Chile cerró una jornada electoral que marca un giro significativo respecto al gobierno del presidente saliente, Gabriel Boric. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, se impuso con más del 58% de los votos frente a la exministra de Estado del Partido Comunista, Jeannette Jara, que obtuvo alrededor del 41%, según el escrutinio casi completado.
Kast, conocido por su discurso firme en torno a la seguridad pública, control migratorio y una agenda claramente conservadora, se convierte en el presidente más inclinado hacia la derecha desde el retorno a la democracia en 1990. Su triunfo ocurre en un contexto de creciente preocupación ciudadana por delitos violentos y presión migratoria, temas que dominaron el debate público de la campaña electoral.
Impacto del voto obligatorio
Las elecciones presidenciales de 2025 fueron además la tercera experiencia nacional consecutiva en Chile bajo el régimen de voto obligatorio, reinstaurado en 2022 tras una década de sufragio voluntario. La medida modificó el mapa electoral: la participación superó por cinco millones de electores la votación presidencial de 2021, incorporando a sectores históricamente más alejados de la política institucional.
En 2021, Boric superó a Kast en la segunda vuelta electoral por casi 10% de los votos; con 55,87% ante 44,13%. Ahora, el conservador duplicó la diferencia ante Jara y revertió la tendencia hacia la derecha.
Este electorado ampliado, menos politizado, respondió a las preocupaciones inmediatas como la seguridad, el costo de vida y la migración. Por lo que el impacto del voto obligatorio es una de las claves que explica el triunfo Kast. A diferencia de elecciones anteriores, la campaña no se disputó únicamente en el eje izquierda-derecha tradicional, sino también en la capacidad de interpelar a votantes obligados a concurrir a las urnas, muchos de ellos con escasa identificación partidaria.
Escenario parlamentario
El gobierno de Kast enfrentará un Parlamento fragmentado y una oposición debilitada, pero con sectores que buscarán reposicionarse.
En Diputados, la cámara estará compuesta por un número significativo de escaños para partidos de derecha (Chile Grande y Unido y Cambio por Chile) u oposición a Unidad por Chile, la alianza progresista. Sin embargo, sectores como el Partido de la Gente pueden actuar como bancadas bisagra. En el Senado, los escaños quedaron más equilibrados entre fuerzas de derecha y de centroizquierda, sin una mayoría clara.
En principio, la derecha tendría cierta ventaja, aunque no suficiente como para controlar sin negociar. El Parlamento estará fragmentado, con más de 10 partidos y varios grupos que deberán buscar acuerdos para avanzar.
