De discursos gastados y outlets no autorizados: reelaborar la rueda de la democracia

De discursos gastados y outlets no autorizados: reelaborar la rueda de la democracia

Chile recibió a presidentes progresistas, entre ellos el español Pedro Sánchez, bajo el lema Democracia Siempre. ¿Es coherente con lo que sucede en la interna de cada país?

Por: Ángel Arellano24 Jul, 2025
Lectura: 5 min.
De discursos gastados y outlets no autorizados: reelaborar la rueda de la democracia
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La reciente cumbre Democracia Siempre celebrada en Santiago de Chile reunió a un puñado de presidentes de izquierda de América Latina con el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. El evento, presentado como un foro para defender la democracia, el multilateralismo y combatir la desinformación, ha sido también una postal reveladora de cómo el liderazgo oficialista español utiliza América Latina como un escenario alternativo para reposicionar discursos que ya no encuentran eco en sus propias sociedades. ¿Latinoamérica es el outlet de la política española?

Pedro Sánchez, único líder europeo presente, llegó a Chile en medio de una tormenta política en su país. España arde: escándalos de corrupción que tocan el corazón del gobierno, una oposición fortalecida y una ciudadanía cada vez más escéptica ante la retórica moralizante del Ejecutivo. En este contexto, su presencia en Sudamérica no puede leerse como un gesto diplomático desinteresado. Debe verse como una maniobra política: un intento de proyectar liderazgo internacional mientras su autoridad doméstica se erosiona.

La autoridad moral

La política exterior española hacia América Latina ha sido históricamente ambivalente. A veces paternalista, otras veces ausente y, en ocasiones, como ahora, instrumental. Sánchez no vino a escuchar, vino a enseñar. En su discurso, llamó a “pasar a la ofensiva” contra lo que denominó la “internacional reaccionaria”, una coalición de fuerzas de ultraderecha contrarias a los valores democráticos a ambos lados del Atlántico. Pero el problema no es el diagnóstico. Es el contexto: ¿con qué autoridad moral puede un presidente cercado por escándalos en casa venir a dictar cátedra sobre ética democrática?

Lo acompañaron en la foto otros líderes cuya legitimidad también está en entredicho. Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, llegó exultante tras lo que parece una victoria diplomática: las recientes medidas comerciales de Estados Unidos contra su país, motivadas por el juicio a Jair Bolsonaro, han reavivado su popularidad. Pero Lula no es un recién llegado a la política ni un símbolo inmaculado. Su regreso al poder ha sido tan celebrado como cuestionado. Y su alianza con Sánchez responde más a una necesidad de blindaje político que a una visión compartida de futuro.

El colombiano Gustavo Petro, por su parte, representa el caso más problemático del grupo. Su gobierno está cercado por escándalos de diversa índole, su coalición se ha fragmentado, y su estilo confrontativo ha contribuido a una polarización que paraliza cualquier intento de reforma. Petro no es hoy un socio confiable ni para sus aliados internos ni para sus pares internacionales. Su presencia en la cumbre, lejos de fortalecer el mensaje, lo debilita.

¿Qué ganan los países?

Yamandú Orsi, presidente de Uruguay, es el más nuevo en el cargo y, por tanto, el más cauteloso. Su participación parece más un gesto de cortesía diplomática que una adhesión ideológica plena. Sin embargo, su presencia también plantea preguntas: ¿qué gana Uruguay al alinearse con un bloque que parece más interesado en la retórica que en los resultados?

El anfitrión, Gabriel Boric, cierra el cuadro con una paradoja. Llegó al poder como símbolo de renovación. Pero, se despide con bajos niveles de aprobación y la derrota contundente de su partido en las primarias de la izquierda chilena. El triunfo de Jeannette Jara, candidata del comunismo en esas internas, marca un giro que deja a Boric en una posición incómoda: organizador de una cumbre que ya no representa ni siquiera el futuro de su propio espacio político.

La cumbre Democracia Siempre ha sido presentada como un esfuerzo por construir una narrativa alternativa frente al avance de la ultraderecha. Pero, en la práctica, ha funcionado más como un club de autoafirmación para líderes en apuros. La retórica de defensa democrática pierde fuerza cuando quienes la enarbolan enfrentan serias dificultades para sostenerla en sus propios países.

España, en particular, debería reflexionar sobre el uso que hace de América Latina como plataforma de reposicionamiento político. No es la primera vez que lo hace, pero sí una de las más evidentes. En lugar de construir relaciones basadas en el respeto mutuo y la cooperación efectiva, se insiste en una lógica de exportación ideológica que poco tiene que ver con las necesidades reales de la región.

Yamandú Orsi, Lula da Silva, Gabriel Boric, Pedro Sánchez y Gustavo Petro en Democracia Siempre.

Escuchar más y hablar menos

La política no es un outlet donde se colocan los discursos que ya no se venden en casa. Tampoco el espacio donde solo conversan quienes piensan igual. Por algo Democracia Siempre generó resistencias en algunos ámbitos políticos de alto nivel. América Latina no necesita sermones, necesita socios. Y el presidente español, si quiere tener un rol relevante en el continente, debe abandonar la tentación de la superioridad moral y crear un diálogo verdadero y diverso que junte a partes diferentes. Es decir, integrar más y hablar menos.

La cumbre en Chile ha dejado una imagen clara: un grupo de líderes que, más que construir futuro, parecen aferrarse al pasado de la primera ola progresista. Un pasado donde la retórica, inflada por los precios altos de las materias primas, bastaba para gobernar. Pero los tiempos cambiaron hace rato, y la política, como la historia, no perdona a quienes insisten en repetir fórmulas agotadas.

Ángel Arellano

Ángel Arellano

Doctor en ciencia política, magíster en estudios políticos y periodista. Coordinador de proyectos en la Fundación Konrad Adenauer en Uruguay, y editor de Diálogo Político.

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