Las guerras, los desastres naturales y las pandemias son eventos que ponen a prueba al poder. En estas coyunturas críticas, los presidentes se ven expuestos como en ningún otro momento. Las decisiones que toman desde el vértice del poder impactan en la vida de millones de personas. Es lógico, por lo tanto, que en estas situaciones la valoración que la sociedad hace de sus gobernantes sufra realineamientos. ¿De qué forma impacta, hasta acá, la crisis sanitaria del COVID-19 en la popularidad de los líderes de América Latina? En este artículo intentaremos responder esta pregunta a partir de la información de 50 encuestas de opinión realizadas en 10 países de la región.
En 1970, el politólogo John Mueller escribió un influyente artículo donde analizaba cómo las crisis internacionales dan un impulso de corto plazo a la aprobación presidencial. A este efecto de las crisis sobre la opinión pública lo denominó rally around the flag. El nombre hace mención a una práctica habitual en las carreras de Nascar, una de las competencias automovilísticas más populares de Estados Unidos. En dichas carreras, cuando sucede un accidente en la pista, la organización sacude una bandera amarilla y aparece un auto de la organización, el pace car, cuya función es neutralizar la competencia, ponerse al frente de todos los autos y fijar una velocidad máxima común hasta que el incidente se despeje de la pista. Esa metáfora procura ilustrar la existencia de determinados episodios críticos en la historia de un país que generan un realineamiento momentáneo de los respaldos detrás de su máximo líder.
Eventos como el 11 de septiembre en Estados Unidos, el terremoto en Ecuador o la crisis de los mineros en Chile pueden ser dinamizadores de una recuperación de la legitimidad presidencial. Son episodios que demuestran la capacidad del poder político de hacer de una crisis un ropaje de consenso. Pero no todas las crisis son iguales en su impacto. No es lo mismo un escándalo, un accidente natural o una guerra. Las grandes crisis económicas generan conflicto político, tensión distributiva y, eventualmente, caída del liderazgo presidencial. Mientras, las crisis humanitarias son momentos excepcionales que activan la demanda de solidaridad global.
El efecto al que hacía mención Mueller, sin embargo, se circunscribe solo a eventos: a) internacionales; b) específicos, dramáticos y delimitados; c) que involucran al presidente o a la nación (por ejemplo, el pace car). Estas tres condiciones se cumplen en el proceso social que el mundo está viviendo. ¿Qué ha sucedido con los respaldos de los presidentes de América Latina durante esta crisis? ¿Acaso vimos aumentar los niveles de aprobación?
El efecto de la crisis en la opinión pública de la región
La pandemia provocó, hasta aquí, efectos desiguales en la aprobación de los gobiernos. Es que el incremento en la popularidad parece haber sido condicional a la respuesta que el poder presidencial generó ante la crisis. Las situaciones de grandes emergencias son una oportunidad, no un cheque en blanco para los mandatarios. Carter lo aprendió en la crisis de Irán, Johnson con Vietnam, Bush con Irak. La acción presidencial importa: las crisis pueden operar como mitos fundacionales de una gestión o ser el epílogo de un liderazgo.
En un primer grupo de países, el efecto rally around the flag parece haberse verificado: la emergencia sanitaria trajo aparejada una mejora sustantiva en la popularidad presidencial. Es el caso de Argentina, Colombia, Perú, Chile y Bolivia. En otro conjunto de naciones —México, Brasil, Ecuador— se registran caídas en el nivel de apoyo a los mandatarios.
Aprobación presidencial (febrero-marzo 2020)
Alberto Fernández en Argentina, Iván Duque en Colombia y Martín Vizcarra en Perú fueron los mandatarios que obtuvieron mayor incremento en sus niveles de aprobación. En menor rango que los anteriores, pero también mejorando positivamente la opinión respecto a sus gobiernos, están Jeanine Añez en Bolivia y Sebastián Piñera en Chile. Beneficiados ante la opinión pública, estos líderes constituyen un colectivo diverso. En esta oportunidad, su posición ideológica o partidaria no explica el resultado. En el análisis parece haber tres variables que ayudan a comprender la variación en la popularidad: la apreciación temprana de la crisis, la velocidad de la actuación y el alcance de las medidas de aislamiento.
En el grupo de los presidentes que vieron erosionados sus niveles de aprobación se encuentran Bolsonaro en Brasil, López Obrador en México y Lenin Moreno en Ecuador. Uruguay constituye una excepción en nuestro relevamiento: Lacalle Pou asumió la presidencia el 2 de marzo, está transitando periodo de asunción con la opinión pública y todavía no se pueden medir los efectos que esta crisis provocará en su gobierno. En cuanto a Paraguay, no fue posible encontrar suficientes estudios de opinión para incorporarlo al análisis.
Variación en la aprobación presidencial (febrero-marzo 2020)
La pandemia supuso una prueba de fuego para los liderazgos presidenciales de la región. En general, en aquellos países que decretaron la cuarentena con cierta anticipación (Argentina, Colombia, Perú), sus mandatarios vieron aumentar su popularidad drásticamente. Fernández, Duque y Vizcarra registran crecimientos en su aprobación de más de 20 puntos porcentuales. En el dilema entre salud y economía, las sociedades parecen haber percibido que los gobernantes eligieron minimizar el costo humanitario.
Chile emerge, en este contexto, como una excepción. Piñera dispuso medidas de aislamiento social segmentadas para no paralizar la actividad productiva, y la estrategia le dio resultado. La crisis sanitaria opacó a la crisis política y permitió un repunte de la imagen presidencial, que pasó del 9 % al 21 %. En aquel país se dice que la pandemia provocó muertes, contagios y un resucitado (por el presidente).
Los tres mandatarios que ante la pandemia sufrieron caídas en sus niveles de apoyo (Bolsonaro, López Obrador y Lenin Moreno) tienen un denominador común: reaccionaron tarde a al Covid-19 y tomaron medidas de aislamiento limitadas. En Brasil, la crisis de salud se tradujo en una crisis política. Bolsonaro subestimó abiertamente el desafío planteado por el coronavirus y hoy está en soledad: parte de su gabinete, el Congreso y los gobernadores exigen que el presidente declare la cuarentena general. Aislado y debilitado, la aprobación del mandatario brasilero cayó 10 puntos porcentuales y su horizonte asoma complicado. Aunque aún ostenta un núcleo de apoyo duro —alrededor de un tercio de la opinión pública—, la reciente renuncia del ministro de Justicia, Sergio Moro, escenifica la precariedad de un liderazgo presidencial en estado de descomposición.
Por su parte, AMLO venía con altos niveles de aprobación pero sufrió con la pandemia la mayor caída registrada en el año y medio que lleva al frente del gobierno de México (15 %). En su afán de llevar tranquilidad a la sociedad y de morigerar el daño en la economía, López Obrador retrasó las medidas de aislamiento social. El desenlace no fue el esperado: el presidente perdió la narrativa de la crisis y apareció actuando detrás de los acontecimientos. Hoy México registra más de 1300 muertes y AMLO es muy criticado por la gestión de la pandemia.
Lenin Moreno estableció el toque de queda cuando el virus ya se había expandido en su territorio, lo cual supuso un duro golpe para su presidencia. Cuando intentó responder a la crisis, el COVID-19 ya había hecho colapsar el sistema sanitario, especialmente de Guayaquil. Ecuador es hoy el país de América Latina con mayor cantidad de muertos por millón de habitantes (33,8).
Promedios, máximos, mínimos y rangos de aprobación presidencial (febrero-marzo 2020)
Aquí evaluamos el respaldo del que disponen los gobiernos para afrontar la crisis. Algunos líderes de la región actuaron rápido y obtuvieron mejoras en sus niveles de popularidad. Para otros, la emergencia sanitaria se tradujo en una caída de su legitimidad. Estos tienen motivos para preocuparse, pero aquellos no se pueden relajar: los resultados son circunstanciales. La evidencia histórica ha demostrado que todos estos aumentos decaen a medida que pasa el tiempo. Esta es la primavera de un suceso crítico, la captura de un instante, no necesariamente la marca de su época.