El próximo 21 de noviembre se harán elecciones regionales y municipales en Venezuela. A continuación, algunas ideas que buscan ayudar a comprender la coyuntura actual.
Para el desarrollo de este artículo acudí a fuentes especializadas y a elementos que he advertido en el ejercicio de la política. Está dividido en tres partes: contexto, lucha democrática y perspectivas.
Contexto político
Índices internacionales sobre libertad y democracia ubican a Venezuela en el umbral del autoritarismo. El desarrollado por Freedom House la cataloga como «not free» (14/100). Y el de The Fund for Peace (Estados frágiles) indica que es un «Estado en alerta», antecedido por la República Democrática del Congo y seguido por Uganda. Las próximas elecciones del 21 de noviembre se realizarán en dictadura, sin condiciones electorales y en un Estado con limitadas capacidades administrativas y amplias herramientas coercitivas.
Debo hacer un inciso sobre las condiciones electorales. La ciencia política ofrece instrumentos para estimarlas. Y estos mecanismos incluyen dos ámbitos complementarios: lo técnico y lo político. Sobre lo técnico, se puede decir que en Venezuela aún no se ha logrado alcanzar el mínimo de transparencia que garantice el respeto de la voluntad del votante y genere confianza en la ciudadanía. Y sobre lo político, se debe indicar que la dictadura mantiene obstáculos graves para la participación, tales como: inhabilitaciones políticas, persecución a la disidencia y censura en los medios de comunicación. Sumado a esto, están las consecuencias de la crisis humanitaria compleja y de la pandemia. Hacer política en un entorno marcado por la pobreza, la violencia y el miedo es realmente exigente.

Lucha democrática
Antes de avanzar haré dos precisiones: primero, la oposición y la sociedad venezolana muestran signos de cansancio. La dictadura se ha hecho longeva y veintidós años de jaleo han tenido consecuencias en la psique de quienes luchamos por la democracia. Y segundo, la autocracia se ha perfeccionado en el tiempo. Lo que comenzó como un proceso de erosión democrática ha derivado en un sistema de opresión complejo que aparentemente reequilibra con facilidad. Es resiliente.
Considerando esto, compartiré dos desafíos que impone la realidad descrita: la participación y la unidad. La primera dificultad refiere a la decisión de participar en un evento de estas características. Después de meses de fuertes debates internos, la Plataforma Unitaria anunció su participación el 21 de noviembre y declaró: «Sabemos que estos comicios no serán unas elecciones justas ni convencionales
Esta postura exige la articulación de las fuerzas opositoras. La unidad es condición indispensable para aumentar las probabilidades de éxito en comicios amañados. Pero alcanzarla es una tarea compleja que dista del pueril «pónganse de acuerdo». El espectro político opositor está atomizado y el acoso de la dictadura agrava la situación. En los últimos años el régimen ha proscrito a los principales partidos políticos, ha enviado al exilio a sus jefes políticos, ha comprado la conciencia de algunos para que simulen ser opositores y ha inhabilitado a líderes naturales en territorios emblemáticos. De esta manera, construir la unidad es una labor artesanal que pasa, entre otras cosas, por distinguir la oposición democrática real de la oposición leal al régimen.
La oposición
A pesar de las dificultades, la oposición democrática real logró construir una maqueta electoral unitaria que se postulará ante el Consejo Nacional Electoral través de la tarjeta de la «Mesa de la Unidad Democrática». Este es el único mecanismo de participación que le queda a los principales partidos políticos del país. Hace meses la dictadura confiscó judicialmente sus tarjetas y limitó gravemente su trabajo político. Aún así, la oposición real anunció postulaciones de consenso a nivel nacional. Se dice fácil, pero no lo es: son 3082 cargos de elección popular que incluyen gobernaciones, alcaldías, diputaciones regionales y concejalías. Alcanzar acuerdos a nivel parroquial, municipal, regional y nacional fue exigente. Y aunque el resultado está lejos de la perfección, es motivo de esperanza y puede animar a la participación. Al momento de cerrar este artículo aún quedan cabos por atar y disputas que se han hecho amargas, como es el caso del estado Miranda. Sin embargo, todo parece indicar que se alcanzarán acuerdos y la oposición democrática real estará agrupada en la tarjeta «de la manito»”.
Perspectivas sobre Venezuela
Compartiré dos ideas sobre los resultados y la oposición. Sobre lo primero: la elección regional de 2017 es la referencia más cercana que tenemos para avanzar en el análisis. En esos comicios se contaron con mejores condiciones que las actuales. Era un entorno adverso pero más competitivo que el presente. En esa oportunidad, la oposición superó al chavismo en 85 circunscripciones municipales, de las 335 que existen. Además, el contexto político era menos complejo: la oposición no estaba fragmentada y el país estaba entusiasmado. En 2021, la competitividad es notablemente menor, la oposición está atomizada y el país está cansado.

Díficil escenario
Detengámonos ahora en la oposición. ¿Cómo enfrentar exitosamente un escenario tan difícil? Considero que hay dos claves que pueden ser importantes: decir la verdad y preservar la unidad. Primero, hablar con la verdad para asumir la coyuntura con esperanza responsable. Después de veintidós años de lucha democrática, los venezolanos estamos curtidos en el dolor. Lo hemos hecho todo y no hemos alcanzado la democracia. Hemos madurado, comprendemos las dimensiones de los retos y rechazamos que se nos ofrezcan expectativas irreales. Somos inmunes a los cantos de sirena. En tal sentido, es necesario que encontremos maneras de entusiasmar al país desde la verdad. Hay que denunciar las injusticias del proceso, exigir condiciones electorales y encontrar fuerzas para defender el voto. El 21 de noviembre enfrentaremos la injusticia sin ingenuidad y conscientes de la trascendencia que tiene el testimonio político.
Seguidamente, la unidad. Tal como lo describí en líneas anteriores, el camino unitario es complejo y tiene muchos obstáculos. Este año, la construcción de la unidad ha sido especialmente difícil. Se han abierto heridas que pueden afectar la cooperación interpartidista y el voto espontáneo. Hay que tener en cuenta que las peleas por espacios políticos alejan a la ciudadanía, quitan esperanza y desestimulan la participación. El único ganador en estas disputas es el régimen. En tal sentido, es importante que se moderen las luchas internas y se encuentren caminos para subsanar las diferencias. En 2022 necesitaremos a una oposición que pueda trabajar en unidad desde aquellos espacios que se hayan logrado rescatar el 21 de noviembre.
Las próximas elecciones regionales y municipales serán un episodio más en nuestro largo itinerario hacia la democracia. Difícilmente podrá ser valorado en el futuro como una coyuntura crítica que animó al cambio político. Sin embargo, sí podrá ser recordado como un hito que evitó el fortalecimiento de la dictadura y permitió la reagrupación de las fuerzas democráticas leales a la Constitución. El tiempo, nuestro desempeño y los imponderables de la historia tendrán la última palabra.