Se nos plantean tres preguntas: ¿quién es el ganador?, ¿qué es su partido?, ¿qué significa la elección de Arévalo para Guatemala y la región?
El ganador
Nació hace 64 años en Montevideo, Uruguay, en medio del periplo del segundo exilio al que fue forzado su padre, el expresidente guatemalteco Juan José Arévalo (1945-1951). Creció entre México y Sudamérica; regresó por un corto tiempo con su familia a Guatemala siendo adolescente, para después formarse como sociólogo en Jerusalén, Israel; y titularse como doctor en filosofía y antropología en Utrecht, Países Bajos.
Leyendo su hoja de vida, Arévalo puede ser considerado un académico, investigador y analista experto en paz y conflictos.
Como servidor público, la carrera del hoy presidente se desarrolló entre el servicio exterior, 12 años repartidos en tres décadas (1988-2012); y, como diputado, ganó un curul por el Movimiento Semilla para el periodo 2020-2024.
Como congresista propuso leyes en materia de salud y protección al consumidor, sin que prosperase ninguna de sus iniciativas.
Aunque es uno de sus fundadores, sin Arévalo el Movimiento Semilla hubiese existido; y sin Semilla, Arévalo hubiese culminado una discreta carrera diplomática y política. Pero solo juntos han podido lograr la presidencia.
Semilla, la sorpresa
La victoria de Arévalo sorprendió a propios y extraños. Según un analista de su propio partido, en las proyecciones más optimistas esperaban ampliar de siete a nueve los diputados de su bancada en el Congreso. En enero, cuando el Tribunal Supremo Electoral (TSE) llamó a elecciones generales, nadie imaginaba el escenario actual.
En el sistema de partidos guatemalteco, Semilla es un partido atípico. Usualmente los partidos políticos suelen ser de, es decir, literalmente pertenecen a los candidatos que se postulan como presidenciables. Se trata de estructuras que no se cohesionan por una ideología o programa político, sino en torno a figuras caudillistas y su círculo de poder. En este sentido, Semilla ha sido distinto.
El nuevo partido oficial se ha esforzado en que se le reconozca como la expresión política de la indignación ciudadana de las protestas que hace menos de una década (2015) derrocaron al entonces presidente Otto Pérez Molina. En cuatro años, Semilla logró hacerse con el poder en Guatemala.
Su primer intento se dio en 2019, con el fallido intento de postular a la presidencia a —la hoy exiliada— Thelma Aldana. Como fiscal general fue una de las caras más visibles del derrocamiento de Pérez Molina. De aquellas elecciones, Semilla solo logró una bancada de siete diputados en 160, incluyendo al nuevo presidente.
Arévalo y el Parlamento
En el Congreso, Arévalo y los suyos procuraron construir para sí una imagen de tecnócrata. No tuvieron mayor logro que el de denunciar consistentemente a los demás partidos que consideran como «grupos criminales disfrazados de partidos políticos que se han aliado entre sí y con el gobierno… logrando una aplanadora mafiosa y autoritaria con más de 105 diputados» (Semilla, Agenda de Trabajo Legislativo 2024-2028).
Salvo uno, los legisladores de Semilla se mostraron siempre reacios a cualquier negociación con sus contrapartes en el Congreso. Al no apoyar iniciativas de otros, ninguna de las propias salió adelante. Tal papel en el Congreso permitió a Semilla perfilarse como un partido antisistema y le granjeó apoyo en clases medias y zonas urbanas del país.
La lectura de los partidarios del nuevo presidente, desde el embelesamiento que produce la victoria, es que el pueblo ha logrado que su candidato llegue al poder. Sin embargo, no debe olvidarse que Arévalo llegó al balotaje con solo el 12% de los votos válidos en la primera vuelta, y el que los votos nulos fueron más que los de la candidata más votada entonces. Es decir, el descontento ciudadano explica en gran parte que sea hoy presidente electo.
El apoyo masivo al nuevo presidente y a su partido llegó recién terminada la primera vuelta. En un intento desesperado el sistema judicial amenazó con cancelar el partido e impedir la participación de Arévalo en la segunda vuelta. La indignación generalizada llevó a los ciudadanos a votar tanto por el nuevo presidente como en contra de Sandra Torres, la candidata que representó el continuismo y los intereses de una clase gobernante deslegitimada.
¿Qué le espera a Guatemala?
Arévalo y Semilla pretenden ser una leyenda política. El ganador tiene estirpe que le legitima por ser hijo del primer presidente electo democráticamente en un país de incontables dictaduras. Además, el partido nació como producto de la lucha popular en la plaza pública —el ágora, diría Arendt— y representa la lucha contra la clase corrupta. Finalmente, la leyenda busca ser aleccionadora: han vencido a una candidata que representaba el mal que aqueja al país. Se tiene un héroe, una moraleja y una promesa.
Sin embargo, la realidad es menos romántica.
A pesar del innegable logro de ganar la presidencia de la manera en la que lo hizo, el mayor reto del nuevo Ejecutivo será la gobernabilidad. Existen tres frentes en los que el nuevo gobierno debe batallar.
Durante los últimos cuatro años Movimiento Semilla ha señalado de manera agresiva a las demás bancadas y ha juzgado de manera inmisericorde a los demás partidos políticos. Con una bancada de 23 escaños sobre 160, el partido del presidente no depende de sí mismo para impulsar leyes de su programa, aprobar el presupuesto o designar funcionarios de segundo nivel. Pero tampoco podrá justificarse como una pequeña bancada de oposición, sino que debe negociar con partidos a los que considera corruptos e incompetentes.
El segundo escenario para la gobernabilidad le pone frente al ejército mismo. Durante los últimos diez años, los militares han recuperado cada vez más poder en la frágil democracia guatemalteca. La llegada de Otto Pérez Molina en 2012 y la continuidad de gobiernos afines han permitido que oficiales del Ejército se reposicionen en instituciones civiles. Aunque hasta hoy el Ejército se ha mostrado respetuoso de los procesos democráticos y sus instituciones, aún tiene sectores que leen en clave de guerra fría la realidad del país.
Fortalecimiento de la democracia
Finalmente, Arévalo y Semilla tienen que enfrentarse a un sistema de justicia cooptado por el oficialismo que busca suspender el partido. Existe la posibilidad inédita de que antes de la toma de posesión el próximo enero, los funcionarios electos en el Ejecutivo y Legislativo asuman sin un partido.
En lo que respecta a la región, la elección de Arévalo es una promesa para la democracia centroamericana. Es muy distinto a su admirado y autócrata vecino Bukele. El nuevo presidente del país más poblado de la región, cuyo programa defiende la pluralidad y los derechos humanos, puede modelar una forma alterna a la propuesta del autoritario vecino.
El 14 de enero del 2024 habrá un cambio de autoridades en Guatemala. Según el calendario maya, será el día Imox, que significa día del cambio, el día en que se propone el orden para contrarrestar el desorden.
Ojalá sea un nuevo comenzar para el país y sus ciudadanos.
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