Lineth Saborío, la persona que hoy lidera al Partido Unidad Social Cristina de cara a las elecciones presidenciales 2022 en Costa Rica, es una mujer con experiencia: exdirectora del Organismo de Investigación Judicial y exvicepresidenta de la República.
El Tribunal Supremo de Elecciones registra solo cuatro mujeres inscritas. La socialcristiana es la que presenta opciones reales de llegar a ser la segunda mujer en ocupar la silla presidencial.
La candidatura de la señora Lineth Saborío rompe paradigmas dentro de su agrupación política al ser la primera mujer en levantar la bandera socialcristiana para la Presidencia de la República. El partido y sus militantes han reconocido, con su voluntad popular, la importancia de la participación igualitaria de las mujeres y la identifican como una prioridad.

Lograr la participación plena de las mujeres en la política y en la toma de decisiones políticas ha sido objeto de gran atención. En numerosas ocasiones ha sido señalado por las Naciones Unidas. La Unión Inter Parlamentaria dice en su declaración de 1992: «El concepto de democracia sólo tendrá un significado verdadero y dinámico cuando las políticas y la legislación nacional sean decididas conjuntamente por hombres y mujeres y presten una atención equitativa a los intereses y las aptitudes de las dos mitades de la población.»
El Partido Unidad Social Cristiana se ha consustanciado con esta definición y asume el compromiso con la postulación de una mujer a la Presidencia de Costa Rica.
Hoy, el país enfrenta desafíos que requieren la inclusión de todos y la experiencia en la toma de decisiones, para lograr una verdadera satisfacción de las demandas sociales. Hombres y mujeres que dejen la violencia política de lado para optar por la mayor búsqueda del bien común.
La propuesta programática, bajo ideales inclusivos, conlleva el poner las instituciones públicas al verdadero servicio de la ciudadanía; llevar sus oficinas, o bien sus funcionarios, al mayor alcance de cada persona.
Las decisiones que afectan a la población no deben ser tomadas sobre un escritorio capitalino, sino sobre la tierra, sobre la misma necesidad puntual de la demanda social. Entender que las instituciones pueden ser, también, lideradas por políticos de las zonas rurales, hombres y mujeres que viven en el día a día las verdaderas necesidades de la población más vulnerable.
Reestructurar el Estado significa comprender que algunas instituciones perdieron su razón de ser, su visión y misión. En tanto no puedan reformarse al servicio del ciudadano, brindar soluciones sociales, estas deberán cerrarse, por el hecho de que ya no son parte del bienestar social.
La mejor inversión que puede hacer un país es en educación. La calidad, actualidad, estructura y el ambiente adecuado son preocupaciones que requieren inmediatez.
La reducción de la brecha digital es otro punto necesario a atender por la educación. Hoy es inconcebible el estudiante sin computadora o sin conectividad. Se hace imperioso contar con una plataforma de enseñanza en línea eficiente, accesible para todos. El discurso es vacío si la acción fundamental no se basa, en primer lugar, en hacer que Internet llegue a cada estudiante, a una velocidad adecuada y de forma gratuita.
La definición de un perfil profesional del maestro y del profesorado que hoy requiere el estudiante es imperiosa: su adaptabilidad a la tecnología, al cuestionamiento crítico, a la investigación científica, al constante cambio del conocimiento y sus formas de aprender, a la diferenciación de la episteme y la doxa en la gran búsqueda de la verdad.
La población joven que ni estudia ni trabaja es, en la actualidad, rápidamente alcanzada por la pobreza, por la falta de conocimientos al no haber siquiera terminado estudios de bachillerato en educación media. Algunas de ellas con embarazo adolescente, otras dedicadas a la prostitución en citas o redes sociales. Otros son atrapados en la vida difícil de la drogadicción o reclutados en el mundo de la narcoactividad.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que Costa Rica posee el mayor porcentaje de ninis que no han terminado la secundaria. Urge una política inmediata que reactive la educación costarricense. En Costa Rica, 25 de cada 100 jóvenes están en esa condición de no estudiar ni trabajar. Deben ser acciones inmediatas revisar la inversión, el quehacer del Concejo Nacional de la Persona Joven, ordenar las acciones de las instituciones y ministerios pertinentes, hoy ayunos de soluciones.
Nuestro país duplica la tasa de desempleo del promedio de la OCDE y, en el caso del desempleo juvenil, presenta la tasa más alta, con un 40 %. Es notorio el desajuste entre el mercado laboral, la educación general básica y la formación técnica profesional. Los jóvenes rechazados o desertores del sistema educativo son reclutados por el narcotráfico, la delincuencia y el sicariato; ello resulta en un aumento de la inseguridad y los homicidios. Estos problemas aumentan la tensión en las zonas periféricas, las cuales requieren atención especial.
Un pueblo entero espera una propuesta socialcristiana, con principios y valores que limiten la corrupción, redistribuyan la riqueza, la equidad, el crecimiento económico, disminuya el asistencialismo, aumente el empleo y el desarrollo empresarial.
El principal derrotero será devolverle la paz social a los costarricenses, la convivencia pacífica, no solo entre hombres y mujeres, sino con la naturaleza, la tierra y los animales. Implica el disfrute de los derechos humanos, la integración social, el desarrollo sin obstáculos institucionales para el emprendimiento.
Los nuevos contextos de mayor conflictividad social, producto de una mayor diversidad, han ocasionado aumentos de la desigualdad y la exclusión. Debe intervenir aquí el Estado social de derecho, para garantizar una sana convivencia, derechos a cada individuo y armonía al velar por el bien común, sobre los intereses personales.
Costa Rica es un país rico que requiere, hoy más que nunca, mujeres y hombres valientes, capaces de tomar decisiones en favor del bien común y la justicia social. De nada sirve el político que, al llegar al puesto encomendado, no ejerza su liderazgo y deje de pensar en los intereses de la mayoría y en los más necesitados.
Este pueblo, este país, esta Costa Rica merecen que el discurso se construya con acciones, desde la realidad social, desde los sin derechos, desde el hambre y la pobreza: desde el socialcristianismo.