El G20 no es el grupo de 20 mayores economías del mundo como muchos creen. Taiwan y Suiza tienen PBI más grande que Argentina, pero no están en el fuero. Sudáfrica está en el puesto 40 en las economías del mundo, pero sí está en el G20. Estar en el G20 sí refleja peso económico, pero también político.
El G20 empezó en 2008 en Washington DC, cuando Estados Unidos convocó la reunión para coordinar una salida para la crisis financiera que estalló en septiembre de aquel año. Es decir, el G20 es la evidencia de que el antaño club de los ricos, el G7, ya no era suficiente para intentar coordinar el sistema internacional. Había que sumar a los emergentes en la mesa.
Un mundo multipolar
El gráfico abajo señala la caída relativa del G7 en este siglo. El motor del crecimiento global no fue el Occidente. Los dos países que más crecieron, China e India, son miembros del grupo BRICS, un bloque de insatisfechos con el status quo del sistema internacional. Brasil es miembro fundador del club.
En su último fuero, en Rusia, los BRICS propusieron utilizar otras monedas fuera del dólar en el comercio entre sus miembros en “un mundo multipolar”. Los Estados Unidos no lo ven bien. El próximo presidente, Donald Trump, dijo que adoptaría sanciones en contra de países que dejaran de comerciar con el dólar. El comercio y la geopolítica se mezclan.
La agenda de Brasil en el G20
Si en 2008 la agenda del G20 era solamente la crisis financiera, desde aquel entonces el abanico de temas tratados se expandió. En 2024 le tocó a Brasil la presidencia rotativa del bloque y, por ende, dictar la agenda a ser negociada a lo largo de un año.
Brasil puso en el centro de la agenda la creación de la Alianza Global en contra del hambre y de la pobreza. Además, se discutió la financiación de la transición energética y qué tanto los países ricos (el G7), los emergentes y los BRICS debieran pagar por ello. No hubo acuerdo. Este es un nodo antiguo en la diplomacia ambiental. Nadie quiere pagar por el cambio climático.
Otros temas de la agenda fueron la creación de un impuesto internacional a los “superricos” para financiar el combate a las desigualdades. La reforma de las Naciones Unidas no reflejan el balance de poder internacional de hoy (más bien el de 1940 cuando fueron fundados en el post Segunda Guerra).
Una victoria diplomática para Brasil
Llegar a un mínimo denominador común para tantos temas es difícil porque juegan intereses geopolíticos de las grandes potencias. El Occidente sanciona Rusia por la invasión de Ucrania. Parte del Sur Global pregunta por Gaza, un tabú para los Estados Unidos. Evadir la dinámica de vetos es desafiante.
Así, la diplomacia brasileña logró una victoria. La cumbre del G20, con Joe Biden, Xi Jinping y Sergei Lavrov, firmó un texto que propone terminar con el hambre en el mundo hasta 2030. Las pequeñas victorias también se deben celebrar. El presidente brasileño Lula necesita de noticias buenas. En el último día de la cumbre, la Policía Federal identificó a un general del Ejército y tres coroneles involucrados en un plan de asesinar el presidente, su vice y un juez de la suprema corte; un recordatorio de la fragilidad de la democracia brasileña.
Un observador escéptico puede preguntarse cómo se va a implementar una agenda tan amplia sin reglas claras y sin fuentes de financiación definidas.
Otro punto fuerte de la presidencia brasileña del G20 fue el evento paralelo llamado G20 social, donde la sociedad civil se reunió para entregar una carta con demandas para los líderes de la cumbre. Es fácil caer en la tentación de criticar el hecho de que muchas de las organizaciones sociales eran de izquierda, pero un evento con sociedad civil no sería posible en varios de los miembros más poderosos del G20, como China, Rusia y Arabia Saudí. No es poca cosa ser un país emergente y democrático. Brasil debiera enorgullecerse de esto. Esta debiera ser una lección también para izquierdistas latinoamericanos siempre ansiosos por criticar al Occidente: ¿dónde, afuera de la democracia liberal, uno logra ejercer sus libertades civiles, como ser oposición y miembro de una minoría?
Lula y Milei
Lula sacó una victoria sobre el presidente argentino, Javier Milei, que prometió impedir el consenso en la declaración final del evento. En este episodio, el histrionismo de Milei no tuvo consecuencias prácticas, posiblemente porque Argentina es hoy un país frágil y susceptible de presiones diplomáticas. Sin embargo, la relación bilateral promete empeorar a partir de enero, cuando Milei tendrá un aliado en la Casa Blanca.
Estados Unidos y Argentina son dos de las relaciones bilaterales más importantes para Brasil. Una estrategia para mantener las relaciones en un buen lugar es escapar de la polarización entre los presidentes. Durante la cumbre del G20, el ministro de economía argentino y el ministro de energía brasileño firmaron un acuerdo para que Brasil compre el gas de Vaca Muerta, el principal yacimiento argentino.
En definitiva, el G20 fue un palco que Lula supo aprovechar. Se perfiló con todos los más importantes líderes del mundo y puso en la agenda, aunque por un par de días, temas cruciales para las relaciones internacionales. Pasada la cumbre, le toca volver a los problemas del barrio: una oposición que no pide perdón por haber intentado un golpe de Estado, y la soledad de no tener aliados en los palacios presidenciales en Buenos Aires y Washington DC.