De Katmandú a América Latina: juventudes conectadas, élites en crisis y política en llamas

Las protestas en Nepal revelan paralelismos con Santiago, Bogotá, Lima o Asunción. Jóvenes movilizados por redes sociales contra la corrupción, la desigualdad y la represión estatal. ¿Cómo la Generación Z redefine la política y desafía a las élites?

Por: Julieta Heduvan26 Sep, 2025
Lectura: 6 min.
De Katmandú a América Latina: juventudes conectadas, élites en crisis y política en llamas
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La imagen del Parlamento de Nepal envuelto en llamas en septiembre de 2025 resonó con una inquietante familiaridad entre lo que ocurría en Katmandú y América Latina. No era la primera vez que las cámaras capturaban la furia ciudadana reduciendo a cenizas un símbolo de poder. Lejos de ser un evento aislado en el sur de Asia, la revuelta de la Generación Z nepalí se inscribe en un guion globalizado de descontento, donde las redes sociales actúan como megáfono, la juventud como protagonista y la corrupción sistémica como antagonista común.

El reflejo nepalí en America Latina

El paralelismo con las explosiones sociales latinoamericanas de la última década no es casual. Es sintomático de una era donde la desconexión entre las élites políticas y la ciudadanía ha encontrado en lo digital su campo de batalla.

El malestar que cocinó a fuego lento ambas realidades comparte los mismos ingredientes estructurales. En Nepal, la chispa fue el bloqueo de 26 redes sociales, pero la leña acumulada era la misma que ha alimentado protestas de América Latina: una corrupción endémica que normaliza el nepotismo y una desigualdad económica que cercena el futuro de los jóvenes.

Joven en frente del Parlamento de Nepal durante protestas
Joven en frente del Parlamento de Nepal durante protestas

La campaña viral #NepoKids, que exhibía el lujo obsceno de los hijos de la élite política nepalí, podría trasladarse sin cambios a cualquier país latinoamericano. En Perú, Colombia, Chile o Paraguay, los ciudadanos han sentido la misma rabia al contrastar la opulencia de una casta privilegiada con la precariedad de la mayoría. El alto desempleo juvenil, que en Nepal ronda el 22,7%, y la forzosa migración de talentos son espejos de realidades latinoamericanas donde la economía informal y la falta de oportunidades convierten la fuga de cerebros en una válvula de escape trágica y constante.

La chispa digital que incendió las calles

Este hartazgo, sin embargo, necesitó de un catalizador para transformarse en acción. Y en ambos hemisferios, ese catalizador tuvo forma de plataforma digital. El intento del ex primer ministro Khadga Prasad Sharma Oli de silenciar las críticas bloqueando Facebook, YouTube, Instagram, WhatsApp y X (Twitter) fue un error de cálculo idéntico al cometido por gobiernos latinoamericanos.

En Chile durante el estallido de 2019, se documentaron 283 incidentes de censura en redes sociales, incluyendo el bloqueo de cuentas y la eliminación de contenido. Lejos de apagar la protesta, esta censura digital funcionó como un “efecto búmeran”: demostró que el Estado temía el poder de la palabra ciudadana en línea. Para una generación que habita el espacio digital como una extensión de su realidad, cortar su acceso es percibido como un ataque a un derecho fundamental, una declaración de guerra que justifica la respuesta en las calles.

Las redes sociales aparecen en estos relatos no como mera herramienta, sino como escena: allí se articulan identidades colectivas, se viralizan símbolos y se organizan acciones sin depender de la arquitectura partidaria tradicional. En Nepal, la censura digital y el cierre de plataformas actuó como detonante y, a la vez, como catalizador de creatividad organizativa: canales de Discord, grupos de Telegram y transmisiones en vivo por YouTube sirvieron para debatir, coordinar y, de manera inédita, elegir liderazgos provisionales.

Convocatoria viral

En América Latina, las plataformas jugaron papeles análogos. Las convocatorias en Chile y Colombia brotaron por mensajes y viralizaciones. En Paraguay, la noticia sobre la maniobra legislativa que buscaba habilitar la reelección se propagó y movilizó a cientos frente al Congreso en 2017. La fluidez de estas formas de organización evidencia un cambio generacional: la política se hace y se entiende hoy también en las pantallas, con tiempos y códigos distintos a los de las estructuras partidarias.

Manifestantes incendian edificios en Nepal durante protesta contra prohibición de redes sociales. Fuente: AP News
Manifestantes incendian edificios en Nepal durante protesta contra prohibición de redes sociales Fuente: AP News

Colectivos juveniles autónomos utilizaron las redes como el “hilo conductor” para tejer una red de indignación que logró movilizar a miles en cuestión de horas. Las plataformas se convirtieron en algo más que una herramienta de organización; fueron el espacio donde se articularon narrativas propias, horizontales y disruptivas, capaces de desafiar el relato oficial de los medios y los gobiernos. Este nuevo poder ciudadano, que en Nepal llegó al extremo de elegir una primera ministra interina mediante una votación en Discord, representa una crisis de legitimidad para la política tradicional, tan palpable en Katmandú como en América Latina.

Combustible para la manifestación y símbolos en llamas

Hay un hilo común que atraviesa estos episodios: la “gota que derrama el vaso”. Para un observador lejano, la prohibición de redes en Katmandú o el aumento del pasaje en Santiago pueden parecer detonantes anecdóticos. Para quienes cargan sobre sus espaldas años de precariedad, corrupción y ausencia de canales efectivos de representación, son la última evidencia de un contrato social roto. Ese rasgo explica por qué movimientos que comienzan con demandas puntuales escalan rápidamente hacia cuestionamientos estructurales. No se trata ya de políticas aisladas, sino de la legitimidad misma del sistema político y económico.

Este patrón explica el ataque a los símbolos del poder. El incendio del Parlamento en Nepal no fue un acto de vandalismo aleatorio, sino el clímax de una furia acumulada contra un sistema percibido como ilegítimo y corrupto. Es un guion que ya se había escrito en Asunción, Paraguay, en 2017, cuando manifestantes incendiaron el congreso en respuesta a una maniobra parlamentaria casi secreta para permitir la reelección presidencial. En ambos casos, las llamas no buscaban destruir un edificio, sino consumir simbólicamente un pacto político roto, una élite que había traicionado la confianza ciudadana y un sistema que ya no merecía respeto, sino sólo ira.

Protestas en Nepal contra la prohibición de redes sociales. Fuente: Sunil Pradhan/Anadolu/Getty Images / TechCrunch
Protestas en Nepal contra la prohibición de redes sociales. Fuente: Sunil Pradhan / Anadolu / Getty Images / TechCrunch

Lección política

Sin embargo, las similitudes no implican identidad total. Cada contexto tiene matices: en Nepal la combinación de censura digital y una elección simbólica en Discord —la designación de una figura anticorrupción por voto digital— introdujo un componente novedoso de deliberación online que aún no tiene paralelo exacto en América Latina. En los países latinoamericanos, por su parte, la diversidad de actores —movimientos indígenas, sindicatos, organizaciones estudiantiles— imprimió a las protestas una pluralidad de agendas que, en algunos casos, derivó en procesos institucionales como el debate constituyente en Chile.

Lo que sí resulta inobjetable es la lección política que emerge de estas experiencias transnacionales. Las juventudes conectadas exigen no sólo cambios de gobierno, sino transformaciones más profundas en los modos de hacer política: mayor transparencia, mecanismos de rendición de cuentas, y formas de participación que no pasen únicamente por los partidos tradicionales. Y cuando el Estado responde con violencia, la ventana para reformar se estrecha y la indignación busca la ruptura antes que la mediación. Al final, la historia que une a Katmandú con Bogotá, Lima, Santiago y Asunción es la de sociedades donde una generación encuentra en las redes no sólo un medio para comunicarse, sino un escenario para constituir poder.

Julieta Heduvan

Julieta Heduvan

Internacionalista y magíster en estudios latinoamericanos por la Universidad de Salamanca. Autora del libro “Paraguay, Política Exterior e Integración Regional. Un recorrido hacia la contemporaneidad” con Intercontinental Editora S.A. (2019). Coordinadora de ALADAA Paraguay.

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