Producto de estas, se implementó una cuota de 20 % para las candidaturas pluripersonales. Posteriormente, en el 2000, se reformó la Ley Orgánica de Elecciones: se incrementó a 30 % el mínimo de representación de mujeres, se estableció el mandato de posición alternada y secuencial aplicable a la conformación de las listas plurinominales y, al mismo tiempo, se impuso, como sanción, la no oficialización de las listas que incumplieran con esta regla.
Con estos y otros avances se pensó que habría un incremento significativo en la participación de las mujeres, y que los partidos políticos, en cumplimiento con lo que señalaban los cambios introducidos, promoverían a más mujeres en política. Sin embargo, no fue así. Los datos han demostrado que, en la práctica, si bien se ha profundizado la paridad en la conformación de las listas, esto no necesariamente se refleja en los resultados electorales.
Desde el proceso electoral de 2009 se logró la paridad en las candidaturas, pero la participación de la mujer siguió cuesta arriba. Esta realidad interpela a todos, porque es evidente que la igualdad no está dependiendo únicamente de las normas electorales y de sus reformas, sino de otros aspectos.
Gracias a diversos estudios, que visibilizan las dificultades de lograr la paridad, ahora se sabe que estas están íntimamente ligadas a otros factores, en los que irremediablemente confluyen los partidos políticos y los estereotipos sociales que generan problemas estructurales que operan como desincentivadores para las mujeres el momento de optar por una carrera política.
Sin bien la representación de las mujeres en la Asamblea Nacional ha mejorado en los últimos períodos, las reformas institucionales no han conseguido que la representación en la toma de decisiones políticas en el seno del Legislativo alcance al cincuenta por ciento. Es importante anotar que en las últimas elecciones se verificó incluso una ligera disminución en el número de curules obtenidos por las mujeres. Ello termina siendo importante, porque bajó la representación femenina y también disminuyó la masa crítica de quienes podrían imprimir una visión de derechos en clave de género.

En las elecciones de 2021, lejos de aumentar, el número de candidatas que llegaron a ocupar curules descendió con relación al período 2017-2021 y más significativamente aún respecto al período 2014-2017 (ver gráfico). Ahora bien, con estos datos es necesario preguntarnos las razones por las que ocurre este fenómeno pese a que la normativa busca fomentar la participación.
Para entender este fenómeno conviene analizar varios aspectos. De las investigaciones realizadas por Participación Ciudadana, ONG especializada en temas electorales, se desprenden algunos hallazgos que aclaran el panorama. Por las particularidades del desarrollo de la participación política de las mujeres en Ecuador, este país podría llegar a ser un buen laboratorio, tomando en cuenta, además, que muchos de los hallazgos guardan similitud con lo que sucede en la región.
Se pueden ensayar algunas hipótesis sobre las causas del descenso de la participación de las mujeres. Sin duda alguna, los partidos y movimientos políticos juegan un papel preponderante al momento de construir sus listas, y, sobre todo, en la manera como se preparan o no durante el tiempo que no están en campaña electoral.
A ese respecto, la debilidad del actual sistema de partidos hace que no existan estructuras formales de formación e inclusión de mujeres con roles de decisión en el seno de los partidos. Además, la enorme dispersión, que se expresa en los más de 250 partidos registrados, no ayuda precisamente a la existencia de un sistema serio y formal de participación política.
De este modo, en cada elección —esta última incluida, y con poquísimas excepciones— se replica lo usual: partidos que salen a buscar a última hora candidatas para cumplir con la cuota, y a las que, además, colocan en distritos donde no tienen posibilidades de ganar. De esa forma, consiguen cumplir la ley, pero no aseguran la llegada de mujeres a las curules legislativas.
Por otro lado, un factor importante, que en los últimos años ha cobrado importancia porque se ha visibilizado, es la violencia política. Con la vigencia cada vez mayor de las redes sociales, esta se ha convertido en el arma más usada al momento de desprestigiar, atacar y vejar a quienes hacen política.
Si bien la violencia en redes se dirige tanto a hombres como a mujeres, monitoreos especializados identifican un acento bastante fuerte hacia las mujeres por el contenido, porque hacen especial mención y cuestionan su condición de mujeres, las cosifican, agreden y cuestionan sus roles sociales. Esto ha desincentivado la participación de las mujeres en política como candidatas porque consideran que conlleva un costo muy alto para sus vidas personales, especialmente en un contexto regional donde los roles y los estereotipos están tan fuertemente arraigados.
Así entonces, los porcentajes de participación han bajado. Se esperaría, sin embargo, que para las elecciones locales esta realidad cambie, y aún más para las elecciones presidenciales del 2025, ya que para entonces será obligatorio asignar a mujeres como cabezas de lista en al menos un 50%.
Se espera que de este modo ellas tengan asegurada su llegada al Legislativo y con esto se fortalezca el camino de equidad en la representación política de las mujeres en la región. Mientras tanto, el camino de la participación femenina sigue siendo cuesta arriba.
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