Juan Sebastián Chamorro: “Los perpetradores de la violencia en Nicaragua pagarán por sus crímenes”

Juan Sebastián Chamorro: “Los perpetradores de la violencia en Nicaragua pagarán por sus crímenes”

El precandidato presidencial que sobrevivió a la cárcel y el destierro reflexiona sobre el debilitamiento del régimen nicaragüense a siete años de la rebelión ciudadana de abril y la masacre del 30 de mayo de 2018.

Por: Eric Lombardo Lemus27 May, 2025
Lectura: 6 min.
Juan Sebastián Chamorro: “Los perpetradores de la violencia en Nicaragua pagarán por sus crímenes”
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Juan Sebastián Chamorro recuerda los días áridos y polvorientos removidos con el tórrido verano en Nicaragua mientras acrecía la violencia del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. La población exigía un cambio, pero fue reprimida sin vacilación en todo el país. Siete años después de la rebelión de abril y la masacre cometida el 30 de mayo de 2018, cuando Nicaragua conmemora el día de las madres, Chamorro rememora desde el exilio aquellos momentos como días de sangre, violencia y asesinatos.

Doctorado en Economía Agrícola por la Universidad de Wisconsin-Madison y con una maestría en Economía por la Universidad de Georgetown, Chamorro actualmente es profesor visitante en el Instituto Kellogg para Estudios Internacionales de la Universidad de Notre Dame.

El economista, encarcelado durante veinte meses por ser precandidato presidencial y ayudar a las víctimas de la represión, no desperdicia oportunidad en el entorno académico para denunciar el ascenso de los autoritarismos y la persecución política en Centroamérica.

¿Hay una imagen que te acompañe a siete años de la rebelión de abril en Nicaragua?

—Lo que más recuerdo de esos días calientes, secos, con mucho polvo, terminando el verano de 2018 es mucha sangre, mucha violencia y muchos asesinatos.

Me tocó presenciarlo de una manera muy dramática porque en la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) hicimos un fondo de emergencia para las víctimas, de los que estaban llegando heridos a los tres hospitales de Managua. Al mismo tiempo recuerdo que había una enorme algarabía. Particularmente entre las manifestaciones ciudadanas y en las marchas de apoyo a la Iglesia católica y un mar de gente en todas las ciudades de Nicaragua pidiendo un cambio.

Fue un momento en el que, a pesar de que el régimen estaba ya con la decisión de disparar a matar, todavía nosotros albergamos la esperanza del cambio. Y esa esperanza yo la he conservado.

La caída al precipicio

¿Pudieron dimensionar en qué momento esa deriva autoritaria iba en caída libre hasta desembocar en una tiranía?

—Al principio era difícil identificar un patrón. Sin embargo, en el diálogo nacional logramos que se invitara a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En la primera reunión que tuvimos les entregué una lista con los nombres detallados y los expedientes médicos de los heridos que estábamos atendiendo. Esa fue la primera evidencia forense que recibieron en Nicaragua. Y ahí se empezó a montar este caso de un patrón que se repitió el 30 de mayo contra la marcha de las madres. El patrón es clarísimo: disparaban a la cabeza, al cuello y al pecho. Matar ya era una orden deliberada.

Antes de 2018, Nicaragua era un país alejado de la violencia de los vecinos del triángulo norte centroamericano. Pero, ¿cuándo se quiebra esa imagen de país con seguridad ejemplar?

—Si bien no tenía ese nivel de violencia delincuencial, ese escenario hay que contrastarlo con la violencia institucional que caracteriza la historia de Nicaragua. O sea, nosotros tuvimos una guerra civil muy fuerte entre 1978 y 1979. Después otra guerra de 1981 a 1990 con miles de muertos y lesionados. Eso no puede quedar fuera de la ecuación, ¿no?

Y aunque probablemente el fin de la guerra civil contribuyó a que no se diera esa otra violencia delincuencial, ahí siempre estuvo el germen de la violencia institucional política de Ortega. Estos mismos excombatientes que ayudaron a Ortega en la guerra de los 80 se convirtieron en paramilitares que dispararon a civiles en 2018. Entonces, eso nos debe llevar a una reflexión sobre la importancia de la justicia en Centroamérica. Sobre la importancia de que se haga justicia para poner a los asesinos tras las rejas y que no se repita este patrón.

Lamentablemente en Nicaragua, sea por las buenas intenciones de los gobiernos que decretaron amnistías para darle vuelta a la página, nunca se buscó una justicia que lleve verdaderamente a los culpables a la cárcel.

Juan Sebastián Chamorro. Foto: cedida a Diálogo Político

Apoyo internacional

¿Es una lección aprendida?

—Sí, que tenemos que corregir. Y los perpetradores de esta violencia tienen que pagar por sus crímenes. Por eso es que en la oposición nicaragüense hacemos mucho énfasis en llevar causas como lo estábamos haciendo en distintas instancias.

En lo personal, en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Pero hay otros esfuerzos, como en los tribunales en Argentina y los organismos internacionales para llevar a estos criminales efectivamente ante la justicia internacional. Si no se haces eso, no se rompe el ciclo de la violencia institucional política.

Siete años después de la rebelión, hay un reclamo: ¿por qué no hay una consolidación de todo el exilio nicaragüense así como se consolida Ortega y Murillo? ¿Parece que la vida continúa como si no ha pasado nada?

—En primer lugar, yo creo que el régimen no está como si no pasara nada, todo lo contrario. A Ortega y Murillo les duele lo que pasó en abril y por eso es que en las últimas semanas, a propósito del séptimo aniversario, han estado vociferando en contra del movimiento azul y blanco de una manera muy visceral. Lo tienen presente. Ahora quieren hacer el mes de la patria y feriados nacionales. Quieren borrar la historia y escribir su propia historia, que no va a ocurrir.

No es tan así, de que el régimen está en sus laureles. Cada vez está más aislado, está expuesto en el mismo sistema centroamericano, aislado en la Organización de Estados Americanos, se salió de la OEA precisamente por eso y es señalado en Naciones Unidas por sus delitos. El régimen está bastante desacreditado a nivel internacional y en un proceso de descomposición interna, echando preso a su propia gente.

El exilio

¿Y qué sucede con el rol del exilio nicaragüense?

—Con relación al esfuerzo unitario, yo siempre he reiterado que la oposición nicaragüense es diversísima. Tiene una enorme variedad de liderazgos que van desde estudiantes, campesinos, intelectuales, profesores universitarios, amas de casa, gente que le agarró este mar de azul y blanco y se incorporó a la lucha feminista, personas de distintas ideologías, una gran variedad de profesionales, funcionarios públicos, exsandinistas, excontras. Esa es la verdadera riqueza en un movimiento político que aglutina a toda la sociedad nicaragüense.

Yo siempre digo: no pensemos que la unidad es una sigla o alguien que instruya, o un mesías a seguir. Si hiciéramos eso, estaríamos perpetuando ese caudillismo contra el que estamos luchando.

Si realmente vamos a practicar la democracia es dentro de toda esta pluralidad, que debe ser resaltada. Pero no como división, sino resaltada como pluralidad, como el ejercicio democrático de tener un diálogo respetuoso entre todos los nicaragüenses con una verdadera unión de acciones específicas.

En la concertación democrática nicaragüense, que es la organización en la que estoy afiliado, hay gente de izquierda, de derechas, de centro, de distintos tipos de de pensamiento y nos une precisamente el hecho de que somos diferentes y eso está bien.

Eric Lombardo Lemus

Eric Lombardo Lemus

Comunicólogo e investigador periodístico. Doctor en comunicación social por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Investiga la violencia social y la memoria histórica en Centroamérica como parte de la revista Expediente Público.

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