Surinam y los dilemas de política exterior de la era Simons

La presidenta deberá moverse con destreza en un escenario tenso, marcado por los incentivos de Washington, la influencia de China, los vínculos emergentes con Guyana y la posibilidad de reactivar la sintonía con Venezuela.

Por: Víctor Salmerón17 Jul, 2025
Lectura: 5 min.
Surinam y los dilemas de política exterior de la era Simons
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Jennifer Simons, primera mujer en ocupar la jefatura de Estado en Surinam, asume el poder en medio de un tablero diplomático moldeado por dos fuerzas disímiles: la impronta ideológica de Desi Bouterse —alineada con Caracas, La Habana y Pekín— y el giro del presidente saliente Chandrikapersad Santokhi, quien se acercó a Washington, cultivó la relación con China e impulsó una alianza estratégica con Guyana.

En este cruce de caminos, Simons, médica de profesión, de 71 años y respaldada por dos tercios del Parlamento, fue investida ayer —16 de julio— tras finalizar el mandato de cinco años de Santokhi. Ahora, deberá decidir qué alianzas preserva y cuáles reconfigura.

Juramentación de la presidenta Jennifer Simons y el vicepresidente Gregory Rusland. Foto: gobierno de Surinam.

¿El legado Bouterse o Santokhi?

Hasta su fallecimiento en 2024, Desi Bouterse fue el líder indiscutido del Partido Nacional Democrático (PND), hoy encabezado por Simons. Durante sus mandatos, Surinam mantuvo una política exterior alineada con la Venezuela chavista. Evitó condenar al régimen de Nicolás Maduro en instancias multilaterales y se sumó como miembro especial del ALBA, consolidando una afinidad ideológica sostenida con Caracas.

Ese posicionamiento comenzó a diluirse tras su derrota electoral en 2020, cuando Santokhi asumió la Presidencia y enfrió los vínculos diplomáticos con Venezuela. Simons ahora al frente del gobierno, ¿retomará la órbita bolivariana o consolidará el distanciamiento diplomático iniciado por su antecesor?

Durante los mandatos de Bouterse, Simons presidió el Parlamento y desempeñó un rol preponderante dentro del PND. Pero el contexto regional cambió: el régimen de Maduro atraviesa una crisis estructural que limita su margen de cooperación. Por esto, un eventual acercamiento a Caracas podría tensar de forma decisiva la relación con Estados Unidos.

Expresidentes Desi Bouterse y Chandrikapersad Santokhi.

Puentes desde Washington

En su estrategia para contrarrestar la presencia de China en el Caribe, la administración de Donald Trump ha reforzado su relación con Surinam. La visita del secretario de Estado, Marco Rubio, el 27 de marzo de 2025 —aún bajo el gobierno del presidente Santokhi— se presentó como un gesto de respaldo, orientado a fortalecer la relación bilateral antes del recambio presidencial.

“El presidente Trump quiere dejar claro que si usted es amigo y aliado, socio de Estados Unidos, esto beneficia a su país y a su gente, y queremos participar en esta alianza”, afirmó Rubio durante la conferencia de prensa en Paramaribo. Y agregó: “Vamos a hacer todo lo posible para garantizar que las empresas estadounidenses y los inversionistas que buscan oportunidades comprendan que hay oportunidades reales aquí”. Tras su encuentro con Rubio, Santokhi afirmó: “Analizamos oportunidades para fortalecer y ampliar nuestra relación bilateral y la cooperación, así como para impulsar nuestra alianza a nivel regional”.

Aunque Rubio dejó en claro que la presencia de China en sectores sensibles, como telecomunicaciones, puede obstaculizar la llegada de empresas estadounidenses, por riesgos asociados a espionaje y condiciones opacas de ejecución.

El escenario no es sencillo para Jennifer Simons. Aunque fortalecer los vínculos con EEUU podría resultar beneficioso para un país urgido de inversión extranjera como Surinam, ese camino difícilmente podrá transitarse sin considerar a China. Es una potencia con la que ya existen lazos estratégicos y una voluminosa deuda por pagar.

El peso de China

Bajo el paraguas de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, China ha consolidado un rol en Surinam. Sus empresas han modernizado vías, telecomunicaciones y ampliado su presencia en sectores estratégicos como el petróleo y la minería.

La dimensión de este vínculo trasciende lo económico. Pekín proyecta una narrativa de “beneficio mutuo” a través del Instituto Confucio, instalado en la universidad pública de Surinam. Pero también ejerce una influencia concreta como principal prestamista del país.

Durante los mandatos de Bouterse, Surinam contrajo préstamos por unos 1.500 millones de dólares, buena parte de ellos provenientes de China, incluido un crédito del banco central chino destinado, entre otras cosas, al pago de Huawei para la modernización del sistema telefónico nacional. Surinam cayó en default en 2020 y en noviembre de 2024 firmó un acuerdo con Beijing para reestructurar la deuda, cerrando así un largo proceso en el que China dejó en claro su capacidad de presión.

Este equilibrio precario obliga a Jennifer Simons a repensar los términos del alineamiento con China. Ignorar a Pekín no parece viable, pero asumir sin matices sus condiciones puede limitar severamente su margen de maniobra frente a Washington.

Convergencia caribeña

Surinam y Guyana han comenzado a explorar una cooperación estratégica para el desarrollo conjunto de sus reservas de gas offshore. Ambos gobiernos coinciden en avanzar hacia un concepto común de explotación, conscientes de que la escala compartida puede hacer viable el proyecto.

En paralelo, han establecido las bases para una plataforma de diálogo que aparte del tema energético, abarca infraestructura, agricultura y seguridad regional.

Este acercamiento tiene implicaciones. Guyana mantiene una disputa territorial con Venezuela por el Esequibo, y una alianza más profunda entre Paramaribo y Georgetown podría transformar el actual distanciamiento con Caracas en una tensión abierta. Será otro frente en el que Simons deberá definir posicionamientos.

Esperando al petróleo

El gobierno de Santokhi reestructuró la deuda externa y enfrentó el desequilibrio fiscal mediante un severo ajuste que golpeó la calidad de vida, erosionó su popularidad y allanó el camino para la llegada de Jennifer Simons al poder.

Si bien en 2028 Surinam comenzará a beneficiarse de los yacimientos petroleros descubiertos en 2020, en lo inmediato la presidenta navega aguas turbulentas. El país enfrenta pagos de 400 millones de dólares anuales por la deuda externa, y como advirtió Winston Ramautarsingh, expresidente de la Asociación de Economistas, “Surinam no tiene ese dinero”.

Jennifer Simons no ha dado señales sobre el rumbo que tomará su política exterior. Sin embargo, el contexto la obliga a construir una estrategia con bisturí. En esa sutileza se jugará buena parte del futuro de su gestión.

Víctor Salmerón

Víctor Salmerón

Periodista. Autor de los libros Petróleo y Desmadre y La Economía del Caos.

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