La “foto de familia”, como se le conoce a la imagen protocolaria, retrató esta vez a una familia incompleta. En la cuarta cumbre CELAC–UE, celebrada el 9 y 10 de noviembre en Santa Marta (Colombia), apenas posaron una docena de presidentes o jefes de Estado. La imagen resumió el tono del encuentro: ausencias de mandatarios clave y una declaración conjunta que terminó sin consenso entre varios de los países de América Latina.
De los 33 países que integran la CELAC, solo ocho estuvieron representados por sus jefes de Estado o de Gobierno. Del lado latinoamericano, solo asistieron dos presidentes de peso —Lula da Silva, que realizó viaje relámpago desde la COP30, y el anfitrión Gustavo Petro—. Los demás enviaron a cancilleres o viceministros. Del lado europeo, cuatro mandatarios asistieron de los 27 miembros de la Unión Europea: entre ellos el presidente del Consejo Europeo, António Costa, el presidente español, Pedro Sánchez, y el primer ministro portugués, Luís Montenegro.
El Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales, CORI, un centro de pensamiento del que participan varios excancilleres colombianos, expresó en un comunicado su “preocupación por la falta de consenso y la escasa asistencia de jefes de Estado y de Gobierno a la cumbre, lo que evidencia el débil liderazgo del presidente de Colombia, la fragilidad de su política exterior —irresponsable y de malas maneras— y el progresivo aislamiento internacional al que está conduciendo al país”.
En contraste, la foto de Bruselas en 2023 muestra una escena opuesta. Casi todos los jefes de Estado de ambos bloques —más de cincuenta líderes— participaron en aquella cita que marcó el regreso del diálogo birregional tras ocho años de pausa. Esa imagen, compacta y optimista, se presentó entonces como el relanzamiento político de la relación entre Europa y América Latina.

La sombra de Trump
La sombra de Donald Trump y las intervenciones populistas del presidente Petro, días antes de iniciar oficialmente el encuentro birregional, condicionaron la realización de la Cumbre. En este contexto, posar junto a Petro podía interpretarse como una provocación para la Casa Blanca. Y el riesgo incluía las posibles declaraciones de Petro durante la propia cumbre.
Es que la escalada entre Petro y Trump subió de tono y pasó de la revocatoria de la visa del mandatario colombiano y su familia a su inclusión en una lista de sanciones del Departamento del Tesoro de EEUU por incentivar el narcotráfico con su política de paz total.
El domingo, mientras se discutía el acuerdo para la definir la declaración conjunta, el ambiente en Colombia se enrareció aún más con la revelación de la revista Cambio. El medio publicó una imagen de una reunión de congresistas republicanos en la Casa Blanca, en la que James Blair, subjefe de gabinete, aparece con una carpeta abierta en la que se ve un documento que tiene fotos de Nicolás Maduro y Gustavo Petro con vestimenta naranja, como la de los presos. Una foto, que de acuerdo con La Silla Vacía, es real.
CELAC dividida
Las divisiones ideológicas entre los mandatarios de América Latina y el Caribe son claras. Por un lado, está un grupo conformado por países como Argentina, Ecuador y El Salvador, al que se le unen Perú y Bolivia. Por otro, el bloque de Brasil, Colombia, Chile y México. Estas tensiones, sumado a las molestias por la presencia de representantes de Venezuela y Nicaragua, dificultó más la visita de los mandatarios de estos países, lo que revela un continente fracturado.
La negociación sobre el documento final se extendió hasta la noche del domingo. Lo que debía anunciarse a las cinco de la tarde se leyó tres horas después. La declaración, de 52 puntos, muestra la ambición y las divisiones de los países de la región.
Argentina, Paraguay, Ecuador, Panamá, El Salvador, Costa Rica y Trinidad y Tobago se desasociaron de algunos apartados —sobre la guerra en Gaza, el embargo a Cuba, el Pacto por el Futuro o las menciones a género y ODS—. Venezuela se retiró por completo.
Sandra Borda, profesora asociada del Departamento de Ciencia Política y Estudios Globales de la Universidad de los Andes, publicó un análisis en el que señaló que en el acuerdo “se abordan todos los temas habidos y por haber con un nivel de profundidad mínimo: desde la reforma del sistema internacional multilateral, pasando por comercio, inversión, clima y medio ambiente, cooperación en materia de seguridad y seguridad alimentaria, transformación digital, inclusión social, educación e investigación, migración y contactos entre pueblos y cultura. No hay en ninguno de estos temas un acuerdo que avance frente a lo poco y muy general que se ha acordado en el pasado”.

La agenda de Petro en los acuerdos
En su carácter de anfitrión, Petro quiso imprimir su sello en dos frentes: la seguridad marítima del Caribe y el proceso de paz colombiano. El punto 10 de la declaración recoge el apoyo internacional a la “Zona de Paz” de la CELAC y al proceso de paz en Colombia, con mención expresa a la ONU. También se incluyó un párrafo sobre la neutralidad del Canal de Panamá y la estabilidad regional. Pero el intento de incluir una condena directa a las operaciones militares estadounidenses fracasó.
En cuanto a Venezuela, la redacción fue diplomática: se reiteró el compromiso con elecciones libres, sin nombrar al país. Caracas, en respuesta, abandonó la sala. Para Mario Carvajal, analista en Geopolítica de América Latina y columnista de Diálogo Político, la cumbre y la declaración final reflejan el carácter del anfitrión: desordenado.
Algunos de los puntos son los temas con los que Petro intenta posicionarse a nivel internacional como la transición energética, justicia ambiental, reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, paz, soberanía regional y el bloque de Cuba. Además, no se hace una declaración contundente que rechace lo que ocurre en Venezuela y Nicaragua. Tampoco hace mención alguna de la guerra liderada por Rusia en Ucrania, la cual el gobierno de Petro no ha criticado con firmeza.
Frente a la Declaración de Bruselas de 2023, el documento de Santa Marta introduce nuevos capítulos: desinformación y discursos de odio (punto 44), economía del cuidado (45), cooperación en IA y gobernanza digital (42), y una mención a la autosuficiencia sanitaria (41). También hay una referencia a la COP30 de Belém y a la entrada en vigor del acuerdo sobre biodiversidad marina. Es un texto más extenso, pero también más genérico: un mosaico de consensos mínimos.

La cumbre electoral
La falta de líderes pudo restarle brillo internacional, pero internamente la cumbre se convirtió en un instrumento de la política local colombiana. A menos de un año de las elecciones legislativas y locales de 2026, Petro buscó proyectar su gobierno como casa de un evento global y como defensor de la “voz del Sur” frente a Trump.
Durante estos días, las calles de Santa Marta se llenaron de actos organizados por el Ministerio de Cultura: conciertos, lecturas y homenajes a la Unión Patriótica. Petro habló desde una tarima frente al mar, en un evento que mezcló memoria, música y campaña.
El escenario no era casual. En menos de tres semanas se celebrarán las elecciones atípicas a la gobernación del Magdalena, donde compite una candidata afín al petrismo. La cumbre sirvió, de paso, como plataforma electoral para estas elecciones y la contienda de 2026, en la que el petrismo busca continuar en el poder.

