En vista de la deficiente gestión de la crisis del coronavirus, de la creciente pobreza y de las elevadas tasas de inflación, los índices de aprobación de Jair Bolsonaro se encuentran en el nivel más bajo desde su investidura, a poco más de un año para las elecciones presidenciales.
Durante meses, el presidente ha buscado atacar a sus oponentes en las esferas de la política y el Poder Judicial mediante burlas y provocaciones específicas, al mismo tiempo que movilizar a sus partidarios. Las manifestaciones masivas en ambos ámbitos, en particular durante la fiesta nacional, solo dejan en claro la división progresiva del país como resultado de dicha política y alimentan una vez más el debate sobre la defensa de la democracia brasileña y sus instituciones.
El 7 de septiembre, decenas de miles de partidarios del presidente Jair Bolsonaro marcharon por las calles, en el 199 aniversario de la declaración de independencia de Brasil del poder colonial portugués, en 1822. La mayoría de las personas vestidas con los colores nacionales (verde y amarillo) protestaban contra una supuesta amenaza comunista y defendían la reelección de su titular en las próximas elecciones presidenciales, en otoño del próximo año. Puesto que en Brasilia y San Pablo, particularmente, existía el temor de contramanifestaciones de izquierda a gran escala, así como de una intervención masiva de las fuerzas policiales probolsonaristas, la noticia más importante fue que las marchas ocurrieron de forma mayoritariamente pacíficas y sin violencia. Ello es digno de mención también porque el propio Bolsonaro estuvo lejos de adoptar un tono conciliador en vísperas del 7 de septiembre, y en su discurso del Día Nacional, atacando más bien a sus oponentes en el Congreso y en la Corte Suprema con gran severidad y formulando amenazas públicas abiertamente.
A poco más de año para las elecciones, el presidente se encuentra bajo una gran presión. En julio, la proporción de quienes se oponen a su gobierno creció hasta un nuevo récord y alcanzó el 51 %. Solo alrededor de un cuarto de los encuestados dijeron estar satisfechos con el trabajo del gobierno, mientras que otra cuarta parte no quiso emitir una calificación, ni buena ni mala, sobre el Ejecutivo. Según el instituto demoscópico Poder Data, en agosto el 64 % de los brasileños desaprobaron el trabajo del actual gobierno. El Instituto Datafolha determinó también que una leve mayoría de brasileños apoyarían los procedimientos de destitución contra Bolsonaro. Por el momento, la Cámara de Representantes ha recibido un total de 126 mociones. Incluso si no tuviese lugar procedimiento judicial alguno, en este momento, al menos, la reelección del populista de derecha es incierta. Su rival, el expresidente Lula, ahora de 76 años, está muy por delante en las encuestas y, tal como están las cosas hoy, podría reunir casi el doble de votos en la primera ronda de votación, con un 46 %, frente al titular actual del gobierno (con un 25 %).
Pobreza, inflación y crisis energética
En el segundo trimestre del año, el desarrollo de la economía brasileña se estancó —e incluso disminuyó levemente en comparación con el periodo anterior (-0,1 %)—, y esto fue percibido por los expertos como una amarga decepción. En vista de la reciente, aunque leve, disminución de la tasa de desempleo del 14,1 % —tras alcanzar un nivel récord del 14,7 % en el primer trimestre de 2021—, Brasil necesita un fuerte crecimiento y una urgente creación de empleo. El porcentaje de jóvenes de entre 15 y 29 años que no están integrados al mercado laboral ni asisten a una institución educativa incluso llegó a un pico de casi el 30 % en la segunda mitad de 2020,
lo que no puede augurar nada bueno para el futuro del país.Hay muchos indicios para pensar que la economía jugará un papel clave en la decisión de voto, especialmente para la mayoría de electores sin afiliación partidaria firme o convicción ideológica definida. En tal sentido, la rápida inflación, en particular, podría resultar problemática para los planes de reelección de Bolsonaro. El 13 de septiembre, el Banco Central elevó sus estimaciones sobre la tasa de inflación por vigesimotercera ocasión consecutiva y ahora la estima en un 8 % para 2021.
Bolsonaro en apuros
Desde hace algún tiempo, el presidente brasileño ha estado casi exclusivamente a la defensiva. En abril, una comisión parlamentaria de investigación (Comissão Parlamentar de Inquérito da Covid-19, CPI) comenzó su trabajo para examinar la acción del gobierno y poner bajo la lupa las decisiones gubernamentales y las fallas relacionadas con el manejo de la pandemia, así como la asignación de fondos del Gobierno, estatal y local, en relación con la pandemia. La información recopilada hasta ahora sugiere que la lucha del Gobierno en Brasilia contra el virus ha estado marcada por una serie de graves fallas y errores.
Luego de dos años y medio al frente del Ministerio de Medio Ambiente, el exministro Ricardo Salles, íntimo confidente del presidente Bolsonaro, renunció el 23 de junio de 2021. El abogado, que aludió «motivos familiares» para dimitir oficialmente, ha estado bajo el foco de los organismos de investigación. En uno de los casos, Salles está acusado de estar involucrado en un sistema destinado a exportar ilegalmente madera con destino a Estados Unidos y Europa.
Otro golpe bajo para Bolsonaro ha sido el fracaso de su intento de enmienda constitucional (proposta de emenda à constituição, PEC) en el ámbito del derecho electoral. En distintas ocasiones —siguiendo, en cierta medida, el ejemplo de otras fuerzas populistas de derecha en Europa y Estados Unidos—, Bolsonaro ha advertido contra un posible fraude electoral, aunque no ha proporcionado ninguna evidencia para respaldar su teoría de la manipulación masiva de las urnas electrónicas. Al final, la Cámara de Diputados rechazó su propuesta de voto impreso en futuras elecciones, consultas populares y referendos. No obstante, la conducta de Bolsonaro ha aumentado las dudas y la incertidumbre en torno al desenlace de las elecciones presidenciales de 2022 y el reconocimiento de los resultados.
Ataques a las instituciones
Las acaloradas discusiones en torno a su propuesta de enmienda constitucional del voto impreso y las acusaciones de Bolsonaro contra parlamentarios y jueces de la Corte Suprema son solo un ejemplo de muchos, que demuestran que el presidente está actuando de forma cada vez más agresiva y con golpes más furiosos y ciegos contra sus opositores en el Poder Legislativo y en el Poder Judicial. Al mismo tiempo, Bolsonaro parece estar probando hasta dónde puede llegar con sus provocaciones. El mismo día en que la Cámara de Representantes debía votar la propuesta de reforma constitucional, el cuerpo de la Marina marchaba frente al Palacio de Planalto en vehículos militares blindados. El motivo oficial del desfile militar del 9 de agosto habría sido llevarle al presidente una invitación para participar en un importante ejercicio militar en el estado de Goiás. Sin embargo, la aparición de militares en la explanada de los ministerios en Brasilia despertó fuertes críticas de los parlamentarios, quienes percibieron el desfile de tanques como una especie de intimidación ante la votación referida.
El 7 de septiembre, conmemoración de la independencia de Brasil, Bolsonaro intentó, de nueva cuenta, hacer muestra de su fuerza. Dado que el Tribunal Supremo y el Tribunal Supremo Electoral lo están investigando por difundir noticias falsas y ha habido numerosos arrestos en el entorno del presidente, Bolsonaro eligió como diana para sus ataques al Poder Judicial, en particular a Alexandre de Moraes, quien presidirá el próximo año el Tribunal Supremo Electoral: «O el jefe de este poder federal mantiene a raya a sus jueces, o dicha autoridad va a sufrir lo que no queremos», declaró Bolsonaro. Después de numerosas y vehementes reacciones de parlamentarios de distintos partidos, así como de los tribunales, todos con un claro mensaje de que las instituciones y las fuerzas democráticas se mantendrán unidas y no se dejarán intimidar, Bolsonaro tuvo que retroceder dos días más tarde. Después de una reunión con el expresidente Michel Temer, escribió que «nunca tuvo la intención de atacar a ninguno de los tres poderes».
Conclusiones y perspectivas
El por algunos temido «intento de golpe» del 7 de septiembre definitivamente no se materializó, pero es de suponer que un presidente Bolsonaro cada vez más amenazado continuará sus ataques a las instituciones democráticas del país. Resultados adicionales de una encuesta del Instituto Datafolha muestran que las valoraciones negativas antes mencionadas en torno a Bolsonaro parecen estar solidificándose aún más. Una encuesta realizada entre el 13 y el 15 de septiembre registró otro valor negativo récord desde que el gobierno asumió el cargo en 2019, con un 53 % de rechazo.
A pesar de todo, no es seguro que Bolsonaro —quien por cierto sigue huérfano de partido tras el fracaso de su proyecto de fundar una Alianza para Brasil (Aliança pelo Brasil)—, sea en efecto desbancado a fines del próximo año. Si la economía se recupera rápidamente y toma una senda de crecimiento, y las élites, especialmente los empresarios, se colocan una vez más de su lado por temor a un gobierno potencialmente de izquierda, Bolsonaro podría tener éxito en revertir esta tendencia.
Los próximos meses mostrarán hasta qué punto estas afirmaciones son correctas. También existe la posibilidad de una tercera vía, es decir, la entrada de un prometedor tercer candidato proveniente del centro político. No hay duda de que el 2 de octubre de 2022 los brasileños enfrentarán una elección difícil con un resultado abierto.
Publicación original en idioma alemán en el sitio web de la Fundación Konrad Adenauer, oficina Brasil.
Traducción: Juan Carlos Gordillo