El wokismo toma un segundo aire con la victoria de Zhoran Mamdani como alcalde de Nueva York. El radicalismo de izquierda sufrió algunos golpes desde que Donald Trump asumió la presidencia, especialmente en el ámbito educativo con su política de recortes de fondos a universidades privadas que el gobierno calificó de proteger o ignorar el antisemitismo. De todos modos, el triunfo de Mamdani envía un mensaje revelador e inquietante sobre el futuro de la izquierda en Estados Unidos.
Mamdani es el primer alcalde musulmán de Nueva York. Es también el primero que tiene un discurso abiertamente anti-Israel y que ha expresado su apoyo a la “globalización de la intifada”. Es decir, a la resistencia palestina como movimiento mundial contra el Estado judío. Nueva York es la ciudad con más judíos en el mundo. Ahora tiene a su cabeza a un político anti-sionista. Hay quien considera a Mamdani como anti-judío, pero él se ha defendido de esas acusaciones. Esto encuentra a los judíos neoyorquinos un tanto divididos. Aunque la mayoría votó contra Mamdani, alrededor de un 30%, especialmente entre los más jóvenes, sí lo apoyó. Esto se da en un contexto en el que el apoyo a Israel entre los judíos de EEUU no es tan sólido como en el pasado.
Pobreza y resentimiento
La motivación de votar por Mamdani tiene que ver con las políticas socialistas que planteó durante su campaña: transporte público gratuito, servicio de guarderías sin costo, poner en operación supermercados de la misma alcaldía con precios controlados y regular los alquileres. Nueva York se ha convertido en una ciudad demasiado costosa para la mayoría de sus habitantes que se han ido empobreciendo en el corazón de las finanzas del mundo.
Mamdani ha asumido el discurso populista de izquierda que promete el paraíso. Sin embargo, la mayoría de los casos en los que esta política de subsidios y controles se ha puesto en marcha ha terminado con estancamiento económico. A la larga trae más pobreza. Lo saben bien los cubanos, los venezolanos y los habitantes de la antigua Unión Soviética y sus satélites. Pero la memoria histórica se desvanece en esta época de escasa atención e ignorancia híperinformada. La necesidad, que es real especialmente entre los jóvenes, y el resentimiento, movilizan a las personas a seguir líderes redentores.
Los checks and balances del sistema republicano de EEUU podrían evitar una deriva socialista radical en Nueva York. No hay garantías que un gobierno de Mamdani no vaya a dejar secuelas en una ciudad que ya compite con otras como Miami, Dallas, Houston, Detroit (que está de regreso después de superar la crisis) para mantener su sector financiero, bancario y tecnológico en la Gran Manzana. Mamdani puede terminar espantando a los grandes jugadores del capitalismo financiero y cibernético empobreciendo más a quienes votaron por él.
Musulmán de izquierda
Zhoran Mamdani es él mismo un buen representante de la política identitaria que tanto ha promovido el wokismo. Nacido en Uganda de padres con orígenes indios, su progenitor es un profesor en Columbia University y estudia el colonialismo y el poscolonialismo en África. Su madre es una directora de cine que ha hecho películas con un enfoque étnico del sureste de Asia. El joven Mamdani creció en el ambiente intelectual para producir un político socialista de estos tiempos. El hecho de que Mamdani sea musulmán lo hace incluso más interesante: la guinda en el pastel del anticonformismo.
La izquierda radical y el islam han hecho buenas migas, como se vio en las movilizaciones propalestinas (e incluso pro-Hamás) en EEUU, Canadá y Europa. Y esto ocurre en la ciudad que hace 24 años sufrió su peor ataque terrorista de Al Qeada, una minoría islamista violenta.
Mamdani y la corriente de socialistas democráticos dentro del partido Demócrata representan la concreción política del pensamiento woke que denuncia el capitalismo, divide el mundo en grupos identitarios y sostiene posiciones propalestinas y anti-Israel. En su mismo sitio web, esta corriente de izquierda dice: “El capitalismo es un sistema diseñado por la clase propietaria para explotarnos al resto de nosotros para su propio beneficio. Debemos reemplazarlo con el socialismo democrático, un sistema donde la gente común tenga una voz real en nuestros lugares de trabajo, vecindarios y sociedad”.
Los socialistas democráticos tienen un grupo de trabajo intitulado Queer Socialists Working Group, poniendo el énfasis en la representación de grupos identitarios ya no como sujetos de clases sociales (en el sentido tradicional del marxismo), sino como variaciones de la identidad de género (más subjetiva que biológica). En el programa político incluyen los tratamientos y la cirugía de “afirmación de género” como derechos a ser garantizados por un sistema universal de salud.
En una declaración del 13 de octubre de este año comentando el cese al fuego entre Hamás e Israel, los socialistas democráticos afirmaron: “En toda la región, Israel aterroriza a los pueblos de Líbano, Siria, Yemen, Catar e Irán, mientras blande la amenaza implícita de un enfrentamiento nuclear para imponer violentamente sus aspiraciones fascistas y expansionistas”. Ni una sola mención a los terroristas de Hezbolá, ni al mismo Hamás (a quienes llaman “la resistencia palestina”), ni a los Houtis que lanzan misiles contra Israel o a los fundamentalistas iraníes que han declarado su misión de destruir al Estado judío.
¿El wokismo toma impulso?
¿Será el radicalismo de Mamdani el futuro del liderazgo de los demócratas? De todos modos, el alcalde no puede aspirar la presidencia por no haber nacido en EEUU. La representante ante el Congreso por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, podría ser una alternativa de liderazgo. Tiene la juventud y las características de una candidata woke por su origen puertorriqueño y un relato poscolonial. Al igual que Mamdani, es parte de la corriente de socialistas democráticos dentro del partido. Y si bien sería rechazada por el viejo establishment, es un rostro nuevo y desafiante ante una dirigencia anquilosada. Todo esto en un país que ha tenido recientemente dos presidentes de avanzada edad.
El cambio generacional sería una carta política atractiva para los jóvenes y las minorías en una economía de altos precios, mayor desigualdad, y una corrupción que corroe el sistema político.

