En octubre de 2024 se llevará a cabo las elecciones regionales y municipales en Chile. El proceso que sirve de termómetro de cara a las elecciones legislativas y presidenciales de noviembre del 2025. En los últimos años, el caso chileno ha presentado síntomas de agotamiento y deterioro de su sistema político. Un mayor número efectivo de partidos, incrementos en los niveles de fragmentación y problemas para procesar conflictos políticos mediante reformas de políticas públicas o leyes, son indicios de un problema mayor y que pone en tela de juicio la situación del país. Aquí, analizaremos estos elementos y proyectaremos los desafíos de la democracia en Chile.
Democracia y política en Chile
El caso chileno destacó por la persistente institucionalización de su sistema de partidos, la estabilidad de sus reglas electorales y una matriz de diseño de políticas públicas basada en la gradualidad y focalización. A partir de la reforma electoral de 2015, que reemplazó el sistema binominal por el denominado Sistema Proporcional Inclusivo, y los procesos constitucionales fallidos de 2021 y 2023, el paradigma del buen estado de salud del sistema democrático y político de Chile ha sido cuestionado. A esto se suma un nuevo antecedente: el proceso de inscripción de candidaturas para las elecciones regionales y municipales de 2024.
Distintos medios de comunicación y analistas han mostrado interés en el número de candidaturas de independientes que corren por fuera de las grandes coaliciones. Al caracterizar el proceso, las elecciones regionales y municipales de 2024 serán novedosas. Por un lado, se elegirán de forma simultánea concejales, alcaldes, gobernadores y consejeros regionales por primera vez. Además, el voto será de carácter obligatorio.
Por esto, resulta difícil comparar los procesos de 2024 con el de 2021. Aunque ambos están marcados por el surgimiento de liderazgos por fuera de los partidos tradicionales. El aumento de listas electorales y partidos políticos en competencia contribuye especialmente a los problemas de coordinación entre los agentes. En esa línea, surgen una serie de preguntas: ¿es un fenómeno exclusivo de las elecciones de 2024? ¿Qué efectos puede tener el sistema político? ¿Qué espacio de mejora existe?
Fragmentación del sistema político
Luego de los dos procesos constitucionales, de 2021 y 2023, la reforma del sistema político y el problema de la fragmentación se han hecho cada vez más presentes en el debate nacional. Al referirnos a la fragmentación como uno de los problemas asociados al sistema político y el funcionamiento de la democracia, se pone el acento en el número de partidos que cuentan con representación parlamentaria principalmente. La siguiente tabla muestra algunas estadísticas descriptivas.
La reforma electoral de 2015 —puesta en marcha en la elección parlamentaria de 2017— generó efectos que contribuyeron al disminuir las barreras de entrada al sistema político y al surgimiento de nuevos partidos y coaliciones políticas. Un ejemplo la izquierdista Frente Amplio. Al contar el número de partidos que compiten en las elecciones y obtienen representación parlamentaria, recurrimos a la propuesta teórica de Laakso y Taagepera. Se enfoca en el Número Efectivo de Partidos (NEP) o los partidos más relevantes en términos de competencia electoral.
Si bien la tabla muestra un aumento entre 2009 y 2021, el NEP no es el único elemento en el debate. Otro de los argumentos de la discusión, tiene que ver con la debilidad de los partidos políticos y su representatividad en la sociedad. A la hora de pensar una reforma, no existe consenso en la academia chilena. Ha puesto su foco en esta segunda dimensión, mientras que otro grupo recalca principalmente las reglas del sistema electoral y sus efectos.
¿Cómo seguir?
Resulta crucial abordar las preguntas iniciales. Primero, la proliferación de candidaturas independientes son un reflejo de la realidad del sistema político chileno luego del 2015. Las reglas electorales vigentes, sumadas a las bajas barreras legales para la formación de partidos y la situación de debilidad de los partidos, generan los incentivos para ese tipo de candidaturas.
Esto tiene efectos en la democracia chilena. Contribuye a la erosión de la institucionalidad democrática del país y al debilitamiento del sistema de partidos. Un sistema de partidos débil, con altos costos de transacción y coordinación entre los agentes políticos genera problemas en distintos ámbitos. Lo más preocupante tiene que ver con la capacidad de respuesta del sistema ante problemas públicos y demandas de políticas públicas por parte de la ciudadanía. Un sistema político incapaz en una crisis de seguridad pública o de la seguridad social de los sectores más vulnerables de los países, contribuye a aumentar la distancia de la ciudadanía hacia la democracia. Da pie a la irrupción de liderazgos antiélites y antisistema.
El debate sobre la reforma del sistema político chileno está cruzado por una serie de intereses de parte de los incumbentes, que siempre buscarán asegurar su reelección. Debe haber una mirada sistémica al abordar el problema, que aborde tanto la dimensión de la gobernabilidad, asociada al número de partidos, y la de representatividad, vinculada a la debilidad de estos para no caer en problemas aún mayores.
El principal desafío no radica exclusivamente en la generación de propuestas. También en la capacidad de contar con el apoyo legislativo y político de forma transversal a la idea de legislar una reforma integral del sistema político, que incorpore el sistema electoral pero también medidas que cambien los incentivos del comportamiento de los actores luego del procesos de elecciones.
Reforma compleja
Dado el avance en el que se encuentra el gobierno del presidente Gabriel Boric, es difícil saber si se avanzará en esta reforma tan compleja. Si la falta de diálogo legislativo desincentiva la búsqueda de consensos mínimos y no se logra algún tipo de ajuste del sistema político, una vez instalado el nuevo gobierno la problemática de la fragmentación podría incrementarse aún más. En los últimos meses han surgido propuestas desde el Congreso chileno para abordar esta temática como la pérdida de escaños ante renuncia a partidos y la utilización de umbrales mínimos de votación más altos que los actuales para la obtención de escaños. Aunque sin suficiente apoyo de las distintas coaliciones con presencia en las cámaras legislativas.
Una forma de enfrentar la reforma debiese ser mediante el fortalecimiento de los partidos y el aumento de requisitos para la creación de nuevos partidos políticos. Por otro lado, una reforma sistémica (que exige una mirada de largo plazo) debiese ir acompañada de una revisión del sistema electoral, tanto del diseño de los distritos como del número de escaños a entregar por cada unidad electoral.