Feminicidio: punto de quiebre del gobierno mexicano

Feminicidio: punto de quiebre del gobierno mexicano

La semana más compleja de la presidencia de López Obrador reveló el carácter autoritario del mandatario mexicano, su descalificación de

Por: Carlos Castillo13 Mar, 2020
Lectura: 4 min.
Feminicidio: punto de quiebre del gobierno mexicano
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La semana más compleja de la presidencia de López Obrador reveló el carácter autoritario del mandatario mexicano, su descalificación de toda protesta y su insensibilidad ante los temas que más preocupan a la población.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador soportó sin demasiadas consecuencias una serie de yerros que, sin ser menores, no alcanzaron a mermar la popularidad del presidente de México durante poco más de un año.

No bastaron, en ese sentido, las más de cien personas que fallecieron a causa del incendio de una toma clandestina de combustible, ni la cancelación del nuevo aeropuerto y su sustitución por otro que tendrá mayores costos y menos funcionalidad, ni el embuste de intentar vender el avión de la presidencia y luego ofrecerlo en una rifa.

Tampoco fue suficiente el ataque constante a los contrapesos republicanos o la concentración del presupuesto para volver a un régimen centralista: ninguna razón sirvió para exhibir las incongruencias y la ineficacia de un Ejecutivo que parecía ser inmune a cualquier crítica o señalamiento de la oposición o de la sociedad civil.

López Obrador entretanto descalificó a sus críticos, arremetió sin consecuencias contra periodistas o intelectuales que señalaban sus errores y se ufanó de contar con «otros datos», siempre positivos, cada vez que llegaban evaluaciones que cuestionaban el desempeño de su administración, ya se sustentaran en estudios y mediciones nacionales o internacionales.

De la mano de un aparato de propaganda y de cooptación absoluta del espacio público, dictó durante más de doce meses los temas de la agenda pública sin opositor o rival que pudiese contrarrestar una estrategia mediática que parecía infalible.

 

Foto: Montserrat Boix, vía WikiCommons

Foto: Montserrat Boix, vía WikiCommons

El lunes 17 de febrero todo eso cambió. Si bien al aumento de la inseguridad y los niveles históricos de víctimas del crimen ya empezaban a levantar cada vez más voces en la opinión pública, el rapto y brutal asesinato de una menor de edad fue el límite de una sociedad que decidió por fin decir basta.

Las preguntas de las y los periodistas durante el mensaje a medios que López Obrador ofrece cada mañana comenzaron a girar en torno a un solo tema: feminicidios. Exigencias de resolver el crimen, demandas de una estrategia integral, exhibición de cifras que arrojaban luz sobre la magnitud de una tragedia a la que pocos habían atendido y sin embargo ahí permanece hasta hoy, y que cobra la vida de diez mujeres al día, mostrando el lado más crudo y brutal de un país que en su mayoría confió en un presidente que de pronto se vio absolutamente superado y sin respuestas.

Los grupos más radicales, que apenas unos meses antes se manifestaron para exigir justicia para otra joven vejada y asesinada, se congregaron afuera del palacio de gobierno, realizaron pintas en los muros, denunciaron la criminalidad que ha rebasado a toda autoridad y exigieron acciones concretas frente a uno de los flagelos más dolorosos que hoy padece el país: la violencia de género.

Y los argumentos del presidente y sus voceros —periodistas a sueldo, activistas digitales y propagandistas— para justificar la incapacidad gubernamental exhiben días tras día una insensibilidad y una falta de empatía absolutas: se pide no «vandalizar» los monumentos históricos —argumento esgrimido en otras ocasiones también por la oposición, por cierto—, se culpa a las administraciones anteriores o al «neoliberalismo», se descalifica a quienes convocaron al paro nacional de mujeres del 9 de marzo, mientras el propio López pone a Salvador Allende como ejemplo y acusa un intento de «golpe de Estado» por parte de «los conservadores»… Una serie de absurdos que no alcanzan para ocultar la incapacidad flagrante y develada del gobierno.

Tampoco ha sido suficiente el intento de insertar nuevos temas en la agenda, y cada movimiento que intentan dar López Obrador y los suyos para influir en la opinión pública demuestra de nueva cuenta que, cuando el populista se enfrenta a la realidad más cruda, toda la parafernalia mediática, la oferta de futuros utópicos y la personalidad redentora se derrumban y exhiben su fragilidad y su vacío.

El gobierno de México intentó mantener al margen de sus prioridades el tema de la seguridad y, hoy, quienes alzan la voz contra el feminicidio y quienes exigen respuestas y soluciones al grito de «quémenlo todo» recuerdan que el rostro más crudo y doloroso de la injusticia sigue ahí, cobrando vidas, cada vez de manera más indignante, cada vez contra población más vulnerada y vulnerable.

El feminicidio y la violencia son, junto con la carencia de medicinas en hospitales públicos, los problemas más dolorosos del país: seguridad y salud, ese mínimo que cualquier gobierno debiera atender como prioridad y como principal urgencia.

 

Carlos Castillo

Carlos Castillo

Director editorial y de Cooperación Institucional, Fundación Rafael Preciado Hernández. Director de la revista «Bien Común».

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