Hoy el Perú se encuentra en una de las etapas más dramáticas de su Historia, justo ad portas de nuestro bicentenario como república independiente. Enfrentamos la pandemia del COVID19, que viene azotando al mundo entero. En nuestro país la cantidad de fallecidos por la pandemia oficialmente supera las 20.000 personas, una cifra que bien podría ser mucho mayor si tomamos en cuenta el ineficiente sistema de recolección de información nacional.
Históricamente el Perú ha carecido de continuidad en la formulación, ejecución y continuidad de políticas públicas orientadas a una mejora integral de la prestación de servicios públicos tales como salud, educación y seguridad ciudadana. Dicha situación ha generado una serie de falencias estructurales en estos tres sectores, los cuales que representan los pilares de cualquier gestión gubernamental; falencias que, a razón de una coyuntura como la generada por la pandemia, hoy sobresalen más que nunca ante el desaliento de cualquier ciudadano que nuevamente ve a su elite política ajena al consenso y a la unidad, e inoperante ante la crisis nacional.
EL último capítulo en el conflicto existente entre Ejecutivo y Legislativo ha sido la denegatoria de la confianza el 4 de agosto al hoy ex primer ministro Pedro Cateriano y su gabinete. Existen muchas especulaciones en torno a los móviles de dicha denegatoria de confianza, pero, lo que, sin duda alguna, queda claro, es que el ciudadano no encuentra sentido a lo que percibe como puyazos políticos en medio de una crisis sanitaria, acompañada, además, de una crisis económica galopante y un serio problema de inseguridad ciudadana.

Martín Vizcarra, presidente de Perú desde el 23 de marzo de 2018
Siguiendo el mandato constitucional que le obliga a presentar a un nuevo primer ministro dentro de un plazo de 72 horas, el presidente Martín Vizcarra ha encontrado en la figura del ex Gral. Walter Martos esa pieza de recambio que podría conducir, junto a su gabinete, al país en el ano que queda hasta las próximas elecciones generales y en medio de esta crisis sanitaria sin precedentes. El nuevo premier debe, ahora, presentarse ante el congreso e intentar de ganar su confianza. Algunas observaciones al respecto:
Primero, consideramos que el Gabinete Martos debería tener el respaldo político del propio presidente Vizcarra. El nuevo presidente del Consejo de Ministros no es una figura políticamente convocante, es un exmilitar que ha tenido un buen desempeño en la cartera de Defensa, pero que no cuenta con la experiencia política de su predecesor. Por ende, las conversaciones con las diferentes bancadas deben ser lideradas por el presidente, obviamente con su primer ministro al lado. Producto de dichas conversaciones debe diseñarse una agenda de consenso hasta el final del gobierno. Pensar en una agenda a más largo plazo, lamentablemente, colinda con lo irreal tanto para un Poder Ejecutivo y Legislativo que tienen constitucionalmente negada su reelección.
Segundo, la agenda de este gobierno con menos de un año de gestión por delante debe centrarse en la emergencia más que la urgencia. Nadie niega que la educación es una problemática urgente de atender, no obstante, salud, seguridad y economía constituyen problemáticas propias de la pandemia que vivimos, siendo en consecuencia, de mayor orden de prelación en su atención.
Una mención aparte y no menos importante es la necesidad de evitar las especulaciones y trascendidos, muchas veces realizados de manera temeraria e irresponsable tanto por líderes de opinión como personas del entorno político. Si quieren aportar a la estabilidad del país en medio de la actual crisis no pueden seguir exacerbando los ánimos de algunos sectores de nuestra representación política, todo lo contrario, deberían unir sus fuerzas antes que diezmar las mismas.
Finalmente, no olvidemos que las FFAA, desde inicios del presente siglo, dieron un mensaje de obediencia al poder civil constituido en las urnas por la voluntad popular, quizás el gesto más fuerte entorno a esa actitud democrática fue la aceptación del primer ministro de defensa civil de nuestra historia en la persona de David Waisman. Hoy, pensar que la designación de un premier exmilitar es una mirada de reojo al autoritarismo, sin duda, constituye una idea sin mayor sustento.
Advirtamos que la cuestión de confianza no sólo es para el Gabinete Martos sino para la capacidad de obrar para nuestra política en los tiempos del COVID-19.