 1984, Schäuble asumió el cargo de ministro federal de asuntos especiales y jefe de la cancillería federal bajo Kohl. Sirvió lealmente en sus cinco gabinetes. Su perspicacia en la negociación de los tratados sobre la reunificación alemana en 1990 marcó un momento crucial. Solía reflexionar sobre cómo las alegrías de la reunificación fueron opacadas por los desafíos del legado poscomunista y los retos de la integración de la sociedad de la Alemania del Este a las promesas de libertad.
Este momento cumbre de su carrera chocó con la tragedia en 1990, cuando un atentado ejecutado por un solitario antisocial lo dejó parapléjico. Este evento, que habría cambiado la vida de cualquiera, no logró sofocar la presencia de ánimo de Schäuble, caracterizada por el afilado humor de polemista parlamentario.
Crisis y puentes a la nueva generación
La relación tensa con su antiguo socio político, Helmut Kohl, fue puesta a prueba al enfrentar con lealtad pero también con distancia la tormenta del escándalo de donaciones de la CDU. Este forzó su renuncia a las altas posiciones dentro del partido en 2000. Su aspiración de suceder al gigante político renano cesó con la crisis del Schwarzgeldaffäre, pero también por la prolongada carrera de su compañero.
Este revés, sin embargo, allanó el camino para un renacimiento, emergiendo como un puente entre generaciones. Como uno de los consejeros en el avance de Angela Merkel dentro del liderazgo del partido, se convirtió en su ministro del Interior. En 2009, asumió como ministro federal de finanzas. Navegó por las aguas tumultuosas de la crisis del euro, marcada en el severo auxilio al sistema económico griego, y ante el referéndum del brexit. Su compromiso con una Unión Europea flexible, que acomodase a la miríada de posiciones y condiciones de sus diversos Estados miembros mientras defiende los principios fundamentales de las democracias de libre mercado, mostró una comprensión matizada de las complejidades inherentes a la integración europea. Schäuble defendió una visión de unidad en medio de la diversidad, sin la rigidez de Estrasburgo o Bruselas.
Hacia los últimos años de su carrera llegó a presidir el Bundestag, de 2017 a 2021. Desde esa posición defendió la importancia de la moderación y el encuentro dentro de las instituciones democráticas. Y trató de moderar las expresiones extremistas paralelas al ascenso del partido Alternativa para Alemania (AfD). Nunca logró su ambición de llegar a la cancillería. Sin embargo, Schäuble siguió siendo el consejero pragmático y sabio de líderes sucesivos de la CDU, encarnando la esencia de la experiencia en la política.

Experiencia y consejo
La muerte alcanzó a Schäuble formalmente con el rol que vio su inicio político: un modesto parlamentario en la bancada cristianodemócrata tras la elección de 2021. Pero la verdad es que representó mucho más. En un mundo que presencia una escasez de políticos veteranos, el legado perdurable del badenés Schäuble se nos presenta como un recordatorio conmovedor de la indispensabilidad del liderazgo experimentado.
El rápido cambio de ministros en las democracias avanzadas a menudo deja un vacío de memoria institucional y previsión estratégica. Schäuble, como el miembro más antiguo del Bundestag del actual sistema democrático alemán, personificó la estabilidad y la continuidad que los líderes experimentados pueden proporcionar. Su responsabilidad al renunciar a la presidencia del partido en 2000 es también un aleccionador ejemplo de cómo, en una democracia, hasta las figuras más venerables no son inmunes a las fallas en la rendición de cuentas, pero también cómo la grandeza obliga a la transparencia y la responsabilidad.
Con la partida de Schäuble se conmueven los valores que representó, valores que trascienden los partidos políticos y hablan de la esencia de un estadista. En una era donde los paisajes políticos cambian con una frecuencia alarmante, y donde hasta los partidos más duraderos parecen estar desencajados ante la doble alternativa del liderazgo populista y la promesa tecnocrática, la lección de Schäuble descansa en buscar un equilibrio armonioso entre la experiencia y la responsabilidad, reconociendo que los promotores de la democracia no solo deben resistir las pruebas del tiempo, sino también responder con modestia a los más altos estándares de integridad.
.