La militarización de la política brasileña con Bolsonaro

La militarización de la política brasileña con Bolsonaro

Los militares en Brasil vienen actuando en distintos frentes. Desde gestionar la pandemia hasta inspeccionar urnas electrónicas. Han ganado influencia con Bolsonaro, mientras él utiliza a las fuerzas armadas para demostraciones de poder.

Por: Marco Bastos7 Sep, 2022
Lectura: 6 min.
La militarización de la política brasileña con Bolsonaro
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Acceso a la versión en portugués.

Independencia o golpe

Este 7 de septiembre Brasil celebra los 200 años de su independencia. En lugar de desfiles en memoria de la fecha histórica, el presidente Jair Bolsonaro ha convocado a un acto en favor de su gobierno, en la playa de Copacabana. Habrá buques de la armada en el mar y aviones de la fuerza aérea en el aire. Es momento de reflexionar sobre la militarización de la escena política brasileña.

La escena que Bolsonaro organiza es evidencia de que él utiliza a las fuerzas armadas para proyectar el poder. En distintas ocasiones, a lo largo de los últimos cuatro años, el debate político brasileño ha gravitado alrededor de la discusión sobre si habría o no posibilidad de un golpe de Estado. Esa permanente tensión perjudicó la imagen de los militares y los involucró en disputas políticas, como si fueran una facción y no una institución de Estado. Sin embargo, los militares se han beneficiado mucho en los últimos años, ampliando su accionar en distintas áreas del gobierno y aumentando su participación en el presupuesto nacional.

Las redes de seguidores del presidente Bolsonaro piden un golpe militar liderado por él y que cierre la Corte Suprema de Justicia.

Elecciones Brasil 2022
Elecciones en Brasil 2022

El 7 de septiembre del 2021, Bolsonaro dio un discurso a una multitud en el centro de San Pablo y prometió no cumplir las sentencias dictadas por un juez de la Corte. El vicepresidente, general Hamilton Mourão, acompañó a Bolsonaro en el acto. Aquella fue una escena sin precedentes en la historia brasileña. Mientras tanto, en Brasilia, se temía que camioneros pro Bolsonaro echaran sus camiones contra el palacio de vidrio de la Corte Suprema de Justicia.

El fantasma de la intervención militar

El temor a un golpe ha estado presente en el debate político brasileño desde las elecciones de 2018, cuando el excapitán del Ejército fue elegido, habiendo elogiado a la dictadura (1964-1985).

En las manifestaciones pro Bolsonaro siempre ha habido grupos que piden un golpe de Estado. Desde el comienzo de su gobierno, esos reclamos se fueron haciendo más explícitos.

En mayo de 2020, al comienzo de la pandemia, Bolsonaro convocó una marcha en Brasilia frente al cuartel general del Ejército. Montaba a caballo mientras sus seguidores pedían la clausura de la Suprema Corte y del Congreso. Antes de la marcha, Bolsonaro hizo un vuelo rasante en un helicóptero militar. Le acompañó el ministro de Defensa, general Fernando Azevedo e Silva.

En marzo de 2021, en un hecho sin precedentes, Bolsonaro reemplazó al ministro de Defensa y a los comandantes de las tres fuerzas: Ejército, Armada y Fuerza Aérea. El ministro Azevedo e Silva escribió en una nota que «preservó a las fuerzas armadas como institución de Estado». Los comandantes reemplazados dijeron a Bolsonaro que no participarían de una «aventura golpista».

En julio de 2021, el diario O Estado de São Paulo reveló que el general Braga Neto, el nuevo ministro de Defensa, había amenazado al presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, con que, si la propuesta de voto con papeleta impresa no era aprobada por la Cámara baja, no habría elecciones en 2022. El militar negó el contenido de la nota. El diputado, no. El día en que se votaba la propuesta, Bolsonaro ordenó que tanquetas del Ejército hicieran un desfile frente a la sede del Congreso.

Las fuerzas armadas se expanden

La necesidad de imprimir las papeletas de votos es parte de la teoría conspirativa, difundida por Bolsonaro —y por militares de alto rango—, de que el sistema electrónico de votación brasileño da espacio al fraude.

Siempre con la amenaza implícita de contar con el control de las fuerzas armadas, Bolsonaro entró en una disputa con la Corte Superior Electoral. Esta cedió e incorporó a las fuerzas armadas en el grupo que supervisa  la seguridad de las urnas electrónicas. Los militares echaron mano de los mismos argumentos falaces para cuestionar la seguridad del sistema de voto electrónico.

Bandera de Brasil

Desde 2018, las fuerzas armadas expandieron su radio de acción en políticas públicas que antes eran manejadas por civiles. En distintos momentos del actual gobierno, los generales han estado al frente de temas como:

  • Control de la deforestación en la Amazonia.
  • Gestión de la pandemia.
  • La empresa estatal de petróleo (Petrobras) y la de energía eléctrica (Eletrobras).
  • Ministerios que cuidan de la minería y del diálogo entre el Poder Ejecutivo y el Congreso.
  • La entidad federal que cuida la biodiversidad (ICMbio) fue dirigida por un capitán de la Policía Militar.
  • La agencia reguladora de medicinas (Anvisa) estuvo a cargo de un almirante de la Armada.
  • En la Secretaría de Deportes estuvo un oficial militar.
  • El Ministerio de Infraestructura estuvo siempre bajo el control de un egresado del Instituto Militar de Ingeniería.

Hacia 2020, el Brasil de Bolsonaro tenía más militares en el gabinete que la Venezuela de Nicolás Maduro.

Los años de Bolsonaro han sido buenos para los militares. En medio de una reforma de las jubilaciones que licuó beneficios para los civiles, los militares y los policías mantuvieron sus beneficios, y los oficiales de las fuerzas armadas recibieron un aumento de 40% en sus sueldos. Además, mientras áreas como salud y educación sufrieron recortes debido a la restricción fiscal, el gasto público con proyectos militares creció.

No habrá golpe

Las señales emitidas por las fuerzas armadas son ambiguas: por un lado, coroneles y generales ponen en duda la seguridad del sistema de votación; por otro, dicen a los diarios, casi siempre off the record, que no apoyarían un golpe.

En las élites políticas y empresariales, el apoyo explícito a un golpe es minoritario y restringido a un grupo que financia movimientos de apoyo a Bolsonaro. Sin embargo, en agosto, empresarios y banqueros firmaron la Carta por la Democracia, leída en la Universidad de San Pablo. El documento también contó con la firma de entidades tradicionalmente de izquierda, como sindicatos y gremios estudiantiles.

A diferencia de 1964, cuando el golpe militar fue apoyado masivamente por empresarios y gobiernos extranjeros, en 2022 la presión internacional se da en sentido contrario, sobre todo por parte de los Estados Unidos.

El escenario más probable es que, en silencio, el comando de las fuerzas armadas negocie con Lula en caso de que este regrese a la presidencia. La principal demanda militar probablemente será mantener ventajas jubilatorias para la familia militar y la financiación de proyectos considerados estratégicos para ellos.


Traducción: Lívia Prado, oficina Montevideo de la Fundación Konrad Adenauer.

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Marco Bastos

Marco Bastos

Analista político y consultor de campañas electorales con foco en América Latina. Magister en Historia Económica por la Universidad de Buenos Aires. Analista en Southern Pulse.

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