El Salvador: El bukelismo busca enemigos

El Salvador: El bukelismo busca enemigos

Cuando se ha acaparado el poder de manera absoluta, cuando se ha arrollado a los primeros opositores, los regímenes con tendencia autoritaria precisan tener nuevos enemigos para descargar rivalidades y faltas. Y, si estos no existen, es menester crearlos.

Por: Álvaro Bermúdez-Valle14 Jun, 2021
Lectura: 7 min.
El Salvador: El bukelismo busca enemigos
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Hasta hoy el bukelismo se ha valido de un discurso de odio para crear enemigos y, de manera peligrosa, los salvadoreños lo escuchan y toman partido.

En febrero de 2020, en un acto en el que 1400 nuevas tropas se incorporaban a la fuerza armada, la nueva milicia se formó en la plaza central de la capital salvadoreña para escuchar a su comandante general.

El presidente les dijo: «Son días difíciles porque nos toca enfrentar no solo a ese gran poder fáctico que se llama delincuencia, sino a ese otro gran poder formal que se llama políticos tradicionales. Muchos de ellos en la Asamblea Legislativa».

Con un sinnúmero de tuits e intervenciones como estas a lo largo de aquel malogrado año por la pandemia, antesala de las elecciones legislativas y municipales, Bukele logró, ante los electores, encasillar a políticos y partidos de la oposición con las etiquetas sinónimas de los mismos de siempre y los políticos tradicionales, a quienes culpaba con odio e insistentemente de obstaculizar sus caprichosos planes.

Aunque los partidos políticos y diputados con el control del poder legislativo en aquel momento eran los principales objetos de sus ataques, la lista se extendió a funcionarios de segundo nivel que discrepaban con sus decisiones, mostraban resistencia o los consideraba un obstáculo para sus planes. Así, los jueces constitucionalistas, la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo se convirtieron, ante los ojos del presidente y sus entusiastas seguidores, en cómplices de los mismos de siempre y, por tanto, en enemigos.

Una ciudadanía cansada

Una ciudadanía cansada de actos de corrupción de los partidos políticos históricos creyó en el carismático presidente. Una vez convocadas elecciones, los salvadoreños entregaron en las urnas el control absoluto (64 de 84 diputaciones) del Poder Legislativo al presidente y sus aliados. Los enemigos en el Parlamento estaban acabados.

Como lo habían prometido durante la campaña, los nuevos diputados renunciaron desde el primer momento a ejercer cualquier contrapeso y se rindieron a los antojos de su presidente.

Con la complicidad de estos, durante una infame primera sesión plenaria, los diputados destituyeron a los jueces de la Corte Constitucional y al fiscal general de la República, sustituyéndolos por personas afines al régimen. Así, «los enemigos» que podrían oponerse a la reelección presidencial o investigar la opaca gestión que se hizo de los recursos públicos durante la emergencia sanitaria, también fueron vencidos.

Solo días después de aquel golpe blando y otra vez frente a su ejército, Bukele espetaba: «Los ataques ahora ya no son externos, son internos. Esas pequeñas voces que atacan a la fuerza armada, y aunque son una pequeña minoría hacen mucho ruido», y agregó: «Como comandante general de la fuerza armada y en nombre del pueblo salvadoreño

[…]
quiero reiterarles nuestro agradecimiento por ayudar a salvar a nuestra patria de los enemigos internos y externos».

¿A qué enemigos se refiere el caudillo millennial?

Aunque la capacidad que ha tenido el presidente de acabar con sus oponentes es una clara demostración de poder, tal situación entraña un problema para el bukelismo, que necesita crear nuevos enemigos a quienes culpar.

En esencia, y como ha ocurrido con los gobiernos que le antecedieron, el presidente no ha logrado brindar respuestas a los principales problemas del país. La emergencia sanitaria le sirvió como pretexto y distracción, pero problemas estructurales como el desempleo, los grupos criminales que aún mantienen en zozobra al país y el débil crecimiento económico, persisten y, en algunos casos, se agravan.

Pero la culpa no la tendrá él, y atender dichos problemas no es, en este momento, la prioridad del Ejecutivo.

Como hemos advertido, desde que asumió la presidencia el único punto de agenda del bukelismo ha sido encontrar la forma de perpetuarse en el poder. La tarea no estará terminada hasta que los oficiales del régimen logren institucionalizar los mecanismos que garanticen a Bukele y sus cómplices el enquistamiento del régimen en el Estado. Pero no podrá lograr esto sin enemigos creíbles. Porque solo enfrentándose y derrotándolos puede avanzar en su agenda personal.

Solo podrá justificar cada atropello a la institucionalidad del país alegando que esta es necesaria para vencer a los mismos de siempre, a los «poderes fácticos» que amenazan su régimen y la nueva democracia.

Y es que el líder del bukelismo es victimista. Afanosamente, el presidente gusta echar culpas a otros, a los que, en caso de ser políticos, trata de sinvergüenzas, hipócritas, perversos y corruptos; y, cuando identifica cualquier atisbo de resistencia entre la sociedad civil, insistentemente los deslegitima, se burla y persigue.

Pero a todos ellos, aunque dice despreciarlos, los necesita.

Rol de los enemigos

Al señalar a sus enemigos, proyecta en ellos sus propias fallas: habla de corrupción, pero ignora las denuncias en su gestión; señala como no democráticos a los políticos de la oposición, pero ha cooptado las instituciones con funcionarios de los que solo espera ciega obediencia y pleitesía; cuestiona el uso clientelar del Estado, pero promete favoritismo a sus leales servidores; reprocha militarismo de la historia política y ha convertido a la fuerza armada en su obediente guardia personal.

Cómo él mismo lo reconoce, ahora apunta con su dedo a dos tipos de enemigos, externos e internos.

Los primeros son los miembros de la comunidad internacional. A los aliados tradicionales del país les llama dubitativamente amigos y les exige que no se entrometan, mientras desbarata la débil institucionalidad salvadoreña. Estos, sin embargo, al ser tanto o más fuertes que él, no necesitan ninguna protección.

Por otro lado, señala como enemigos internos a instituciones y personas a las que, cual matón, amenaza e intimida. Mientras a la comunidad internacional dirige sus quejas, a los miembros de la sociedad civil les apunta con las armas de su ejército.

En su ensayo Construir al enemigo (2009), Umberto Eco explica cómo los regímenes precisan enemigos para descargar rivalidades y faltas. Solemos representar a los enemigos como feos, hediondos, diferentes e inferiores. Una y otra vez, el bukelismo se esfuerza por retratar de esta manera a toda oposición.

Pleitesía al líder

Los enemigos del bukelismo son todos aquellos que no rinden pleitesía a su líder, quienes no callan ante los abusos del régimen, quienes se atreven a disentir en las decisiones y quienes saben reconocer y denunciar sus atropellos. Simplemente son enemigos quienes se atreven a reconocer como otro ser humano a quien dice de sí mismo que es un instrumento de Dios en la historia de El Salvador.

De momento, el logro más importante y peligroso de Bukele es que la multitud de sus seguidores creen y reproducen su discurso de odio. Pero este discurso necesita alimentarse para ser creíble; por eso busca desesperadamente enemigos que le sirvan para victimizarse ante sus partidarios y así justificar, ante ellos, acciones agresivas e ilegítimas.

Parafraseando a Eco (2009), este dirá que la imagen del enemigo se desplaza a una fuerza natural o social que de alguna forma nos amenaza y que debe ser doblegada. Ahora que Bukele ha vencido a la pandemia, de nuevo debe dirigir su cólera y acusaciones a enemigos a los que puede llamar por su nombre.

Bukele está sacrificando a la débil democracia salvadoreña, y está dispuesto a acompañar dicho sacrificio con la sangre de sus enemigos internos.

Distintos medios han recogido con preocupación la reciente advertencia que Bukele hizo a su ejército sobre los enemigos internos que se deben combatir. Pero es importante hacer notar que esta campaña de odio ha sido engendrada por el autócrata presidente desde el inicio de su mandato y la seguirá alimentando.

Con su discurso de odio pretende infundir miedo en sus opositores y críticos. Busca enemigos para exterminarlos y con tal ejemplo intimidar a quien se le oponga. No le interesa deliberar, sino imponer.

Pero Bukele debe saber que no todos los que nos oponemos a sus aspiraciones antidemocráticas, aunque él nos considere enemigos, le tenemos miedo.

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Álvaro Bermúdez-Valle

Álvaro Bermúdez-Valle

Politólogo. Docente e investigador de la Maestría en Política Educativa de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Fue responsable del Programa de Personas Desaparecidas del CICR en El Salvador.

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