El 31 de marzo pasado se realizaron las elecciones municipales en Turquía y el resultado fue inesperado. El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP por sus siglas en turco), del presidente Recep Erdogan, perdió las elecciones por primera vez en veinte años. Esto es una muy buena noticia y una señal de que, en Turquía, todavía persisten espacios, organizaciones, ciudadanos y líderes que enfrentan las políticas autocráticas y abren una luz de esperanza para el futuro de la democracia.
Pero tampoco hay que exagerar, el contexto no es el mejor. El índice de libertad en el mundo 2024 de Freedom House califica a Turquía con 33 puntos sobre 100. O sea, en la categoría de países no libres, sobre todo por el control que el gobierno ha mostrado sobre los medios de comunicación, la justicia, los cambios en reglas electorales y la violencia y las persecuciones a lideres opositores y disidentes.
La Unión Europea, a la que Turquía quiere ingresar infructuosamente hace mucho tiempo, no ha escatimado críticas. Remarcó el grave deterioro de la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos. Sumó a esto la preocupación por el funcionamiento de la economía de mercado, en referencia al patrimonialismo que caracteriza al gobierno turco.
Derrota oficialista
En las recientes elecciones se escogieron alcaldes, concejos municipales, concejales y los llamados muthars, representantes vecinales muy importantes en las dinámicas políticas locales. Si bien el sistema turco es un complejo mapa cruzado de instituciones, el poder político radica en las municipalidades, gobernadas por alcaldes elegidos cada cinco años por voto popular.
En cuanto a los resultados, el AKP obtuvo 35,5% y el socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP en turco) 37,8%. Así, el oficialismo pasó de conducir 38 provincias a 25. El opositor, CHP, a la inversa: de 23 a 35. A partir de ahora gobernará a casi el 60% de la población.
A diferencia de las elecciones presidenciales del año pasado, donde el CHP encabezó una amplia coalición con diferentes partidos, ahora debió concurrir solo. Debido a cortocircuitos con sus exaliados, se arriesgó a probar su fortaleza electoral, sobre todo, con el alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu. Por otra parte, el AKP de Erdogan lo complicó el partido Nuevo Bienestar (YRP), de derecha. Su discurso islámico y conservador, crítico con la ambigüedad de Erdogan hacia la guerra de Gaza, obtuvo un importante 5% a nivel nacional.
Por zona
El partido de Erdogan perdió casi siete puntos respecto a las municipales de 2019, cuando, además, ocupó el primer lugar nacional. El triunfo opositor se consolidó en las principales ciudades del país. Ya dominaba Estambul, Ankara, İzmir y Antalya. Pero ahora también sumó Bursa, histórico bastión del AKP.
De todos modos, la distribución del voto en el territorio no cambió demasiado. El CHP se impuso en las regiones cercanas al mar Egeo, Mediterráneo y mar Negro. Aunque en Hatay, por ejemplo, triunfó AKP. En estas zonas, más modernas y laicas, se observa un desgaste respecto a Erdogan hace un lustro aproximadamente.
En las regiones del interior de Anatolia (zona central), el AKP predominó, pero no sin competencia del CHP y del Partido de Acción Nacionalista (MHP). Este último, con su ultranacionalismo, con aristas violentas, ha sido un importante apoyo electoral para Erdogan en la pasada segunda vuelta presidencial. En el extremo este, frontera con Irán e Irak, el AKP también fue derrotado en la mayoría de los distritos por el Partido de la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (DEM), el CHP y el MHP.
La lucha por Estambul
La oposición socialdemócrata ponía en juego las ciudades que gobernaba, que son el corazón de su poder político. Particularmente en Estambul, la ciudad más importante de Turquía y que posee un formidable presupuesto, empresas públicas propias y repercusión política nacional. También es la más populosa del país, donde viven 16 millones de habitantes.
El ganador, Ekrem İmamoğlu, obtuvo el cargo en 2019 convirtiéndose en el primer laico en lograrlo. De 53 años, es un empresario con una carrera política relativamente corta y dueño de un carisma que lo proyecta como principal rival de Erdogan. En esta ocasión, logró un contundente 51,1% contra 39,6% de su rival oficialista, a pesar de los constantes ataques y complicaciones a la gobernabilidad de la ciudad que le generaron desde el gobierno nacional.
Fue una derrota muy importante para el oficialismo. El presidente turco hizo una apuesta personal para recuperar la alcaldía de Estambul, por lo que la derrota lo deja aún más expuesto. Erdogan había logrado un primer espaldarazo político como alcalde de esta milenaria ciudad.
El CHP es una formación fundada en 1923 por Kemal Atatürk, creador y primer presidente del país. Es un partido que mantiene parte de la agenda de su fundador; centralista, paternalista y laica. En la actualidad, el partido pertenece a la Alianza Progresista, a la Internacional Socialista y está asociado en Europa con el Partido de los Socialistas Europeos.
Si bien el CHP salió derrotado en la segunda vuelta presidencial de 2023, en ese momento estuvo liderado por Kemal Kılıçdaroğlu quien es el actual presidente de la organización . Kılıçdaroğlu es un político con poco carisma y muy discutido por los propios dirigentes de su partido y los ex aliados. La presencia de İmamoğlu permite avizorar que en el futuro contarán con una candidatura mucho más competitiva.

Turquía en crisis
La situación social de Turquía es complicada. El aumento de los precios por la inflación, casi del 70%, la devaluación de la moneda y una serie de descontentos sociales se arrastran hace tiempo. Por ejemplo, con el aumento de la pobreza y la caída de las pensiones.
Más recientemente, Erdogan decidió abrir el país a la inmigración siria que, en apenas dos años, ascendió a cuatro millones de personas, sobre un total de 85 millones. Esto generó malestar en las ciudades donde se han instalado. Por otra parte, la pésima gestión de las consecuencias del terremoto del 2023, que causó más de 30.000 muertos, ha sumado al malhumor social.
Esta crisis ha vuelto al país más necesitado de ayuda externa. El mismo Erdogan dio paso a una fase más pragmática de su gobierno y abierta a Occidente. Por ejemplo, con el levantamiento del veto al ingreso de Suecia a la OTAN y posiciones discursivas ambiguas frente a los conflictos en Ucrania y Gaza. Esto le ha valido críticas y pérdida de apoyos por derecha y, sobre todo, desde el islamismo radical.
¿Qué esperar del futuro?
El tiempo que empezó con esta elección y desembocará en las presidenciales del año 2028 no se anuncia sencillo. Consciente de la caída en su popularidad, Erdogan anunció hace unos meses que no buscaría permanecer en el poder después de 2028, quitándole peso a su partido en tiempos electorales. Sin embargo, para reelegir haría falta una reforma de constitución.
El cambio de reglas, incluso constitucionales, no es un problema que preocupe mucho a Erdogan. Pero para hacerlo necesitaba un triunfo importante en las elecciones que acaban de finalizar. Además, el anuncio de su retiro fue tomado con escepticismo. Nadie imagina a Erdogan jubilado y dando conferencias por el mundo.
No es irreal esperar una reacción autoritaria desde el poder mediante proscripciones, cambio de reglas y violencia. En las anteriores elecciones municipales (2019) se llegó a anular y reiterar la elección de Estambul, porque había sido derrotado el candidato de Erdogan. Las elecciones se repitieron y el opositor İmamoğlu revalidó su triunfo logrando cifras mayores. De hecho, la justicia ha comenzado a perseguir a İmamoğlu y ya lo han procesado por comentarios en un acto público.
En los próximos años los restos de la democracia turca se jugarán una partida clave por su supervivencia. Mientras haya vida, hay esperanza.