El expresidente Sebastián Piñera Echeñique tuvo una decisiva acción en favor del retorno a la democracia en Chile. Sus convicciones no lo hicieron situarse en la comodidad de la coalición a la que pertenecía en momentos en que se abría paso la transición política chilena. Es decir, el retorno a la democracia.
El plebiscito de 1988 presentó dos opciones: apoyar al general Pinochet en la presidencia de la nación por ocho años más o abrir el camino a elecciones abiertas y democráticas para ensanchar el camino del retorno a la democracia. Pese a que su coalición estuvo por la opción sí a la continuidad, él se presentó con coraje por la opción no, que se impuso en las urnas.
En 1989 Sebastián Piñera se convirtió en senador. Desde este lugar desde donde facilitó el entendimiento y los grandes acuerdos entre las fuerzas democráticas de la Concertación que gobernaron el país por veinte años consecutivos (1990-2010) y la derecha en la oposición, herederas del itinerario y legado del régimen militar. La influencia del senador Piñera fue decisiva para impulsar acuerdos desde el centro político.
Un líder democrático
El senador Piñera fue uno de los líderes de las fuerzas centrípetas de su coalición. Se caracterizó por un ideario liberal en lo político, económico y cultural. Fue un férreo defensor de la libertad económica, la competencia, el mercado como el mejor asignador de bienes y servicios públicos. También defendió la igualdad de oportunidades; en lo valórico estuvo de acuerdo con la ley de divorcio y posteriormente con el matrimonio igualitario, entre otras reformas de corte liberal.
Tuvo la capacidad de interpretar las demandas de la mayoría de los chilenos y chilenas. Llegó así a conseguir que se le depositara la confianza para la conducción del país en el período 2010-2014.

La alternancia en el poder
El destino le deparó siempre imprevistos al presidente Piñera. Trabajó arduamente en un programa de gobierno al que tuvo que renunciar en gran medida a causa del terremoto del 27 de febrero de 2010. Es decir, a días de asumir la presidencia el 11 de marzo de 2010, se registró el movimiento telúrico considerado uno de los más destructivos que ha soportado Chile. Por esta razón, su administración debió impulsar la reconstrucción de buena parte del país.
El compromiso con levantar Chile fue total, pero la maduración del proceso político en el país pareció inconclusa. Para muchos, la transición política se habría cerrado con la llegada al poder por vez primera por parte de la oposición. Sin embargo emergía un fenómeno político y social revisionista del período transicional que las fuerzas políticas tradicionales no supieron atender o catalizar antes de que labraran una nueva grieta política y social en Chile que explotó en el segundo mandato del presidente Piñera.
A fines de la primera década del siglo XXI, Chile comenzó a exhibir una tendencia pendular en su conducta política. Esto se evidenció en los resultados electorales. En 2014, lejos de dar continuidad a la coalición que encabezó el presidente Piñera, la ciudadanía se volcó hacia la centroizquierda, una vez más encabezada por la expresidenta Bachelet (2014-2018). Esta vez, se representó una nueva fuerza de gobierno, la Nueva Mayoría, que sumó el Partido Comunista a los tradicionales partidos de la Concertación.
Polarización política
Como respuesta a la polarización del espectro político hacia la izquierda, la centroderecha nuevamente se ordenó detrás del liderazgo del expresidente Piñera. Intentó ganar las elecciones presidenciales en una sociedad más crispada y tensionada, y por cierto menos crédula de las fuerzas políticas tradicionales.
Ese contexto político creó las condiciones para el colapso del sistema político chileno. Sin embargo, una vez más el presidente Sebastián Piñera mostró coherencia y lealtad con la democracia y sus principios. En efecto, la efervescencia social, las operaciones encubiertas de quienes buscaron socavar la democracia en Chile y el evidente deterioro de la cohesión social en el país, encendieron una violencia inusitada en Chile. Un episodio que se expresó con toda su fuerza destructiva el 18 de octubre de 2019. Se prolongó por meses en una espiral de violencia que parecía llevarnos al final de un ciclo democrático.
El Estado de derecho y las instituciones estuvieron amenazados. A ratos, superados por la violencia en las calles. Sin embargo, Sebastián Piñera se mantuvo por el diálogo y una salida institucional de la crisis.
El quiebre democrático pareció inminente pero el país consiguió, no sin lamentar pérdidas humanas y materiales, encaminar al país a un nuevo proceso de entendimiento nacional, del cual aún no salimos.
Estamos contestes de que la historia sabrá valorar la tenacidad del presidente Piñera por resguardar el interés superior de la patria. Fue sin duda un mandatario que dio testimonio irrefutable de sus convicciones democráticas.