Tras varios años de negociaciones y pausas, el Mercosur y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), integrada por Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein, concluyeron uno de los acuerdos comerciales más relevantes para ambas regiones. La conclusión técnica del acuerdo, anunciada días atrás en el marco de la cumbre del Mercosur, representa un paso clave para seguir avanzando en el relacionamiento entre América Latina y Europa. Ahora –al igual que sucede con el acuerdo con la Unión Europea– resta la firma para terminar de sellarlo.
En un contexto internacional marcado por el resurgimiento del proteccionismo, las tensiones geopolíticas y la reorganización de las cadenas de suministro, este acuerdo adquiere un valor estratégico para las dos partes. Para el Mercosur, implica una señal concreta de apertura y diversificación comercial. Para la EFTA, es una oportunidad de acceso preferencial a un mercado de más de 270 millones de personas, con abundantes recursos y potencial de crecimiento.
Un largo camino que llega a su fin
Las negociaciones se iniciaron formalmente en 2017 y, en apenas dos años, se alcanzó una “conclusión en principio” en agosto de 2019. Sin embargo, la revisión legal y ciertos temas técnicos pendientes llevaron a una pausa prolongada entre 2020 y 2023. Fue recién en 2024, con el impulso que tomó el acuerdo Mercosur-UE, que desde la EFTA (asociación hermana de la UE) se retomó la voluntad de avanzar nuevamente.
Durante el año se retomaron las rondas presenciales y se consolidaron propuestas en áreas clave como comercio y desarrollo sostenible, reglas de origen y estándares sanitarios y se marcó el rumbo hacia la conclusión. Si bien existieron diferencias —particularmente sobre indicaciones geográficas y requisitos para el uso de cuotas agrícolas—, el espíritu de diálogo y compromiso prevaleció siempre.
La conclusión técnica del acuerdo es el paso que dará pie su firma. Luego pasará a la posterior ratificación interna por parte de los parlamentos nacionales respectivos.

Un acuerdo moderno y comprehensivo
El tratado Mercosur–EFTA abarca áreas muy relevantes vinculadas a las nuevas tendencias de comercio internacional. No se limita a la reducción de aranceles: también incorpora capítulos vinculados a servicios, inversiones, compras públicas, propiedad intelectual, desarrollo sostenible, competencia, cooperación técnica y facilitación del comercio. Entre sus principales características, se destacan:
- Acceso preferencial a mercados: el acuerdo garantiza la eliminación o reducción significativa de aranceles para una amplia gama de productos industriales y agrícolas. Para el Mercosur, esto significa mejores condiciones de acceso en sectores estratégicos como la carne, el vino, el aceite vegetal, los lácteos, el maíz forrajero y otros bienes agroindustriales.
- Protección de inversiones y comercio de servicios: se establecen reglas claras, predecibles y no discriminatorias para fomentar la inversión extranjera directa y facilitar el comercio de servicios, con especial atención en telecomunicaciones, finanzas, transporte y profesionales.
- Compras públicas: los países del Mercosur podrán participar en licitaciones públicas en igualdad de condiciones en los países de EFTA, lo que abre nuevas oportunidades para empresas regionales.
- Capítulo de desarrollo sostenible: se incluye un capítulo robusto que reafirma compromisos en materia ambiental y laboral, alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Este aspecto fue particularmente relevante para EFTA, en especial Suiza, donde el acuerdo deberá ser aprobado por referéndum.
Un paso clave para Uruguay y la región
Para Uruguay, este acuerdo representa una oportunidad significativa de profundizar su inserción internacional en condiciones preferenciales. El país ha estado firmemente comprometido con la conclusión de esta negociación, consciente del potencial que ofrece tanto para el agro como para las industrias de servicios.
En términos estratégicos, el acuerdo permite a Uruguay consolidar su perfil como plataforma confiable para producir y exportar bienes de calidad hacia mercados exigentes. Esto no solo se traduce en mayores exportaciones, sino también en atracción de inversiones y generación de empleo calificado.
Diversificación frente a la incertidumbre global
Uno de los grandes méritos del acuerdo es que contribuye a diversificar los socios comerciales del Mercosur. Actualmente, los países del bloque dependen en gran medida de mercados como China, la UE o Estados Unidos. EFTA —si bien representa una región de menor escala— aporta acceso a economías altamente desarrolladas, con elevado poder adquisitivo y estándares de consumo exigentes.
Este tipo de acuerdos también fortalece la posición negociadora del Mercosur frente a otros actores. Demuestra que el bloque tiene capacidad de avanzar en negociaciones ambiciosas. Además, el acuerdo con EFTA sienta un precedente valioso en términos técnicos y políticos. Mejora la capacidad institucional de los países del Mercosur para negociar y administrar tratados complejos, al tiempo que envía una señal positiva al resto del mundo: la región apuesta por reglas claras, comercio justo y cooperación internacional.
Camino hacia la firma
Tras la conclusión técnica del acuerdo, el paso siguiente será su firma formal, que ojalá se concrete en los próximos meses. Luego vendrá el proceso de aprobación interna en cada país miembro. En el caso de EFTA, el tratado deberá superar exigencias particulares, como el referéndum previsto en Suiza, donde la presión del sector agropecuario podría marcar el tono del debate.
En el Mercosur, cada país deberá aprobar el acuerdo por sus mecanismos legislativos. Uruguay ha manifestado con claridad su intención de avanzar rápidamente, al igual que Brasil y Paraguay. Argentina, bajo una nueva administración, también ha dado señales positivas.
Una puerta que se abre
En definitiva, la conclusión del acuerdo es una señal alentadora. En tiempos de creciente polarización comercial, avanzar hacia una integración basada en normas, diálogo y cooperación es una decisión valiente y estratégica.
Este acuerdo no resolverá todos los desafíos que enfrenta el comercio exterior del Mercosur, pero sí representa una herramienta concreta para generar crecimiento, inversión y empleo. Más aún, refuerza la vocación del bloque por jugar un rol activo en el escenario internacional.
Con visión, voluntad política y pragmatismo, esta alianza con EFTA puede convertirse en un punto de inflexión para la política comercial regional. Lo importante ahora es no perder el impulso.