Desde finales de septiembre, Marruecos se encuentra atravesando una de las mayores protestas desde la Primavera Árabe de 2011 y el Movimiento del 20 de Febrero en Marruecos. Miles de jóvenes, organizados bajo el nombre de GenZ 212 (una referencia al código telefónico del país), salieron a las calles de ciudades como Agadir, Casablanca y Rabat para denunciar el deterioro de los servicios públicos, el desempleo y la corrupción.
Lo que comenzó como indignación por la muerte de ocho mujeres embarazadas en un hospital público de Agadir, pronto se convirtió en un movimiento nacional. Pero la magnitud de estas marchas no solo demostró el nivel de indignación nacional, sino también la innovación de esta generación. Sin líderes ni estructuras formales, encontró una voz unificada a través de la plataforma digital Discord.
Una chispa en un país dividido
El Marruecos actual es un país de contrastes. Mientras el gobierno invierte miles de millones de euros en estadios para la Copa Africana de Naciones de 2025 y el Mundial de 2030, hospitales públicos carecen de equipamiento básico y las escuelas se derrumban por falta de mantenimiento. El Gobierno marroquí había puesto su fe en estos planes de inversión en infraestructuras para el Mundial de Fútbol de 2030 (que coorganiza con España y Portugal) con la esperanza de contrarrestar la pérdida neta de empleo, la primera en los 25 años de reinado de Mohamed VI. Irónicamente, esta inversión, pensada para impulsar el mercado laboral, terminó convirtiéndose en el símbolo principal del descontento.
La indignación estalló cuando se conoció que las ocho mujeres murieron por falta de recursos para realizar cesáreas. “Menos Mundial y más hospitales” se convirtió en el lema de una generación que creció entre promesas incumplidas y pantallas encendidas. En este contexto, la Generación Z (nacidos entre 1995 y 2010) emerge como un actor político inédito. Representan cerca del 41% de la población y son la generación más conectada y frustrada de Marruecos: el desempleo juvenil, que alcanza el 37%, es uno de los más altos de la región, y casi uno de cada tres jóvenes expresa el deseo de emigrar. Pero, a diferencia de las generaciones anteriores, esta no confía ni en los partidos, ni en los sindicatos, ni siquiera en los medios tradicionales. Su espacio de acción es digital, y su herramienta de organización, inesperadamente, es una aplicación pensada para gamers.

De los videojuegos a la movilización
Discord nació en 2015 como una plataforma de chat para videojuegos en línea. Su diseño permitía coordinar equipos, hablar en tiempo real y compartir estrategias sin interrupciones. Pero esa misma arquitectura (canales temáticos, servidores privados, anonimato y comunicación instantánea) se ha transformado en una infraestructura ideal para la organización política descentralizada. El caso marroquí lo demuestra con claridad. En cuestión de días, el servidor GenZ 212 reunió a más de 180.000 usuarios, que discutían estrategias, votaban decisiones y coordinaban protestas simultáneamente en distintas ciudades.
Discord ofrecía lo que Facebook o X ya no podían: un espacio cerrado, horizontal y libre de vigilancia directa, donde los jóvenes podían expresarse sin el miedo heredado de sus padres. Las ventajas técnicas eran evidentes. Los canales se dividían por regiones, las discusiones se organizaban por temas, y las votaciones se realizaban colectivamente. Las herramientas de voz y video permitían reuniones en tiempo real entre miles de usuarios. Todo esto, sumado a la posibilidad de usar seudónimos y crear cuentas sin número telefónico, dio al movimiento una sensación de autonomía y seguridad digital difícil de replicar en otras redes.
Una generación sin miedo ni jerarquías
Más allá de la tecnología, el fenómeno refleja un cambio cultural profundo. La Generación Z marroquí no busca líderes ni partidos, busca comunidad. A diferencia de los movimientos de 2011, estructurados en torno a ideologías o figuras visibles, GenZ 212 se define como apolítico, horizontal y “sin rostro”. Sus reivindicaciones (salud, educación, dignidad) son universales y casi imposibles de cooptar por las fuerzas tradicionales. El movimiento también rompe con el miedo heredado. Los jóvenes marroquíes crecieron viendo la Primavera Árabe reprimida y las reformas prometidas diluirse.
Pero, a diferencia de sus padres, no cargan con el pacto tácito del silencio. En sus canales, los mensajes son directos, a veces irreverentes: la crítica al Gobierno del primer ministro Aziz Akhannouch es frontal, aunque el respeto al rey Mohamed VI se mantiene como una línea roja. Su reclamo no busca derrocar la monarquía, sino obligarla a intervenir para frenar la corrupción y restaurar la justicia social. Esta nueva generación también globaliza su lenguaje político. En las marchas, ondea una bandera peculiar: la del manga One Piece, símbolo de rebeldía y justicia. Los memes, los emojis y las referencias culturales son parte del discurso, mezclando cultura pop y política con naturalidad. Es una forma de resistencia que se entiende en Tánger (Marruecos), pero también en Katmandú (Nepal) o Antananarivo (Madagascar), donde movimientos similares han surgido bajo la misma lógica digital.
El reflejo en Peru
Las marchas en Perú, descentralizadas y con fuerte protagonismo de la Generación Z, también canalizan un hartazgo acumulado ante la falta de oportunidades, la inseguridad cotidiana y la impunidad de las élites, en un país donde uno de cada cuatro jóvenes no estudia ni trabaja. Las movilizaciones lideradas por jóvenes menores de 30 años surgieron como respuesta a una reforma del sistema privado de pensiones, que imponía aportes obligatorios a los trabajadores independientes y restringía los retiros anticipados. Aunque el Congreso dio marcha atrás en la medida, el reclamo inicial se transformó en una protesta más amplia contra un sistema político percibido como corrupto, ineficiente y ajeno a las necesidades ciudadanas.
Desde Latinoamérica, este movimiento comparte rasgos con las recientes manifestaciones juveniles en Marruecos y otras partes del mundo: un liderazgo difuso, una organización basada en redes sociales y el uso de símbolos culturales globales que expresan rebeldía y aspiración de justicia. En las calles de Lima y otras ciudades, la bandera pirata inspirada en el manga One Piece también tuvo un papel protagónico como emblema de una generación que se siente despojada del derecho a soñar, y que busca recuperar la esperanza a través de la protesta.
Con más del 25% del electorado, los jóvenes peruanos representan un nuevo actor político con capacidad de incidir en las elecciones de 2026. Su irrupción marca no solo una crisis de representación, sino también la emergencia de un sujeto colectivo que, al igual que en Marruecos, utiliza la protesta como medio para reclamar dignidad, participación y un futuro propio dentro de sistemas percibidos como clausurados.
Los límites de la horizontalidad digital
Pero este modelo también tiene sus límites. La misma horizontalidad que hace del movimiento algo inclusivo puede volverse un problema. Los moderadores de los servidores, muchas veces voluntarios sin experiencia, enfrentan dificultades para controlar el discurso o evitar la desinformación. En Nepal, un servidor similar se vio invadido por información falsa y sabotaje digital. En Marruecos, los administradores han debido imponer reglas estrictas (como limitar el tiempo de palabra a pocos minutos) para evitar el caos. Además, los mensajes no están cifrados y la plataforma ha cooperado con autoridades en otros países, lo que genera temores sobre posibles filtraciones o represalias.
Lo que distingue a Discord de sus predecesores (Facebook durante la Primavera Árabe o Twitter durante las protestas de Hong Kong) es su naturaleza privada y comunitaria. No es una plaza pública abierta, sino una serie de pequeñas asambleas digitales. Esto permite a los movimientos ser menos visibles y, por tanto, más resistentes a la censura o al control estatal. Pero también implica una paradoja: la revolución ya no se libra en la calle, sino en espacios cerrados y anónimos, difíciles de representar políticamente.
Aun así, el impacto es real. GenZ 212 logró articular un discurso nacional en cuestión de días, movilizando a una generación que se creía apática. Su reclamo por dignidad, salud y educación ha vuelto a poner sobre la mesa temas que el poder político prefería ignorar. Y aunque el futuro del movimiento es incierto, su existencia marca un punto de inflexión en la política marroquí.
Del clic al cambio
La movilización de los jóvenes demuestra que la tecnología no solo cambia la forma de comunicarnos, cambia la forma de entender la acción política. Discord, creada para coordinar partidas de juegos online, se ha convertido en una herramienta para coordinar protestas por la dignidad humana. Lo que empezó como un canal para el ocio es hoy un símbolo de organización, frustración y esperanza juvenil.
Quizás por eso, más que una plataforma, Discord encarna una metáfora generacional: una juventud que, cansada de esperar en silencio, aprendió a hacer política desde la intimidad de una pantalla. No necesitan un líder, ni un partido, ni una plaza: solo un servidor donde la indignación se transforme en conversación, y la conversación, en acción, marcando el fin de una generación que se negaba a ser silenciada.