En pandemia, sin reformas públicas, algunos candidatos ya se lanzan a la campaña presidencial.
En Paraguay, el caótico y frenético tránsito que azota a las zonas urbanas no es lo único rápido y furioso que últimamente está a la vanguardia de las discusiones de rondas de amigos. Y es que ha habido elecciones municipales apenas el 10 de octubre pasado y para el 11, sin estar siquiera seguros de algunos resultados, algunos candidatos presidenciales ya iniciaban la carrera con respectivas campañas políticas.
El más apresurado es, sin dudas, quien parece tener la bendición del mismísimo presidente de la República Mario Abdo Benítez: su compañero de chapa, y por ello actual vicepresidente, Hugo Velázquez.
Velázquez, abogado de profesión, es un antiguo militante del partido de gobierno. Afiliado en 1986, con solo 19 años hizo la conscripción
y fue agente fiscal durante muchos años, aunque según las leyes paraguayas los magistrados y funcionarios judiciales no pueden hacer vida política activa.Santiago Peña, su eventual contendiente dentro del Partido Colorado y abanderado del expresidente Horacio Cartes, criticó el apresuramiento del vicepresidente haciendo hincapié en que las leyes paraguayas establecen plazos bien determinados para iniciar una campaña política. Sin embargo, el muy desfasado código electoral paraguayo ni siquiera legisla sobre campañas en redes sociales e internet, por lo que todos los eventuales candidatos hacen ya activas y sistemáticas campañas en redes, especialmente Twitter e Instagram, maquillando contenidos políticos como si fueran relatos cotidianos o «casuales».

Claro que, aun habiendo leyes y prohibiciones de utilización de bienes del Estado en campañas políticas, el vicepresidente ni se molesta en maquillar el uso de avionetas estatales o inauguraciones de obras públicas para hacer su ya abierta campaña proselitista. No es casualidad que el sobrenombre que adquirió para ella sea Toro Velázquez, dejando claro que atropellará todo a su paso hasta llegar al sillón presidencial.
Burbuja electoral, lejos de la gente
Lo cierto y lo concreto es que los candidatos del partido de gobierno ya se lanzaron a la carrera por la presidencia que, por cierto, recién se definirá en abril del 2023. Enfrascados en la campaña electoral, la percepción de los ciudadanos de a pie es que nuevamente la competencia partidaria interna impedirá durante todo el 2022 que se tomen decisiones de gobierno pensando en el bien común, sino en ganar las elecciones.
Una de las preocupaciones más importantes es la cada vez más cercana renegociación del anexo C del Tratado de Itaipú, que debe llevarse adelante con el Brasil precisamente en 2023. Quienes se postulen para la próxima presidencia deberán tener propuestas serias y realizables para convencer a la ciudadanía de que se sentarán a la mesa de negociaciones con el ánimo de defender los intereses del Paraguay y no, como ha sido históricamente, de aceptar las migajas que ofrezcan desde Itamaratí, apelando a su tradicional política bilateral de imposición de su condición de gigante frente al vecino minúsculo y sometido. En la ciudadanía crece cada vez más el ánimo de terminar con los años de humillación y cesión de derechos frente al Brasil y, a cambio, sentarse de igual a igual, apelando a los nuevos tiempos que corren también en política exterior.
Esta sensación parece no leerse desde el poder, que sigue ciego y sordo a los reclamos ciudadanos sobre la binacional.
Crisis sanitaria
Por otra parte, el país está recién respirando luego de la pandemia que lo azotó desde marzo del 2020, luego de picos desesperantes en mayo y junio de 2021. Paraguay fue uno de los últimos en recibir las vacunas contra el covid-19. No fue hasta agosto y setiembre de este año que los índices de contagios y muertes empezaron a bajar. Hoy se vive un total relajo sanitario ante la reducción de los índices, lo que, sin embargo, ha catapultado en los militantes antivacunas un frenesí de desinformación que raya el fanatismo, a pesar de que es totalmente evidente lo efectiva que ha sido la campaña sobre las inmunizaciones.
Asimismo, la brutal crisis sanitaria vivida a raíz del covid-19, que dejó más de 16.000 fallecidos, tampoco fue suficiente para que el Presupuesto General de Gastos de 2022 contemple mayor inversión en el sistema sanitario o en el educativo o en mejoras de infraestructura. El año próximo, los paraguayos deberemos nuevamente estar dispuestos a solventar enormes gastos públicos con nuestros impuestos, principalmente en salarios y bonificaciones de funcionarios del Estado, ya que la maquinaria electoral que significan los estatales es la mayor garantía de éxito para los candidatos del partido de gobierno.
Así equiparaba en jerga militar el dictador Alfredo Stroessner a quienes hacían toda la carrera partidaria: afiliado, militante de seccional (unidades de base partidarias), presidente de seccional, miembro de la Junta de Gobierno del partido, etc.