​​Antonio López-Istúriz: “Los políticos tradicionales no estamos tomando decisiones”

El eurodiputado español es autocrítico con la situación de los partidos democráticos de centro ante los extremos del populismo y no ve liderazgos claros para llevar a cabo una transformación.

Por: Agustina Lombardi11 Nov, 2025
Lectura: 7 min.
​​Antonio López-Istúriz: “Los políticos tradicionales no estamos tomando decisiones”
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

En la discusión sobre liderazgos políticos, los partidos tradicionales corren detrás del pragmatismo que prometen los extremos políticos. Estudios y politólogos señalan que los votantes prefieren la acción ante la moderación, aunque el costo sea el debilitamiento de las instituciones democráticas. Justamente, ¿qué hacen los partidos tradicionales, inherentes al sentido democrático clásico, ante la desvalorización de su propio sistema?

Antonio López-Istúriz, eurodiputado por el Partido Popular español, no ve «liderazgos suficientes para llevar a cabo esa transformación», necesaria si los partidos demócratas pretenden seguir compitiendo por el poder. Y no concibe la decisión de los votantes como culpable en el viraje a los extremos, más bien, como la consecuencia de no tener buenas alternativas.

En el marco del Foro América Libre, Diálogo Político conversó con López-Istúriz, también secretario ejecutivo de la Internacional Demócrata del Centro, sobre cómo gestionar el desafío de ser atractivos desde el centro político, la política exterior española y las relaciones transatlánticas.

Antonio López-Istúriz en la apertura del Foro América Libre 2025. Foto: cedida a Diálogo Político

Tradicionales atrapados

En su discurso en la inauguración del Foro América Libre hizo una autocrítica frontal hacia las formas de hacer política de centro —»pasivos» y “flojitos”— y llamó a ser más audaces. ¿Al centro le cuesta asumir que debe cambiar para ser más atractivo?

—Los gobiernos de centro, izquierda o derecha, que han estado operativos desde la Segunda Guerra Mundial, turnándose en el poder, generalmente basaban su preocupación en la gestión de las cosas. Todo esto se rompe con la crisis económica; algunos argumentan que con la caída de las torres gemelas y la desestabilización del panorama internacional. Pero, más bien, con la crisis económica en el año 2008 aparece de repente un movimiento populista de derechas. Ya había germinado un populismo de izquierdas en América Latina, el bolivarismo que aparece en Venezuela, con la influencia cubana. 

Entonces, los partidos tradicionales nos vemos abocados a estar en medio, entre dos extremos, que se nutren más de la revolución tecnológica y los nuevos métodos de información. Y el problema también es que, sobre todo la centroderecha cuando quiere cambiar las cosas después de un gobierno, ¿qué pasa?, tiene que ir a por todas. No te puedes quedar a medias tintas. No se trata de transformar el sistema. Simplemente de volver a tener una estabilidad, para que la gente vuelva a confiar en el sistema. 

Recuperar a los votantes. 

—Muchas veces en los partidos se habla del votante como ese gran culpable que está escapando a opciones extremas. El votante no es culpable. El votante está buscando a alguien que le solucione el problema. Y por supuesto puede caer perfectamente y legítimamente en la tentación de votar a partidos que, aunque sospeche que no le van a cambiar la vida, por lo menos dicen algo. 

Un ejemplo. Se podrá discutir largo y tendido sobre Trump, pero su programa, por disparatado que sea o no, lo implementa. Y eso es lo que nos ha fallado mucho a nosotros. Presentamos programas en oposición para cambiar y cuando llegamos al gobierno no se cumplen. Y la sociedad ya no lo perdona como antes. Exigen que, si se votó una opción, se cumpla con ese programa. Es algo a lo que no estábamos habituados en el sistema anterior y que exige ese tipo de cambio de mentalidad por parte de los partidos para recuperar la estabilidad. 

Lo complicado en este “cambio de mentalidad” es, justamente, no imitar el extremismo para atraer. 

—Indudablemente. Otra autocrítica: espero equivocarme y no quiero que nadie se enfade, pero no veo liderazgos suficientes para llevar a cabo esa transformación. Para estos cambios necesitas liderazgo, gente dispuesta a tomar decisiones no basadas en encuestas o en si caerá mejor o peor. Por eso he citado el ejemplo de José María Aznar, que tomó decisiones en su gobierno que generaron 50% de amores y de odios. Eso es el líder, puede estar equivocado o acertado, pero por lo menos toma decisiones. Es lo que la gente quiere. El problema es que como los políticos tradicionales no estamos tomando decisiones, la gente tiende a pensar que es mejor que haya una sola persona que tome decisiones, para facilitar todo. Y ese es el reverso oscuro de la fuerza. 

UE, España y América Latina

Este año Pedro Sánchez visitó América del Sur, en Chile, para hablar sobre democracia, moral y la lucha contra la derecha. ¿Qué opinión le merece? 

—Yo no creo que sea muy democrático luchar contra la derecha. Yo creo que lo democrático hoy en día es intentar que nos aliemos todos y buscar los consensos necesarios. Sánchez es un experto, desgraciadamente, en luchar contra la derecha para dar fuego a la extrema derecha. Para poder mantenerse él y el Partido Socialista en el poder. Y que vaya a Chile a pontificar sobre esto, pues, te dice mucho de cómo está la política exterior española y su pobre influencia en Latinoamérica. 

Más allá de esto, ¿cuáles son los vínculos más estratégicos en la relación entre España y América Latina? 

—España ahora mismo tiene que conseguir el tratado de Mercosur, el tratado con México, el acuerdo con Chile. España tiene que estar a la cabeza, pero no solo para empresas españolas, sino para todas las europeas. Quien puede facilitar esto es una España que sea un verdadero interlocutor con todos los gobiernos de Latinoamérica, no con dos o tres que ideológicamente le vengan bien. No puedes ser un predicador ideológico. Tienes que ser presidente del gobierno, y los intereses de España hoy en día son los intereses de la Unión Europea. No te puedes ir a hacer campañas. Tienes que tener la mejor relación posible con los gobiernos de la América Latina, sean de tu ideología o no. 

Eurodiputados: López-Istúriz, Gabriel Mato, Raúl de la Hoz y Davor Steir en el Foro América Libre. Foto: cedida a Diálogo Político

Cómo percibe la influencia de la política española en los procesos democráticos latinoamericanos? 

—Veo con muchísima preocupación que un expresidente de España, como José Luis Rodríguez Zapatero, esté de embajador del régimen de Maduro. Dicho eso, España ha perdido influencia en los últimos años. La política, tanto de Zapatero como la de Pedro Sánchez, muy distinta a la de Felipe González, nos está alejando de esa influencia. Es una aproximación de aliado europeo hacia los países latinoamericanos, con los que tenemos tantas cosas en común; cultura, religión, lenguas.

España hace un papel de puente. Ya no es un papel dominante como en el pasado. Es un papel facilitador que beneficia a España, a la Unión Europea y a los países latinoamericanos. Eurodiputados españoles de todo pelaje en ideologías y portugueses están constantemente en el Parlamento Europeo dando la brasa con el tema latinoamericano. Nos gustaría que más diputados de otras nacionalidades lo hiciesen. Si a Europa le va bien, a España le irá mejor. Aquí nos va bien a todos. 

¿Qué papel juega el Partido Popular en el contexto político español? 

—El partido popular intenta hacer oposición frente a un gobierno desmembrado, que solamente se mantiene por estar en el gobierno. Los partidos, realmente, son una locura ideológica inconexa; independentistas, de derecha catalana, como Junts, la ultraizquierda Esquerra Republicana de Cataluña, los partidos más antitéticos. Es un refrito que en teoría tiene que ser muy difícil de mantener si no es simplemente por un criterio de mantenerse por mantenerse, que es la sensación que está teniendo la población española.

No tengo mucha envidia de la labor que va a tener que llevar a cabo Feijóo cuando llegue al gobierno de recuperación de la confianza, en un sistema que en los últimos siete años ha venido abajo, y ha creado una polarización enorme en una sociedad española que siempre lo había evitado, por razón de la guerra civil. En España pesa mucho el pasado y después de la transición, la sociedad española había optado por no entrar en confrontaciones. De hecho, la polarización ha tardado mucho más en llegar a España que en otros países. Pero, con Sánchez, ha llegado a su extremo.

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Agustina Lombardi

Agustina Lombardi

Periodista. Licenciada en Comunicación por la Universidad de Montevideo. Cursando el Posgrado en Comunicación Política por la UM.

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