El periodista Thomas Traumman y el encuestador Felipe Nunes publicaron un importante libro para comprender el Brasil actual. Se llama «Biografía del abismo», y muestra el país polarizado en dos grupos con opiniones prefabricadas.
La última encuesta de la consultora Atlas Intel sobre el índice de aprobación del Presidente Luiz Inácio Lula da Silva expresa que el 42% considera al mandatario «excelente» o «bueno», el 39% «malo» y el 16% «regular». Las cifras son casi idénticas a las del inicio de su gobierno en enero de 2023. Es decir, ningún suceso del último año influyó en cómo la gran mayoría de los brasileños miran a Lula.
En referencia a lo anterior, la impresión que se desprende es que Lula y la izquierda están en estado de negación. La postura que mantienen los referentes del Partido de los Trabajadores (PT) e influenciadores digitales de la burbuja de izquierda es de triunfalismo. En las redes, simpatizantes de Lula han restado importancia al Holocausto judío y el presidente no condenó las dictaduras de Rusia y Venezuela. Son ingredientes que le quitan potencia al relato oficialista: «Frente amplio por la democracia». La izquierda parece creer que obtuvo una gran victoria en las elecciones de 2022. En verdad, esto sucedió porque sectores moderados querían sacar a Bolsonaro del poder y apoyaron la candidatura de Lula. Las elecciones se ganaron por un margen muy acotado.
PT, economía y seguridad
Las dos mayores preocupaciones del electorado no se han renovado. En la economía, el tercer Lula es un intento de repetir sus gobiernos anteriores. Casi todas las banderas del gobierno son reediciones de políticas adoptadas entre 2003 y 2016, cuando Lula y Dilma Rousseff gobernaron Brasil. Para los más pobres, el programa Bolsa Família provee más recursos. Para los empresarios, se generaron subsidios en la industria automotriz y un plan de fomento.
El programa Nueva Industria Brasil de 300 mil millones reales (unos 60 mil millones de dólares) es una idea ambiciosa, pero sin metas definidas para aumentar la productividad, la innovación y las exportaciones. Es un slogan basado en las políticas adoptadas por Lula y Dilma que no lograron reindustrializar el país.
El PBI de Brasil creció un 3% en 2023. Aunque es una cifra mediocre, es el mayor crecimiento entre las principales economías latinoamericanas. La agroindustria, con cosechas récord de soja y maíz el año pasado, fue responsable de la mayor parte del crecimiento. La paradoja de Lula es que la agricultura, que trae buenas noticias a la economía, es un sector conservador. La gran mayoría del campo votó a Bolsonaro en 2018 y 2022, y volverá a votar contra el PT en 2026.
La principal iniciativa del gobierno en materia de seguridad ha sido deshacer la liberalización de portación de armas de fuego, que habilitó la presidencia de Bolsonaro. Expertos temen que armas compradas legalmente hayan sido destinadas al crimen organizado por medio de testaferros.
No parece existir una estrategia nacional de combate al crimen. Ante la incapacidad de dar respuestas respecto a la inseguridad, el gobierno federal asume el riesgo político de que la sociedad crea que todo vale contra la delincuencia. Así nacen los Bukeles.
La herencia bolsonarista
La Policía Federal ha revelado pruebas de que el entonces presidente Jair Bolsonaro, junto con cuatro generales del ejército y el comandante de la Armada, planificaron un golpe de Estado hacia fines de 2022. El complot consistió en difundir desinformación sobre las urnas, forzar una revuelta del pueblo e instaurar un gobierno militar.
El 42% de los brasileños cree que Bolsonaro es perseguido y el 40% cree que es culpable. El expresidente ya está inhabilitado para disputar elecciones por ocho años, según una decisión del Tribunal Supremo Electoral en una penalidad justamente sobre fake news.
El 25 de febrero, Bolsonaro convocó una marcha para defender su relato. El gobernador de São Paulo, principal estado de la federación, Tarcisio de Freitas, asistió al acto. Los grandes medios han construido la imagen de un gobernador moderado, pragmático, de centro derecha, como si estuviera a medio camino entre Bolsonaro y Lula. Los hechos demuestran que eso no es así, ya que fue uno de los miembros del gabinete más cercanos a Bolsonaro. Además, estuvo con el entonces presidente en sus apariciones en Facebook, cuando compartía fake news sobre la pandemia y la integridad de las elecciones de 2022. En ese sentido, De Freitas califica como heredero político de Bolsonaro y la derecha dura. Sin embargo, la gran pregunta es quién será el candidato apoyado por el expresidente para confrontar a Lula en su camino hacia la reelección de 2026. Aunque queda mucho por recorrer, una hipótesis plausible es De Freitas.

¿Cómo queda el centro?
El centro político participa en el gobierno de Lula a través del vicepresidente Geraldo Alckmin afiliado al Partido Socialista Brasileño —que también ocupa el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio—. De igual forma, se encuentra Simone Tebet, ministra de Planificación y Presupuesto.
Alckmin fue uno de los que impulsó la idea de reactivar la industria nacional sin presentar metas. El ministerio de Tebet es clave para la política pública, sin embargo, tiene poca visibilidad. Además, más del 90% del presupuesto federal de Brasil se compone de gastos obligatorios en salarios de empleados públicos, pensiones, planes sociales, transferencias a gobiernos subnacionales, pagos de la deuda y financiación del Poder Judicial y Legislativo.
Hay poco espacio en el presupuesto para Alckmin y Tebet. Todos sus logros serán los que el gobierno de Lula prometió: un «frente amplio por la democracia y contra el fascismo». En realidad, es un gobierno de izquierda cuya idea más potente es activar la economía por medio de mayor gasto público en un intento de revivir los logros del pasado.