El PMA, Nobel de la Paz 2020, un premio merecido

El PMA, Nobel de la Paz 2020, un premio merecido

Nada es más cierto que afirmar que el hambre de 800 millones de personas en el mundo no se genera

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El PMA, Nobel de la Paz 2020, un premio merecido
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Nada es más cierto que afirmar que el hambre de 800 millones de personas en el mundo no se genera porque falta capacidad de producción de alimentos. El problema es que, simplemente, estos desafortunados seres humanos no tienen poder adquisitivo para comprarlos y alimentarse.

En los países ricos los alimentos sobran, porque los subsidios que se otorgan a los productores vuelven rentable cualquier cultivo. El Estado se asegura de que así sea. Luego, la producción supera la capacidad de consumo del país, por lo que tales excedentes de alimentos se vuelcan al mercado internacional. Este fenómeno nocivo, que deprime los precios de las materias primas agrícolas, es conocido como dumping y ha provocado estragos en el sano comercio de productos básicos.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA)

[World Food Programme (WFP)]
surgió en la década de 1960, fundamentalmente, para canalizar parte de los excesos de producción de granos de Estados Unidos de América y de productos lácteos europeos. Decidir que estos excedentes fueran a combatir el hambre de millones de seres humanos en vez de a distorsionar los mercados internacionales era, en sí, una iniciativa loable.

El PMA no es una agencia de la ONU especializada en un área temática, a saber, agricultura (FAO), salud (OMS), educación (UNESCO) o trabajo (OIT). Es un programa, como lo son UNICEF (para los niños), UNIFEM (para temas de la mujer) o PNUMA (para el ambiente). El PMA se encarga de desarrollar proyectos en comunidades muy pobres. Tan pobres que, para calificar como beneficiarios, deben demostrar que carecen absolutamente de dinero para adquirir esos alimentos y desplazar mercados.

El PMA nace con mayor ambición que la de un programa humanitario que atiende emergencias y subsana déficits en comunidades que carecen de alimentos en forma crónica. Es un programa de desarrollo. En los años setenta, el 80 % de sus alimentos iban a complejos y exitosos proyectos que pretendían resolver el problema del hambre en forma permanente.

 

Ejemplo 1. En un país donde el alimento básico era el trigo, los campesinos cultivaron primero el valle. Como eso no alcanzaba para la creciente población deforestaron para cultivar las laderas, cada vez a mayor altura y sembraron este alimento básico. El resultado fue pérdida de la masa forestal, erosión de suelo, cosechas cada vez más pobres e inundaciones en la época de lluvias en los llanos. El PMA le propuso a cada familia que ellos tendrían todo el trigo necesario durante todo el año y, en compensación, el campesino trabajaría jornales para hacer terrazas en las colinas, plantar hortalizas, más arriba árboles frutales y para reforestar las cimas. Todos trabajaron las parcelas de todos, sin distinción. A los diez años, cuando el proyecto del PMA culminó sus actividades, los campesinos producían frutas y hortalizas para comprar todo el trigo necesario para su familia. Habían recuperado su territorio y habían desterrado el hambre.

Ejemplo 2. En otro país, las vacas lecheras no producían más de dos litros de leche por día. Esta se comercializaba localmente a través de revendedores que la adulteraban para sacarle mayor beneficio. El PMA donó grandes cantidades de leche descremada y aceite de manteca a la planta lechera del pueblo. Lo producido por la planta con esa materia prima (quesos, yogures, manteca) se vendía al público y con lo recolectado se conformó un fondo para créditos al productor. El campesino podía retirar el dinero para comprar ganado capaz de producir 15 o más litros por día y raciones para el animal. El préstamo se devolvía a la planta lechera en litros de leche sana, no adulterada. El proyecto multiplicó la capacidad de producción de leche. La alimentación y la salud del pueblo mejoraron sensiblemente. Cuando el PMA se retiró, la planta quedó funcionando a pleno sobre la base de la producción local.

Estas son solo dos intervenciones exitosas del PMA que el público generalmente desconoce. Hay miles de ellas a través del mundo. Y no se trata de asistencialismo: dar un pescado, sino de enseñar a pescar. Además, muchos proyectos del PMA tienen que ver con alimentación en centros escolares y a pacientes en clínicas. En estos últimos, los alimentos salvan la vida; en los primeros, permiten que un niño o una niña se desarrollen mental y físicamente, en vez de sufrir trastornos por desnutrición que luego arrastrarán por el resto de sus vidas. Esto también es una valiosa contribución al desarrollo de un pueblo.

En este año, el PMA, premio Nobel de La Paz 2020, moviliza más de 7000 millones de dólares a casi 90 millones de beneficiarios en 83 países del mundo. Pocos organismos internacionales tienen tanto para contribuir a la meta de hambre cero para el 2030.

Lamentablemente, en este mismo año, las dos terceras partes de los recursos del PMA van a países afectados por conflictos que son aquellos donde la posibilidad de no acceder a alimentos es mayor. Es una ayuda urgente y necesaria, sin duda, pero el PMA puede contribuir mucho más aún.

 

Gonzalo Pérez del Castillo

Gonzalo Pérez del Castillo

Agrónomo. Trabajó en la FAO. Exrepresentante adjunto del PNUD en Chile y Perú. Coordinador residente de las Naciones Unidas en varios países. Dirigió el Proyecto de Modernización del Parlamento de Uruguay. Exdirector de Transparencia Internacional en Uruguay. Vicepresidente del Comité de Evaluación de la Reforma de la ONU. Vicepresidente del Consejo Uruguayo para las Relaciones Internacionales (CURI). Columnista en el programa de radio «En Perspectiva», en Uruguay.

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