En esencia, los aranceles son impuestos aplicados a bienes importados, que aumentan su precio y los hace menos competitivos en el mercado nacional. Esta herramienta es utilizada con el fin de proteger la producción local de la competencia extranjera, generar ingresos fiscales o influir en las relaciones bilaterales. Cuando un país impone aranceles, busca ejercer presión económica y política sobre el país receptor. Utiliza esta herramienta de manera estratégica para promover o disuadir ciertas prácticas comerciales o políticas. Sin embargo, estas medidas suelen desencadenar reacciones en cadena, dando lugar a lo que se conoce como una “guerra de tarifas” o “guerra arancelaria”.
La guerra de tarifas es un escenario donde los países utilizan los aranceles como arma comercial con fines económicos o políticos. El conflicto se desata cuando un país impone impuestos a las importaciones de otro y este responde con medidas similares. De este modo, se sumergen en un ciclo de aumento de aranceles sobre los productos importados de los demás. Este intercambio de represalias puede intensificarse, afectando el flujo de bienes y servicios, y creando tensiones económicas y políticas.
Donald Trump y su cruzada arancelaria
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca combina dos principios clave. Por un lado, su enfoque proteccionista, que prioriza a EEUU sobre cualquier otra nación. Por otro, la convicción de que el resto del mundo se ha beneficiado a expensas de su país. Esta visión puso al comercio internacional en el centro de su política exterior, con los aranceles como una de sus principales herramientas de negociación y presión.
Desde su primer mandato, Trump sostiene la creencia de que EEUU se encontraba en desventaja frente a otros países debido a los acuerdos internacionales vigentes. Según su perspectiva, estos acuerdos beneficiaban a las economías extranjeras a expensas de la estadounidense, obligando a su país a asumir costos adicionales que no se traducían en bienestar para su población. Por ello, en su regreso a la Presidencia, retomó la imposición de aranceles. Su objetivo es reformular las relaciones económicas y políticas, corrigiendo las asimetrías percibidas con el resto del mundo.
Durante el mes de febrero, Trump anunció aranceles generales que oscilan entre el 10% y el 100%, afectando a socios comerciales clave como China, México, Canadá y la Unión Europea. Estas tarifas se aplicaron tanto de manera generalizada, por ejemplo con los aranceles globales del 25% a las importaciones de acero y aluminio, así como también de forma direccionada, como el 10% sobre todos los productos provenientes de China. Aunque algunas de estas medidas fueron suspendidas o renegociadas, la estrategia refleja un enfoque agresivo y unilateral en la política comercial. Como consecuencia, se alteraron las dinámicas de la economía internacional. Asimismo, el objetivo principal de estos aranceles va más allá del comercio, ya que busca forzar concesiones en áreas políticas y sociales.
Más allá de lo económico, Trump utiliza las tarifas como un mecanismo de presión para abordar problemas políticos y sociales. Por ejemplo, en el caso de México y Canadá, las negociaciones comerciales fueron vinculadas a temas como la migración irregular y el narcotráfico. Asimismo, el presidente estadounidense amenazó a Taiwán con imponer aranceles del 25% al 100% si no trasladaba su industria de semiconductores a EEUU. Y consideró aplicar tarifas del 100% a países del BRICS como respuesta a su intención de crear una moneda alternativa.
La estrategia, que hasta el momento ha demostrado cierta efectividad, no está exenta de riesgos. La imposición unilateral de aranceles suele generar respuestas de retaliación por parte de los países afectados. A su vez, esto genera un ciclo de acciones y reacciones que complejizan aún más las relaciones internacionales. Por ejemplo, China respondió con aranceles propios del 10% y 15% a productos estadounidenses, controles a las exportaciones y amenazas de nuevas investigaciones antimonopolio contra empresas como Google. Por su parte, la Unión Europea advirtió que respondería “con firmeza y de inmediato” si las amenazas arancelarias de Trump se materializaban.
Impacto y consecuencias no deseadas
A pesar de que el objetivo declarado de Trump es proteger la industria estadounidense y generar empleos, la imposición unilateral de aranceles puede tener efectos colaterales significativos. En primer lugar, las empresas locales podrían enfrentar un aumento de costos, especialmente en sectores como el automotriz, con cadenas de suministro de múltiples fronteras. Además, los aranceles suelen traducirse en precios más altos para los consumidores. Las empresas tienden a trasladar el sobrecosto al precio final de los productos. En última instancia, son los consumidores quienes terminan absorbiendo el costo de los aranceles a través de una mayor inflación.
Para mitigar estos efectos, muchas empresas han recurrido a la “ingeniería de aranceles” o “dodging”. Son un conjunto de prácticas diseñadas para reducir la carga impositiva mediante el ajuste de cadenas de suministro, la relocalización parcial de procesos productivos o la triangulación de exportaciones a través de terceros países. Estas estrategias permiten a muchas compañías evadir parcial o totalmente el impacto de los aranceles. A su vez, reducen la eficacia de la política proteccionista y aumentan la complejidad del comercio internacional.
Utilizar la capacidad negociadora y recurrir al aplastante peso de los aranceles es una decisión consciente del gobierno. La economía estadounidense es menos dependiente del comercio exterior que otras potencias industriales. Esto le permite amortiguar parte del impacto de una posible guerra de tarifas.
Por otro lado, existen también antecedentes positivos de políticas arancelarias que han incentivado la relocalización de empresas desde el extranjero. Esto puede atraer nuevas inversiones, impulsar la creación de empleo y facilitar la transferencia tecnológica. Sin embargo, muchos economistas advierten que existen alternativas más eficientes y menos costosas para estimular el crecimiento del empleo sin generar una carga económica adicional para los consumidores.
El futuro del comercio
Mientras los países afectados por las tarifas estadounidenses formulan nuevas estrategias y consolidan nuevas alianzas, es incierto hasta qué punto esta guerra de tarifas puede escalar antes de volverse insostenible para la estabilidad económica global. La presión sobre las empresas, el alza de costos para los consumidores y la incertidumbre en las relaciones internacionales podrían, eventualmente, forzar a Estados Unidos a reconsiderar su estrategia arancelaria.
En última instancia, la viabilidad de esta política dependerá de hasta dónde pueda tensarse la cuerda sin romperse, en un juego de presiones mutuas donde ningún país quiere ser el primero en ceder.