12 de octubre: historia, perdón y reconciliación, sin límites

12 de octubre: historia, perdón y reconciliación, sin límites

«Y en guerra con mis entrañas», dice nuestro corresponsal desde Madrid, citando al poeta y reflexionando sobre una fecha histórica

Por: Enrique San Miguel Perez12 Oct, 2021
Lectura: 3 min.
12 de octubre: historia, perdón y reconciliación, sin límites
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

«Y en guerra con mis entrañas», dice nuestro corresponsal desde Madrid, citando al poeta y reflexionando sobre una fecha histórica que invita a la reflexión en España y América.

El 3 de mayo de 1930 Manuel Azaña visitó el Lyceum que en Madrid dirigía María de Maeztu para hablar sobre Cervantes y la invención del Quijote. El intelectual alcalaíno aludía a la virtud de la creación, la invención, la belleza, y la innovación, sin límites. Señalaba también que el tiempo moral de una generación no tiene límites. Y que por eso Cervantes y Alonso Quijano, la única criatura que pudo decir «yo sé quién soy», eran intemporales.

El tiempo de la historia es, por definición, el tiempo científico sin límites. Igual que el tiempo de la memoria es el tiempo de la emoción sin límites, voluntaria o involuntaria, como demostró Marcel Proust. Un tiempo científico sin límites es el tiempo cívico de la humildad en el examen, del afán de comprensión desde el análisis. No nos permitirán vivir nuestros descendientes si no permitimos vivir a nuestros antepasados. Vivir, y convertir a la historia en la ciencia de la vida, y no de la muerte, y del futuro, y no del pasado, es empezar por asumir cuanto nuestros mayores hicieron.

Asumir. Pero asumir para avanzar. «Paz, piedad, perdón», pedía Manuel Azaña el 18 de julio de 1938 en Barcelona. Diez años después le preguntaron a Juan Ramón Jiménez, en una entrevista para la bonaerense España Republicana, qué quería para España. Respondió: «Una existencia digna, entre personas honestas, y en un régimen de libertades». Una existencia lúcida y consciente. O, como el 28 de junio de 1939 le decía Manuel Azaña a uno de los primeros democristianos españoles, Ángel Ossorio y Gallardo, ya en el exilio ambos: «Todo lo que soy lo llevo conmigo».

¿Qué llevamos con nosotros? El testimonio de gratitud hacia la colosal obra que acometieron quienes ganaron para nosotros la vida, la tierra, la dignidad humana, la justicia y la libertad que soñaron. El reconocimiento del rostro ensangrentado de nuestro espacio de civilización, nacido del afán de poder despiadado, pero transformado hoy, en sí mismo, en un signo de resistencia a la concepción de nuestro mundo como dominación, hegemonía e imperio, y no como una histórica oportunidad para la reconciliación y para la fraternidad.

Soy europeo, nací en dictadura y, por lo tanto, vengo de todas las violencias. Pero también del amor de la generación de mis padres, que conquistó la democracia, la Constitución y el Estado de derecho. ¿Mi tarea? La de Antonio Machado: «No extrañéis, dulces amigos, que esté mi frente arrugada; yo vivo en paz con los hombres, y en guerra con mis entrañas».

Enrique San Miguel Perez

Enrique San Miguel Perez

Doctor en Historia y en Derecho. Catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones, Universidad Rey Juan Carlos, Madrid

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