El 14 de junio de 2025 falleció Violeta Barrios de Chamorro, expresidenta nicaragüense y primera mujer latinoamericana elegida en el cargo. Dejó un vasto legado democrático para Nicaragua porque puso fin a una década de conflicto interno y abrió las puertas a la esperada transición política.
Su gobierno estuvo marcado por intensos conflictos. Sin embargo, es la referencia democrática más cercana que ha vivido el país en su historia reciente.
Una vida marcada por la política
Doña Violeta, como la llama la mayoría de los nicaragüenses, tuvo una vida marcada por la política, aunque no siempre como protagonista. Desde joven acompañó a su esposo Pedro Joaquín Chamorro, reconocido opositor a los Somoza. En diferentes oportunidades estuvo encarcelado, en el exilio y, finalmente, fue asesinado en 1978. Pedro Joaquín se convirtió en el Mártir de las Libertades Públicas por su defensa de la libertad de prensa y expresión al frente del diario La Prensa.
En 1979, Violeta se integró como la única mujer de las cinco personas que conformaron la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional a la caída de los Somoza. Sus discrepancias con la dirigencia revolucionaria sandinista la llevaron a separarse del cargo un año después. Desde La Prensa mantuvo una posición crítica al sandinismo durante toda la década siguiente.
En 1989 aceptó la nominación para correr como candidata a la presidencia por parte de la Unión Nacional Opositora (UNO). Agrupaba a catorce partidos políticos de diferente signo ideológico. En una jornada electoral trascendental, el 25 de febrero de 1990 fue elegida presidente, abriendo paso a la transición hacia la democracia en Nicaragua.
Transición conflictiva
El período presidencial de Barrios Chamorro, entre 1990 y 1996, es considerado como el de la transición democrática. Fue un período complejo, marcado por fuertes conflictos desde antes de su investidura el 25 de abril de 1990. Requirió la firma de un acuerdo para asegurar el traspaso de gobierno entre los sandinistas y los nuevos gobernantes.
El acto de toma de posesión fue un reflejo de la polarización que vivía el país en esa época. De un lado, los simpatizantes de Barrios Chamorro celebrando su victoria; del otro, los simpatizantes del sandinismo respaldando a Daniel Ortega. Días después, el gobernante derrotado afirmó ante numerosos seguidores que iba a “gobernar desde abajo”, anticipando los intensos conflictos, movilizaciones y violencia política de los años siguientes.

Campos de disputa
Hubo tres campos de disputa importantes en ese período. Uno de ellos, la reconfiguración del Estado y el establecimiento de fundamentos democráticos. Los conflictos alrededor de este tópico se expresaron en diferentes ámbitos y formas. Por ejemplo, con el propio fraccionamiento de la UNO. Pero también con conflictos y tensiones con el FSLN, encabezado por Daniel Ortega, y sus organizaciones aliadas para preservar lo que ellos consideraban “el legado de la revolución”, además de sus posiciones de poder.
En algunas ocasiones las protestas tomaron la forma de sublevaciones urbanas con altos niveles de violencia. Uno de los incidentes políticos más críticos durante el gobierno de Barrios Chamorro se produjo el 2 de septiembre de 1993, cuando anunció el retiro del jefe del Ejército, el general Humberto Ortega, hermano de Daniel. El anunció provocó un airado reclamo público lo que hizo temer un intento de golpe de Estado que fue desmentido por la propia institución militar.
El segundo campo de disputa fue el proceso de desmovilización, desarme y reinserción de miles de excombatientes de la “contra” y del ejército. Poco después de la toma de posesión, se firmaron diversos acuerdos de desmovilización que incluían facilitar recursos para que los excombatientes se reinsertaran a la vida civil, la repatriación de miles de nicaragüenses que se encontraban en campos de refugio en países vecinos y la creación de medidas de protección y confianza para el retorno a sus comunidades de origen. Sin embargo, el escaso cumplimiento de los acuerdos generó un ciclo de rearme de excombatientes que se extendió hasta finales de los 90.
El cambio de modelo económico regulado a libre mercado se convirtió la tercera y más sensible discusión. Involucraba reconstruir el país después del largo conflicto bélico de los 80, establecer nuevas políticas que procuraran la estabilidad económica, el restablecimiento de relaciones comerciales con diferentes países y la reinserción de Nicaragua en el proceso de globalización económica.
Un legado que trasciende
A pesar de los desafíos y complejidades de la transición en Nicaragua, el gobierno de Doña Violeta Chamorro abrió las puertas a la democracia. Al final de su período presidencial, el país respiraba aliviado con el fin del largo conflicto bélico y la abolición del servicio militar. Se reestablecieron derechos fundamentales, como la libertad de expresión, la libertad de prensa y otros derechos políticos, y creció la esperanza de un futuro mejor para las generaciones más jóvenes.
Ese tiempo ha quedado grabado en la memoria de los nicaragüenses como una época democrática. Durante las últimas décadas, las encuestas de opinión pública demuestran que los ciudadanos asocian el gobierno más democrático con el de Violeta Barrios de Chamorro. Una respuesta que se refuerza al contrastar esa imagen con la realidad actual de Nicaragua, marcada por un régimen autocrático, sultanístico, gobernado por el mismo Daniel Ortega que resultó derrotado en las elecciones de 1990 y ahora se aferra al poder para heredarlo a su familia mientras somete a la población sobre la base del temor y la persecución.
El cierre político del país y la dispersión de la oposición en el exilio auguran una transición política más compleja que la anterior, pero la puerta que Doña Violeta abrió para la democracia dejó entrar una bocanada de aire fresco y esperanza que perdura hasta hoy, alimentando el anhelo de libertad para Nicaragua.