El ataque a Ucrania y su impacto en América Latina

El ataque a Ucrania y su impacto en América Latina

La invasión rusa y la resistencia ucraniana exigen analizar la tensión global entre las potencias que defienden la democracia liberal y las que no la comparten e incluso la combaten. ¿Qué correlato tiene esto en Latinoamérica?

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El ataque a Ucrania y su impacto en América Latina
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La invasión rusa de Ucrania constituye, posiblemente, la evidencia más visible de que estamos ante un cambio profundo en el curso de la política internacional. En ella se concentran y sintetizan tal cantidad de elementos que, con toda probabilidad, y a falta de conocer su desenlace, dicha guerra será recordada como un importante parteaguas en la historia mundial. No obstante, es interesante examinar en qué medida dicho giro sobreviene como consecuencia de tendencias globales que se han venido consolidando desde que entramos en el siglo XXI.

Por un lado, las últimas tres décadas están marcadas por el indudable predominio de una visión liberal de la sociedad y de la política internacional. Como manifestaciones de ese predominio observamos una relativa consolidación de la tercera ola democratizadora (1974-1994), la expansión de la noción de derechos humanos, el avance del multilateralismo y el multiculturalismo, la flexibilización de las fronteras, la profundización de la unificación europea, el crecimiento económico sostenido, el enorme progreso material y tecnológico, la reducción de las tasas de pobreza y pobreza extrema a nivel global y, en suma, la expansión de la globalización liberal y todo eso que Fukuyama llamó en su momento «el fin de la historia».

Pero, por otro lado, en medio del auge de dicha hegemonía liberal también se han ido gestando todo tipo de reacciones adversas. Ante la reducción general de la pobreza ha emergido el clamor contra la desigualdad. Ciudadanos cada más prósperos cuentan con expectativas cada vez mayores. El auge de las redes sociales aumenta la presión sobre el desempeño de la función de representación política. La mayor fluidez en el movimiento de bienes (materiales y culturales), capitales y personas pone a prueba nuestras capacidades para gestionar lo transnacional y lo multicultural. Y la democracia liberal, en definitiva, experimenta tensiones crecientes que han desembocado en lo que ya es descrito como una nueva regresión autoritaria a nivel mundial. Quizás no sea «el regreso de la historia», pero sí es el retorno de la realpolitik.

Reacción contra el liberalismo

En la Rusia regida por Vladimir Putin se concentran de modo particularmente acusado y evidente todas estas dinámicas reactivas ante la hegemonía liberal de las últimas tres décadas. Su desafío armado ante Ucrania encarna lo que, hasta ahora, podría ser considerado como la máxima manifestación de la reacción iliberal, siendo como es un desafío directo y explícito contra la mayor alianza militar de Occidente y del mundo entero: la OTAN. ¿Lograrán en definitiva imponerse las tesis de lo que en algún momento se dio en llamar el mundo libre, o los últimos treinta años terminarán siendo recordados como un idílico y efímero interregno entre dos largas etapas de confrontación global?

A estas alturas no es posible dar una respuesta a tal pregunta, ni pretendemos aquí asomar posibles escenarios al respecto. Lo que nos interesa en este breve espacio es examinar de modo sucinto el modo en que la ofensiva bélica de Rusia en Ucrania, entendida en los términos expuestos en los párrafos anteriores, podría afectar a América Latina en el corto y mediano plazo.

Empezaremos realizando algunas precisiones de cara a la comprensión de la dimensión geopolítica de este conflicto. Lo primero que conviene tener presente es que el conflicto en Ucrania no debe ser entendido únicamente como una confrontación entre Rusia —un país que, según ya indicara Samuel Huntington en su momento, constituiría el centro de una civilización al menos parcialmente diferenciada de Occidente—, sus vecinos europeos y los países englobados en la OTAN.

Desafío a la OTAN

El desafío de Putin a la alianza atlántica, así como sus posibles implicaciones para América Latina, sólo pueden ser correctamente entendidos en el marco de una tensión global de la que China constituye un actor fundamental, al punto que del comportamiento del gobierno de Xi Jinping dependerá en buena medida el curso de los acontecimientos.

En segundo lugar, no cabe duda de que el papel de Rusia es más bien secundario en un contexto global configurado por la nueva bipolaridad global que genera el formidable desarrollo económico, tecnológico y militar de China. No obstante, la considerable extensión geográfica, el potencial energético y el poderío nuclear de Rusia hacen de ella un actor fundamental con capacidad para incidir notablemente en el desarrollo de las crecientes tensiones entre los Estados Unidos y China. De ahí que quepa esperar, en una medida nada despreciable, que el desarrollo de la competencia entre el gigante norteamericano y el Estado chino —con diferencia los principales socios comerciales de América Latina— dependa de cuál de ambos polos sea capaz de atraer a Rusia a su terreno.

En tercer lugar, y en relación con lo anterior, conviene no perder de vista que tanto Rusia como China se perciben —y son— distintas a Occidente. Ambas abandonaron sus monarquías mediante sendas revoluciones comunistas. Ambas experimentaron, con sus variantes, tanto el control despótico a manos de sus respectivos partidos comunistas como las limitaciones de la planificación económica centralizada. Y, tras la caída del muro de Berlín, ambas han extraído grandes beneficios del libre mercado, pero ninguna de las dos se ha regido jamás por un régimen de genuina libertad política e individual.

Ausencia de libertad

La prolongada continuidad de esta ausencia de libertad parece ser esencial para comprender por qué las élites del poder que gobiernan tanto en Rusia como en China procuran reconstruir el poderío de sus naciones desde concepciones políticas ajenas a la democracia liberal, y en confrontación cada vez más abierta con esta.

En este sentido, es llamativo que Rusia y China, apenas tres semanas antes de la invasión rusa a Ucrania, publicaran desde Beijing un comunicado conjunto —que vagamente, y salvando todas las distancias, nos recuerda el pacto Ribbentrop-Molotov, suscrito nueve días antes de la Segunda Guerra Mundial. En él manifestaban que «la amistad entre ambos Estados no tiene límites», y que no existen «áreas prohibidas de cooperación» entre los dos países. Nada garantiza que Putin y Xi Jinping honren dicho acuerdo hasta sus últimas consecuencias. Pero en todo caso nos da una idea de quién puede ser el principal beneficiario del conflicto entre Rusia, Ucrania y la OTAN.

Todo lo anterior sirve como preámbulo para analizar hasta qué punto la repercusión de la guerra en Ucrania sobre América Latina está relacionada con la tensión global entre las potencias que defienden la democracia liberal y las que no sólo no la comparten, sino que incluso la combaten.

Miguel Ángel Martínez Meucci

Miguel Ángel Martínez Meucci

Profesor de Estudios Políticos. Consultor y analista para diversas organizaciones. Doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación por la Universidad Complutense de Madrid

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