Cuando está por concluir su segundo año de gobierno, con un liderazgo disruptivo, Javier Milei finalmente encontró el norte de su mandato: selló una alianza sin fisuras con los Estados Unidos de Donald Trump.
El entendimiento tiene fuertes implicancias geopolíticas para la región y se cristaliza tanto en el plano de las ideas —aunque con contradicciones— como en la faz operativa. Incluye un acuerdo comercial que algunos sectores de la oposición argentina califican como un “contrato de adhesión”.
Para Milei, haber atado su destino al trumpismo le dio, en principio, un buen resultado. El apoyo condicionado de la Casa Blanca fue decisivo para que una porción mayoritaria del electorado argentino apoyara al gobierno en las elecciones legislativas del 26 de octubre, motivados por el factor del miedo a la desestabilización económica. La presión alcista sobre el tipo de cambio, aplacada tras la victoria del gobierno en los comicios, había generado un clima preelectoral tormentoso para Milei. Pero los nubarrones se despejaron con el auxilio de Trump.
Cancillería condicionada
El acuerdo comercial fue trabajado durante meses por un equipo comandado por el excanciller Gerardo Werthein. Pero al momento de la firma el que puso la cara para la foto fue Pablo Quirno, el nuevo jefe de la diplomacia argentina, quien quiso participar, sin éxito, de las negociaciones cuando era funcionario del ministerio de Economía. Los embajadores de carrera advierten que los problemas internos en la Cancillería son una desventaja para establecer conversaciones con delegaciones extranjeras.
“La Cancillería se transformó en un apéndice de Economía”, repiten los diplomáticos en los pasillos del Palacio San Martín, la sede del ministerio de Relaciones Exteriores. Allí prima, sobre cualquier situación, la alianza a rajatablas con EEUU. Así lo comprobó un embajador extranjero que fue a pedirle al canciller Quirno el apoyo argentino para el nombramiento de un connacional en un organismo multilateral. “Si Washington lo apoya, nosotros también”, fue la cruda respuesta que recibió en el edificio de Retiro.
Sin embargo, la amalgama entre Buenos Aires y Washington tiene sus contradicciones. Mientras la administración de Milei la concibe desde una postura librecambista al extremo, la gestión de Trump exhibe otro enfoque, vinculado al proteccionismo de su actividad económica y a los aranceles frente a los productos que le llegan desde todos los puntos cardinales del planeta. Por eso, en la Casa Rosada festejaron que la Secretaría de Comercio norteamericana haya accedido a cuadruplicar el acceso de la carne argentina como parte del acuerdo.
En efecto, uno de los 12 puntos del memorando —que tiene un modelo base utilizado por los estadounidenses con otros países como Ecuador, El Salvador y Guatemala— lleva de 20.000 a 80.000 las toneladas anuales de carne argentina que ingresarían al mercado norteamericano, por supuesto con los aranceles del rigor trumpista, que no fueron reducidos de manera sustancial. En la carta de intención también figura el delicado asunto de los medicamentos y sus patentes, y se trasluce el interés de Washington por los minerales raros como el litio.

Impacto geopolítico en la región: Brasil
La alianza política y económica que tejió EEUU con la Argentina refleja, en los hechos, el mayor intervencionismo de la Casa Blanca en la región. Un ejemplo viene al caso: los diplomáticos dicen por lo bajo que el Departamento de Estado envió redactado un documento que terminó siendo una declaración conjunta de apoyo al nuevo gobierno de Bolivia, que firmaron sin modificar Argentina, Paraguay y Ecuador. “La relación se va a profundizar, porque así lo quieren en Washington”, sostuvo un embajador, que pidió reserva de identidad.
La Casa Rosada accede a ese encuadramiento con convencimiento y pragmatismo. En el gobierno argentino se entiende que Trump espera que Milei se transforme en un contrapeso para el liderazgo histórico que ejerce el brasileño Lula da Silva en la región. Tanto es así, que algunos observan la mano de la Casa Blanca en la resistencia argentina —en dupla con Paraguay— a firmar el acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea. Lula ya le puso fecha y lugar al acto formal: pretende que sea el 20 de diciembre en Brasilia.
Pero Milei y su mesa chica, que integran su hermana Karina Milei y el jefe de Gabinete, Manuel Adorni, prefieren mantener como estaba prevista la cumbre del Mercosur la semana próxima, el 2 de diciembre, en Foz de Iguazú, con tal de no darle a Lula el escenario deseado para firmar el acuerdo con la UE en la capital de su país. La tensión entre la Argentina y Brasil permanecerá en el tiempo, dadas las proyecciones de una victoria de Lula en 2026 y el campo político despejado que se le abre a Milei ante una crisis espiralizada de la oposición argentina.
De fondo aparece China, la otra gran potencia global, que tiene una fuerte presencia en la Argentina y que procura reactivar inversiones estratégicas como las represas cuyas obras están paralizadas en Santa Cruz. Se trata de un desafío abierto para Milei, porque Trump le demanda poner en el freezer esos proyectos, mientras que los gobernadores provinciales presionan por su continuidad, necesitados del financiamiento que cortó de cuajo la motosierra libertaria. En esa intersección, ya no hay dudas del camino que tomará el presidente argentino.

